Anécdotas sanfermineras (I). 4


Hace poco, y escuchando a un compañero de trabajo contar una batallita sanferminera, pensé que podía hacer un artículo y dedicarlo a las anécdotas, batallitas, e incluso bulos sanfermineros.

He recopilado varias, e incluso puede haber alguna de cosecha propia.

Llevar los palos de la pancarta, con el tiempo, pasa de ser un honor a una carga. Como quiera que las paradas en bares son mil y los turnos bastante espontáneos, en más de una ocasión ha habido más de un susto. Todas las peñas tienen historias curiosas. Recientemente, los miembros de La Jarana fueron avisados, mientras se encontraban con la txaranga en Calderería, que unos guiris habían pasado por la Plaza del Castillo llevando algo que parecía su pancarta, pancarta que ellos creían apoyada contra la pared. Las bromas y robos momentáneos de los palos entre peñas también suelen ser habituales pero la palma se la lleva la Donibane, que al desaparecerle la suya estuvieron todos los Sanfermines con la pancarta de los txikis. Y la … que perdieron los palos al principio de Sanfermines y aparecieron el 17 de julio en la oficina de objetos perdidos.

Esta historia se cuenta con tantas versiones que debe de ser verdad. Una de ellas la sitúa en Donosti. Resulta que uno de la cuadrilla se agarró semejante “pedo” una noche que sus amigos, para reírse de él, lo metieron en La Roncalesa y fueron a Donosti a la playa. Allí se quedaron todos dormidos, vestidos de blanco, pero, de manera organizada, fueron dejándole solo en la arena, en pleno mes de julio, y se apostaron en la valla del paseo para ver la cara de susto que ponía cuando se despertara, entre cientos de bañistas que miraban asombrados a esa extraña aparición (pensando estar en Pamplona y en San Fermín).

Hay versiones más crueles o más reales, quizá, en las que se envía al susodicho a Zaragoza en tren y sin cartera ni dinero, etc.

Cuentan que un trabajador de la residencia de La Meca, bastante jaranero y juerguista, tenía por costumbre pedir permiso a los internos para echarse una cabezadita en las camas de la residencia cuando llegaba a trabajar de empalmada, de manera que ellos acababan cuidándole a él en lugar de lo estipulado. La Meca, entendiendo el sobreesfuerzo que hacía y la poca operatividad de sus servicios, optó por darle fiesta del 6 al 14 de julio

He oído también la historia de una madre, hace ya unos cuantos años de ésto. Iba ella paseando, después de ver la salida de las peñas de la plaza de toros, cuando vió a un muchacho a lo lejos que al parecer estaba dirigiendo el tráfico (todavía circulaban coches por Carlos III). Estaba bastante castigado el mozo por el alcohol, pero sin embargo hacía su trabajo con bastante convicción. La buena mujer iba pensando que que pensaría su pobre madre si le viera. Conforme se acercaba a donde estaba el mozo, el corazón le dió un vuelco al comprobar que se trataba de su hijo pequeño.

Cosas que pasan. Seguiremos contando historietas y anécdotas, e invito a contar las propias de cada uno.

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