el casta


Los magníficos seises de los seis magníficos.

Eran una cuadrilla singular. Inigualables. Los seis magníficos. Uno menos que lo siete. Seis chicarrones del Norte. De Pamplona de toda la vida. La mar de sanfermineros. Castas a más no poder. Circunspectos en lo individual y nada retraídos en lo colectivo, desde que eran adolescentes los días seises de cada Julio lo daban todo. Morían con las alpargatas puestas. Pero ya rondaban los cincuenta y las cosas habían cambiado un poco. En los últimos años, mientras que para el resto de los mortales los Sanfermines comenzaban el seis a las doce del mediodía con el Chupinazo y finalizaban el catorce a las doce de la noche con el Pobre de Mí, ellos sólo disponían del día seis para poder reunirse todos juntos y poder participar de una u otra forma en casi todos los actos recogidos en el programa oficial de las fiestas. Por las circunstancias de la vida, se habían visto obligados a condensar sus Sanfermines en un solo día, el magnífico seis.

Por eso los seises de los seis se las traían.

Organizaban la quedada bien pronto, Para las ocho y media de la mañana. En algún lugar no muy «Apartado» del centro para tomar un buen desayuno. Asentado el estómago, se dirigían después en «Procesión» hasta la capilla de San Fermín en la Iglesia de San Lorenzo para postrarse ante la figura del Santo. Disfrutaban mucho de ese » Momentico» a solas con el morenico, al que mostraban todo el respeto, fervor y misticismo del que siempre le hacían gala: pilar fundamental en sus vidas, de bien nacidos es ser agradecidos. Acto seguido, para que no les pillase el toro cuan «Encierro» mañanero cualquiera, iban corriendo para deglutir el tradicional almuerzo hasta su «Peña» particular, el piso de uno de ellos en pleno casco Viejo que ese día hace funciones de casi todo. Menú sencillo por delante: huevada frita con todos los sacramentos convenientemente regada por elixires varios a base de bien. En la sobremesa, saboreando un brownie pelín hormigonado y un espumoso sorbetillo, breve tertulia con chascarrillos varios, recuento de anécdotas memorables de los sanfermines anteriores y repaso con gracia a la actualidad local, nacional y mundial. Como colofón al convite, un » Riau Riau » cantado al unísono con mucho » Gorgorito» suelto, y presurosos hacia la Plaza Consistorial para poder vivir el » Chupinazo» con la misma ilusión de siempre.

Una vez estallaba el cohete, aún les quedaba mucho día por delante. Jamás renunciaban entonces a otro de sus clásicos. Gran gira vespertina por los bares míticos de siempre, contrastadas y concurridas plazas de primera categoría como » La Monumental de Pamplona » en las que todavía eran capaces de demostrar la maestría y el arte torero que siempre habían atesorado años atrás. En aquellos templos habían lidiado numerosas faenas, habían vivido muchas tardes de gloria y se habían ganado la admiración de todo el respetable, jugándose la vida y arrimándose hasta más no poder, pero la verdad es que el tiempo pasaba para todos, también para ellos, y ahora que sus figuras recordaban cada vez más a las de Antoñete o el Formidable, recibían cierta indiferencia por parte de la afición. Casi nadie los reconocía. Ni se les valoraba su aportación a la Fiesta ni al gremio de los hosteleros. Pero les daba igual. Se la sudaba. Estaban ya de vuelta de todo. A » Cabezudos» no los ganaba nadie y sin desparramar ni una sola gota de los katxis y cubatas, eran capaces de brincar y bailar toda la tarde mejor que los «Gigantes» al compás de la música que » La Pamplonesa » tocaba cada mañana en » Las Dianas».

