A las cuatro y media 7


A las cuatro y media, mientras Perico y Arroyo ascendían el Puy de Dôme, perseguidos por Condorito Corredor y Fabio Parra, mi hermano resacoso metía en una bolsa naranja del Mabo su gorro del Oinez, el delantal y una toalla y se iba a la Peña. A las cuatro y media a mí me tocaban el timbre, cruzábamos una tórrida plaza de los Fueros, donde dormitaban giputxis y sorianos, y llegábamos a las barracas.

A las cuatro y media estaban casi todas cerradas y muy poquita gente paseaba entre ellas. A las cuatro y media Javi soltaba unos duros sobre el mostrador de zinc, apoyaba la carabina en el hombro, cerraba un ojo y reventaba cuatro palillos a perdigonazos. Un peluche para María, su compañera en la Academia de Administrativo. Mordían. Con lengua. Y se dejaba tocar, por arriba.

Aburridos, con mucho tiempo y poco dinero, nos íbamos a Bazar J. Necesitábamos nuestra ristra diaria de petardos. Aquella tarde a Mikel se le ocurrió variar el plan. ¿Por qué no entramos en la Servi?

Y pedimos nuestra primera jarra de sangría.

A mi enano le están empezando a salir pelos en los lugares más insospechados. Su voz amenaza con cambiar y algunos granos asoman en su cara de piel limpia.

Este año le tocarán el timbre.

A las cuatro y media.


7 ideas sobre “A las cuatro y media

Los comentarios están cerrados.