Anécdota futbolera 9


Un amigo de un amigo mío estaba en el bar el Redín disfrutando de los últimos estertores de una noche sanferminera como otra cualquiera, compartiendo con los escasos efectivos que aún quedaban de la cuadrilla uno de esos momentos insuperables como es la degustación del caldico.

Todavía hoy ese amigo de mi amigo se pregunta bajo la aplicación de qué leyes de la física es posible calentar de esa manera un líquido. ¿Meten el perolo en un alto horno? ¿Acaso tienen en la trasera un pozo que comunica directamente con el núcleo terrestre? ¿Bajo la apariencia de un inofensivo caldo lo que realmente nos dan es magma? ¿Hacen circular el caldico por un acelerador de partículas? ¿Introducen en la marmita barras radiactivas durante el proceso de hervido? ¿Son conscientes de que pedimos que echen un chorrotón de Jerez para enfriarlo un poco?

Lo cierto es que el mocé sostenía el vaso agarrándolo por el resbalón de la parte superior, ese reborde doblado que le da la mínima consistencia, única parte del plástico que no estaba en contacto directo con el líquido hirviente, tratando de tocarlo con la menor cantidad posible de átomos cuadrados de dedo, por supuesto de arriba a abajo para evitar que un hipotético derrame cayera sobre la mano, y encorvando el cuerpo en un escorzo quasimódico para intentar amortiguar los inevitables vaivenes de la masa de gente que atestaba el local. Comentaba en ese momento con alguien indeterminado la conveniencia de que sirvieran el caldico en vasos de un plástico con un espesor de gramaje un poco superior a la micra, el encarecimiento no iba a ser grande, y podrían evitarse casos que seguramente se habrán dado de quemaduras de tercer grado por derramarse el sopicaldo al derretirse irremediablemente el vasillo de marras. Que más que de plástico parecía de film transparente.

En esas estaba cuando irrumpieron en el local tres jugadores de cierto equipo que juega sólo con jugadores españoles en sus filas. Para no dar nombres, señalaré sólo sus iniciales: I. Larraintz., F. Gurénd., y R. Alkort. El amigo de mi amigo le preguntó directamente a éste último si era verdad que iba a fichar por el Real Madrid y contestó alto y claro que ni de coña. Pocos días después se oficializó su fichaje por la Casa Blanca.


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