Bien entrada la noche, con muchas horas ya de juerga a cuestas, mucha txaranga y fanfarria en sus cuerpos serranos, sus cabezas empezaban a dar más vueltas que «La noria» y a escuchar más ruidos que si estuviesen en el centro de » Las barracas». Uno a uno, comenzaban entonces a entonar apesadumbrados el » Pobre de Mí» y sin «Mulillas»,»Zaldikos» ni » Autos de Choque» que los transportasen, regresaban danto tumbos a sus domicilios. Nada más llegar, por lo general, se acercaban sin demora al baño para sacudir algún que otro «Estruendo», echar más chispas que el » Torico de fuego» y desplegar alucinantes colecciones de «Fuegos artificiales». Meter dinamita y pólvora en el cuerpo durante todo el día es lo que tiene, que por algún lado tiene que salir.

Al día siguiente, 7 de Julio, cuando despertasen, los Sanfermines habrán concluido para ellos. Da igual. Resacosos perdidos, serán felices. Inmensamente felices. Un año más lo habrán logrado. Habrán disfrutado a tope de otro magnífico seis. Lo habrán dado todo. Habrán muerto con las alpargatas puestas. Para eso son unos castas a más no poder. La mar de sanfermineros. De Pamplona de toda la vida. Seis chicarrones del Norte. Uno menos que los siete. Los seis magníficos. Inigualables. Eran una cuadrilla singular.

 


Unas fiestas sin igual.

Plaza del Castillo. Sanfermines. Un día soleado. A media tarde. Trasiego constante.

Fermín, oriundo pamplonés, sesentón, tez pálida, barba poblada altamente descuidada, con trazas deplorables y famélica constitución, se encontraba sentado en el suelo y apoyado en la base de uno de los pedregosos porches que circunvalan la Plaza. Mientras tanto, al igual que Fangoria, miraba la vida pasar. En realidad, muy a su pesar, estaba tratando de sustentarse la vida del único modo que venía haciéndolo los últimos años: pidiendo limosna. Y para extrañeza de más de uno de los presentes lo hacía completamente vestido de pamplonica. De arriba a abajo. Con boina, alpargatas, bota y todo el monario. Se la soplaba lo que pensase la gente al verlo de esa guisa. Al igual que Alaska y Dinarama, se decía, a quién le importa lo que yo haga. Se lo debía a sí mismo. Los Sanfermines iban unidos inexorablemente a su vida y a su forma de ser, y pese a no tener un duro, ir vestido como tal era su pequeño homenaje personal a las fiestas que había mamado desde pequeño y que tanto suponían para él. Le había tocado vivirlos de todos los colores, al igual que los miembros de Parchís. Los recordaba, eso sí, muy dispares. Los de su infancia, al igual que La Abeja Maya, viviendo en un país multicolor, con cero preocupaciones; los de sus años mozos, al igual que Ricky Martin, livin´ la vida loca, con la adrenalina totalmente descontroladalos de sus primeros años de casado, al igual que Olé Olé, siendo un soldado del amor y creyendo cándidamente al igual que El Sueño de Morfeo, que su estado civil era para toda la vida: el del año de su divorcio, al igual que Alejandro Sanz, lo había vivido con el corazón partío; dolorosos también habían resultado los que habían coincidido con la crisis económica que lo había dejado de un día para otro El Último de la Fila y al igual que Amaral, toda la noche en la calle; y, por supuesto, tenía muy presentes los últimos, los peores, los únicos de los que renegaba, aquellos que al igual que cantaban Los Secretos, los recordaba bebiendo hasta perder el control y recurriendo desgraciadamente de forma constante al agárrate a mi maría. Con semejante trayectoria, no había día que no entonase al igual que Héroes del Silencio aquello de maldito duende. Pero hace escasos meses, se había armado de valor, había tarareado firmemente el sobreviviré, al igual que Mónica Naranjo, y había decicido volver a la ciudad que lo vió nacer para estar en sus fiestas y al igual que Pablo Alborán, volver a empezar. Quería, al igual que El Canto del Loco, volver a disfrutar.

