Al este del oeste 5


Aunque parezca una osadía pensarlo, hay lugares deonde en sanfermines se sigue trabajando con normalidad. En ellos, aunque sean las 12´30 del seis de julio el personal sigue currelando con ritmo normal.

Por razones que no viene al caso, o mejor dicho sí que vienen, este juntapalabras tuvo que meterse minutos después del chupinazo en los sótanos de un céntrico y famoso centro comercial de la calle Estella. Había que hacer unas copias de las llaves de casa y si no, las consecuencias iban a ser peores que perder ese primer rato de las fiestas.

El caso es que junto al cubículo de las llaves, una escena digna de ser contada. Una morena y una rubia, hijas de algún pueblo guiri, habían ido a caer a la zona de los cajeros automáticos en pleno estado de euforia. Las jóvenes parecían proceder del camping de Mendigorría, presumían de un trapío nada desdeñable y tenían las camisetas plagadas de medallas de la sangría.

Al detenerse junto a ellas, rodearon a un empleado de la limpieza armado con escoba y empezaron a insinuarse con una torpeza femenina asimilable a los bodrios de Pajares y Esteso. Una se colocó delante y otra detrás, sin ningún recato de las distancias corporales. Le hablaban en inglés, con la afectación de quien quiere aparentar sensualidad pero sólo huele a tetra brick, mientras el chaval, que no pasaría de los veinticinco, aguantaba impertérrito el chaparrón sin pestañear.

Cuando lo aflojaron un poquito el chaval alcanzó a decir: ya os querría pillar fuera de aquí… pero ni caso me ibais a hacer.  Recogió con la pala unos papelillos del suelo y se marchó.

Una de las normas no escritas de los sanfermines es respetar a quien trabaja en la fiesta ¿fue este un caso de maltrato?


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