Apenas recuerdo tres o cuatro nombres de personas que destacaron en su gremio, pero Alberto fue el primero en pasar a mi disco duro de trivial pursuit fotográfico. Fue en el ’96 cuando tuve en las manos ese libro que le habría encargado la Caja de Ahorros, no sé si fue así o alguien de la antigua CAN le suplicó a Alberto que se viniera para el 6 de julio, con pase de prensa y todo lujo de detalles para retratarnos mientras nos desmadrábamos como sólo nosotros sabemos hacerlo. Tampoco sé si le escuché en una entrevista, leí en algún artículo o lo he soñado, que él vino ignorante de cuanto estaba por caerle encima: de estruendo, de color, de tufos, de músicas y de vasos de plástico, digo. Lo que sí sé es que no he vuelto a abrir ese libro, porque desgraciadamente no lo tengo, desde 1996, pero recuerdo perfectamente la foto de Alberto en el tendido de sol. Al final del libro. Inmortalizada ya la fiesta, metido hasta las cejas en ella, alguien de las peñas le mangó la cámara y le sacó la única foto en la que él aparecía. Recuerdo su cara. La cara de quien se rinde por fin -tras el trabajo, a la evidencia- y abraza los Sanfermines.
NOTA: Alberto Schommer murió el 10 de septiembre pasado. Su libro «La fiesta» está en la red de Bibliotecas de Navarra (23 ejemplares), merece la pena echarle un vistazo y así recordar a este grande de la fotografía.
Recuerdo verlo aquel año, primero en la procesión y luego, días más tarde en el tendido de sol, entre el Bullicio y el Muthiko.
Yo sí que tengo el libro en casa. Las fotos son distintas a sus retratos psicológicos, pero también son distintas a las otras fotos de sanfermines.