Fermín levantó la vista. Miró en derredor. Sonrió para sus adentros. Cada día lo tenía más claro. Había sido un acierto volver. Se sentía vivo otra vez. Los Sanfermines eran unas fiestas sin igual. Incomparables. Lo podía decir con gran conocimiento de causa, pues se había recorrido la geografía española de feria en feria y de fiesta en fiesta recogiendo altruistas donativos y conociendo de paso sus gentes y costumbres.

En Valencia, donde de naranjas y limones acabó hasta los cojones, le trataron de convencer que no había fiesta como Las Fallas, con su mascletá, la nit del foc y la cremá de los ninots. Nada que envidiarles. Les había dicho que con la pólvora que empleamos en el Chupinazo, en los cohetes anunciadores del comienzo de los encierros y en los fuegos artificiales nos bastaba de sobra y que si de tener figuras quemadas se trataba, se pasasen a estar con los empleados de Focsa o de Policía Municipal el día 15 al concluir las Fiestas.

En Sevilla tiene un color especial, le comentaron que nada como la Feria de Abril con sus casetas y finos. Les había respondido que en Sanfermines para casetas ya tenemos las de la zona del Labrit, las de las barracas o las de las txoznas y que si se tomaban unos finos estupendos, pues le parecía cojonudo, pero que supiesen que en Pamplona durante las fiestas el personal se pone fino de todo.

En Donosti, ay Maitetxu Mía, los guiputxis contándole a todas horas que nada era comparable a la Tamborrada. ¿ Pero de verdad ninguno os habéis pasado por el Estruendo?……. les respondía con sorna.

En Gazteiz, tierra de Celedón, fardando todo blas de las inigualables fiestas de la Blanca y salta a la vista de todos que nuestra fiesta es Blanca y Roja, mucho más completa y colorida que la de ellos.

En Buñol, cansicos cancicos sus lugareños al igual que los de Gente de Zona y Marc Anthony, que no hay gozadera mejor que la Tomatina poniéndose perdidos de tomate unos a otros. Quisiera veros yo en los tendidos de sol durante las corridas de las tarde o en la Plaza Consistorial durante el Chupinazo a ver qué opináis entonces sobre lo que es gozar ensuciándose, les replicaba.

En el Botxo, desde Santurce a Bilbao….., en fin,……. bastaba con pedirles que saliesen por un momento de su mapamundi y preguntasen por ahí qué fiesta y semana es más conocida y popular en toda la Península Ibérica que su Aste Nagusía.

En Cádiz y Santa Cruz de Tenerife, cachondos de verdad donde los haya, no terminaban de creerse que los carnavales particulares que celebran las Peñas cada día antes, durante, y después de cada corrida de toros pudiesen superar a los suyos. Ingenuos, mas que ingenuos.

En Alicante, erre con erre conque no hay mejor desfile que el que protagonizan sus Moros y Cristianos. Se descojonaba cada vez que le sacaban el tema. De conjugar desfiles y creencias religiosas iban a hablarle. Bastaba únicamente con echar un vistazo a la Comparsa de Gigantes y Cabezudos en su recorrido diario. En los Gigantes tenemos de todo: moros, cristianos, afroamericanos y hasta algún que otro hindú. Y los Kilikis y Cabezudos, ya lo sabemos, se pasan todo el rato haciendo judiadas.

En El Rocío, que no encontrarán devoción mayor que la que se profesa a su Virgen en la Romería. Para qué iba a comentarles nada, nunca entenderían la que se manifiesta al Santo Patrón en la Procesión.

Y así podía seguir con el resto de ferias, fiestas, festejos, convites conocidos y por conocer…………………..

Nos sirva esta historieta de Fermín como ejemplo para darnos cuenta que los Sanfermines son unas fiestas sin igual. Eso ya lo sabemos todos los de por aquí, no solo Fermín, sino también los que hayan participado en ellas alguna vez. Pero al igual que canta Raphael, es un escándalo que muchos de fuera parezcan no saberlo todavía.


Puzzles y rompecabezas.

