AFORTUNADO – ZORIONTSU


Me siento afortunado. Un tipo con suerte. Con suerte de haber nacido aquí y por ello, poder vivir mis Sanfermines de la manera en que lo hago.

Si fuese australiano, pensaría que lo mejor de la fiesta es tirarse de una fuente tal y como indicaba una folleto de una agencia de viajes en su portada.
También me entusiasmaría ir al cohete a echarme litros de sangría por encima y rebozarme de mierda en general.

Si fuese de Almería, pensaría que los Sanfermines son una orgía sexual donde todo vale, porque habría visto publicidad como esta:
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Si fuese estadounidense, pensaría que para correr el encierro solo es necesario unas buenas zapatillas o unos pantalones de los que anuncian en anuncios publicitarios permitidos por las autoridades locales. Con ambas cosas puestas, ya no tendría miedo a nada.

Si no fuese de aquí quizá algún día alguien me regalarían un pack para ver el encierro junto a expertos en cornadas.
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Compraría unos litros de sangría, kalimotxo o cerveza para tomármelos en el suelo con unos colegas y decir al día siguiente: ¡Cómo me lo he pasado en San Fermín!.
También podría quedarme en medio del recorrido del encierro justo en el lugar donde me dijo la agencia de viajes que era seguro mientras veía pasar a valencianos correr al lado del toro con una camiseta multicolor porque es la manera en la que se hace en su zona, sin respetar la manera de correr en Pamplona.

Aunque podría ser también uno de esos que pese a ser de fuera conocen perfectamente la fiesta y saben divertirse respetando a las tradiciones y a sus gentes.

Pero también podría ser uno de esos que lleva la faja dentro del pantalón vaquero, las chancletas con calcetín o una macro-txapela roja con una camiseta de «Hey, toro».

Sí. Me siento muy afortunado.