Para muchos, los Sanfermines suponen un buen rompecabezas. Especialmente para aquellos que han salido de juerga y sufren una monumental resaca. Pero también para los padres y madres que se rompen la cabeza con aspectos concernientes a sus hijos tales como con quién andará…..por dónde andará….a qué hora llegará…… También para los hosteleros, que no paran de romperse la cabeza permanentemente con el tiempo atmosférico que se prevea para el día siguiente. En Recoletas, la conocida como Plaza de los Ajos, los comerciantes ambulantes también rompen unas cuantas cabezas del oro blanco al cabo del día para su venta. Incluso en el patio de caballos casi todas las tardes acaban rompiéndose una o varias cabezas con destino al taxidermista. Y qué podemos decir de los Kilikis, Caravinagre y compañía, que rompiendo cabezas con sus vergas de espuma alcanzan gran popularidad y reconocimiento.

Y quien habla de rompecabezas, habla de puzzles.

Los Sanfermines constituyen también un magnífico puzzle, un conjunto de piezas perfectamente engranadas que la hacen ser la mejor fiesta del mundo. Por eso no sería de extrañar que muy pronto cualquier fabricante de juguetes sacase al mercado un gran puzzle plasmando gráficamente los mejores momentos y lugares de nuestras fiestas. Ya me lo estoy imaginando. Sería un puzzle universal. Apto para todas las nacionalidades. Apto para todas las edades. Y desde luego, multitudinario. Con cientos de piezas. Qué digo yo, con miles. Vale, de acuerdo, con cientos de miles. Eso sí, convendría leerse muy detenidamente el manuel de instrucciones antes de montarlo porque está claro que las piezas que lo compusiesen presentarían distintas peculiaridades y no encajarían de la misma forma al querer unirlas. Las que representasen al Chupinazo, por ejemplo, nos daríamos cuenta que únicamente conseguirían ensamblarse a base de emplear mucha, pero que mucha, presión y sobre todo mucho, pero que mucho, empuje. Las que representasen a la Procesión, por el contrario, veríamos que encajarían de forma bastante sencilla y natural, como la sonrisa y emoción que despliegan los pamploneses y visitantes de todas las partes del mundo al ver el paso del glorioso San Fermín. El Santo Patrón, por supuesto, ni que decir tiene, estaría representado por una pieza central única, que aglutinaría al resto y sería la más grande y brillante de todas. Las piezas que representasen al encierro, algunas convenientemente espolvoreadas con cierto producto antideslizante, serían piezas con las esquinas muy puntiagudas y se recomendaría manejarlas con ayuda de algún tipo de papel o periódico para no acabar lesionado con algún corte o herida. Las piezas que representasen a la Comparsa y a la Pamplonesa, nos daríamos cuenta sorprendentemente que serían piezas maestras que pueden acoplarse perfectamente a todas las demás como anillo al dedo y encajan en cualquier lugar. Las piezas que representasen a las zonas verdes de la Ciudad, fácilmente reconocibles por su tonalidad oscura, casi negruzca, tendrían tendencia a amontonarse las unas sobre las otras nada más sacarlas de la bolsa, convendría manipularlas con mucha suavidad, vendrían doblemente plastificadas por precacución  y terminarían encajando a la perfección las unas a las otras pese a su desigual tamaño. Entre las que representasen a la corrida de toros, convendría diferenciar entre las de la zona de los tendidos, que serían por lo general piezas de fácil agarre pese a estar rebañadas con una curiosa mezcla de grasilla y alcohol, y las del ruedo, con las que habría de ponerse especial atención cuando fuesen cogidas al resultar tremendamente delicadas. Para evitar sorpresas de última hora, debería advertirse que las piezas que representasen la salida de las peñas vendrían muy juntas y agarradas y costaría separarlas un buen rato al estar colocadas de semejante forma. Y finalmente, no estaría de más recalcar que al fondo de la caja vendría un cd con varias piezas musicales festivas que servirían para amenizar la construcción del mismo y nos encontraríamos también como en todas las fiestas mucho pieza y mucha pieza suelta a los que no tendriamos que darles ninguna importancia y deberíamos desecharlas rápidamente por ser defectos de fabricación.

Y quien habla de rompecabezas y puzzles, habla de pasatiempos.

Y amigos, amigas, por todos es conocido que no hay mejor forma de pasar el tiempo que vivir las fiestas de San Fermín.


Peripecias de un alcalde sanferminero. El Txupinazo (V).

Amigos, amigas, ni McGyver ni Houdini se vieron en otra igual. Como mucho el antiguo monarca al volver de Botsuana. Pasan tres minutos ya de las doce. La algarabía y el alboroto que se colaban hace poco por la ventana se han transformado en un escandaloso griterío. El personal, que se impacienta. Normal. Como yo, que llevo ya un par de minutos aporreando la puerta del baño con todas mis fuerzas y nadie responde a mi desesperación. Debo pensar algo con rapidez, ser ágil mentalmente, como cuando me hacen una pregunta comprometida en las ruedas de prensa o en los Plenos y tengo que salir airoso . Y………………..!! equilicuá !! Tengo una idea. No sé si es Brillante como el arroz, creo que es más bien un SOS, quizás más granulado que el anterior pero arroz también al fin y al cabo. Espero que resulte efectiva. Cojo todos los rollos de papel higiénico que tengo a la vista. A continuación, con toda la habilidad que mis temblorosas y sudorosas manos me lo permiten, voy deslizándolos con rapidez por debajo de la ranura de la puerta del baño con la esperanza que su acumulación en el pasillo dé a la vista de alguien y pueda liberarme de mi encierro. Surrealista situación. El colmo de los colmos. Ya estoy viendo los titulares de la prensa de mañana. » Pamplona. 6 de Julio. Comienzan las famosas Fiestas de San Fermín. El Alcalde de la Ciudad, principal protagonista del primer encierro de las Fiestas «. Esto………….. a ver………………… ¿ pero los encierros no empezaban el día 7 como toda la vida?………………¿ y desde cuando los protagoniza  el Alcalde ?……………….se preguntará la gente extrañada.

– Señor. señor, ¿está usted ahí dentro?- surge de repente una voz que me resulta familiar desde el otro lado de la puerta. La reconozco vagamente. Es la de uno de mis gorilas. Con el ruido de fondo, no distingo cuál de los tres, si es la de Mi gran amigo Joe, la de King Kong o la de Maguila, pero tengo claro que va a ser mi salvador, como Martín Monreal de Osasuna los años que hemos andado apuraos.

– ! Sí, sí………! – respondo a grito pelado con desespero. – ! Sácame de aquí cuanto antes!……

– ! Quítese de enmedio, que tiro la puerta abajo !

Obedezco. Me aparto. !!! Brooooooom !!!! es lo siguiente que escucho. La puerta revienta en mil pedazos. Vandalismo de andar por casa. Patrimonio municipal a hacer puñetas. El gorila se asoma. Lo veo entre la niebla, como Sigourney Weaver en la premiada película. Su cara al verme es un poema. Y no precisamente de Neruda. Me coge en volandas cual Perurena a las piedras pero sin tanto amor y arranca a correr hacia el balcón donde está preparado el cohete. Mientras hacemos el recorrido, al pasar a la altura de las escalinatas del Consistorio, veo con el rabillo del ojo a un par de municipales subir por ellas junto a un personaje oriental. El individuo en cuestión va hecho un cuadro. O mejor dicho, es un cuadro en sí mismo.Y no precisamente de Aquerreta o Salaberri. El sujeto porta un maletín de cuero marrón en uno de sus brazos y lleva un traje negro que a modo de lienzo recoge unos cuantos míticos colores txupineros: el amarillo mostacero, el rojo kalimotxero y el blanco harinero. Los encharcados bajos de sus pantalones que rechinan sobre la emperifollada moqueta de las escaleras a cada paso que da completan la jocosa escena que provoca. Con el tiempo me enteraría que se trataba del secretario de uno de los embajadores asiáticos invitados al acto que estaba alojado en un hotel de las afueras de la ciudad. Al hombre le habían mandado que a las doce en punto se presentase en el Ayuntamiento. El taxista lo había dejado al principio de la calle Nueva un cuarto de hora antes. ¿ Qué esperaba ?………………… ¿ Dónde se creía que venía ?…………….. ¡¡ Ay, angelico mío ¡¡……Desde luego, pienso, qué mundo éste, manda güevos, no ha estallado todavía el cohete anunciador de las fiestas y servidor y el colega ya somos los dos máximos candidatos para llevarnos este año los Trofeos Carriquiri y al Guiri del año.

El antropoide y yo alcanzamos la sala a trompicones. Imaginaros la escena. Partidas de culo, mandíbulas batientes y hazmerreir generalizado al verme llegar de semejante guisa. En pelotas y portado como un saco. Degeneración total. Decrepitud absoluta. Decadencia hecha persona. Por si fuese poco, me fijo en esos momentos que cientos de pasquines inundan el suelo de la estancia y diviso por una de las ventanas que miles de ellos están siendo lanzados también a la calle desde una avioneta especialmente contratada para la ocasión. Atisbo a ver el texto que viene impreso en negrita y mayúsculas en la parte de arriba de los panfletillos. Me resulta de los más cachondo. Lo que les va a gustar a mi mujer y a los del partido. » El Alcalde os ha dado plantón por un calentón. Ha priorizado darse un buen revolcón con la de la oposición. De vosotros, las fiestas y el cohete pasa mogollón. Hacer que le pase factura, copón». Touché. Lo sabía. Me lo temía. Una confabulación de la puta oposición en toda regla. Maniobras políticas orquestadas en la oscuridad. Está visto que todo vale en política. Son las reglas del juego. Las conocemos todos. Pero eso no impide que alcance el balcón a cumplir con mi deber. Diligente que es uno. Profesionalidad ante todo. Me dirijo al respetable, que menos bonito me llama de todo. Con la mejor de mis voces me acerco al micrófono y grito con toda mi alma como un poseso: !! Pamploneses, pamplonesas, viva San Fermín !!. !!! Iruñeko seme-alabak. Gora San Fermín !!!. A continuación, emocionado, excitado, por qué no decirlo, otra vez ligeramente empalmado, prendo la mecha.

 ¡¡¡¡¡ Fffffffffsssssiiiiiiiiiiiii……………….¡¡¡¡¡¡. ( Inenarrable sonido )

El breve lapso de tiempo que el cohete emplea para subir al cielo guiado de forma anónima por la varilla, lo aprovecho para mirar de nuevo a la gente congregada en la Plaza del Ayuntamiento. Lo flipo. Me quedo muerto. La Plaza está a reventar. Totalmente llena. No cabe un alfiler. Todos los asistentes se encuentran mirando hacia el cielo con sus pañuelos extendidos al aire. Agitándolos con brío. Sus rostros denotan expectación y deseo a partes iguales.  El Bullicio ( Pamplonés ) es atronador. Cuánto Muthiko ( Alaiak ) concentrado. Cuánto Mutilzarra reunido. Hay peña de todos los sitios de la ciudad, de La Rotxapea, de Donibane y hasta de Sanducelay. Todos con ganas de celebrar un inolvidable San Fermín. Con las mismas ansias que muchos de ellos celebrarán en septiembre los de Aldapa. Con mucha Armonía ( Txantreana ). Con tremenda Alegría ( de Iruña ). Con ganas de farra y de mucha Jarana. Hermanados como los del Anaitasuna. Sin querer meterse en ningún Charco. Lanzando al aire de vez en cuando algún que otro espléndido Irrintzi, como mínimo, de medalla de Bronce en cualquier competición. En definitiva, todos ellos queriendo vivir una fiesta Única. La Oberena de todas las Fiestas.

El instinto me hace alzar  la vista hacia el cielo. En ese preciso momento, la pólvora ha perdido toda su fuerza y el cohete llega a su punto más alto. De repente, se hace el completo silencio. El vacío se hace dueño del tiempo. No se escucha un alma. Fracciones de segundo después, sin embargo, como acertadamente recogió el famoso barbudo en su universal novela The sun also rises, sucedió un año más: – Al mediodía del seis de julio, la fiesta estalló. No hay otra forma de expresar lo que quiero decir-.

Fin.


Peripecias de un alcalde sanferminero.El Txupinazo (IV) 1

Mientras la concejal se aproxima hacia mí, pido al Santo que me proteja. Con su capotico o con lo que tenga más a mano, pues me temo que toda ayuda que voy a necesitar va a ser poca. Que me proteja de la embestida que quiere proporcionarme semejante loba. O tigresa. O leona. O lagarta. O lo que sea. Sí, lo sé, la comparo con animales desprovistos de cornamenta pero no os preocupéis que la corrida no se va a suspender. Ni de coña. Os recuerdo que los cuernos los voy a poner yo en unos momentos y pronto dispondremos de unos que hagan apta la lidia. Le pido también que me proteja para no resultar lesionado pese a la tremenda cogida que estoy seguro que me va a meter. Esto……… ¿ meter ?……..¿ a mí ?….. A ver, a ver, que me lío, aclaremos este punto cuanto antes, es muy importante,……….. ¿ me va a meter algo ?………….¿ pero no era yo el que debo ocuparme de eso ?……….Y sobre todo, le pido que me proteja de no dejarla embarazada, pues no llevo encima ningún preservativo. Pero eso todavía es solucionable. Puede que ella sí lleve alguno consigo o utilice algún método anticonceptivo. Trato de salir de dudas. – Esto, ……perdona……., ¿ vamos a usar algún tipo de protección ?. Es que yo no llevo ningún Willy encima. Ninguno. Ni al Toledo, ni al Fog ni siquiera al Wonka. Su espontánea carcajada todavía retumba en mis oídos. – Alcalde, eres un cachondo. Al inicio de la legislatura te pedimos llevar escoltas y nos los negaste, alegando que no era necesario que la oposición llevásemos protección alguna. Y ahora me vienes con estas…… Pero estate tranquilo. Llegado el momento emplea la marcha atrás, que es lo que mejor se te da hacer con todas los proyectos e ideas que la oposición te presentamos en los Plenos, con las ilusiones de los ciudadanos o con las comisiones de investigación que quieren crearse para poner luz y taquígrafos a tu gestión.

No hago caso a sus palabras. No me tengo por rencoroso. Llega a mi altura. Vaya momento. Subidón del bueno. Me siento como un divino del encierro……aquí huele a toro……hoy pillo toro….. hoy toco pelo.  O como un pastor con un toro rezagado en la Estafeta………..con la única defensa de su vara. O como un picador en su tercio……… deseando clavar un buen puyazo. O como un torero con duende…………..la faena va a ser de rabo, de orejas no sé, pero de rabo seguro. No me da tiempo a sentirme más cosas. Me desviste en un santiamén, ropa interior incluida. Me quedo únicamente armado con mi estoque, de capa caída y para el arrastre durante mucho tiempo pero hoy encelado perdido. Lo tengo con la ilusión de la alternativa. Suerte maestro. Es la hora de la verdad. La hora de la suerte suprema. Debo rematar la faena. Meterla hasta la(s) bola(s). Quiero salir por la puerta grande. Armar el taco. No escurras el bulto, decídete, que ya la tienes bien cuadrada.  No tienes que esperar a que el apoderado de turno o cualquier subalterno te diga: valor y al toro, que es una mona. Hazlo en corto y en derecho. No me da tiempo a decirme más cosas del argot taurino. Me mete un revolcón de aúpa. Espeluznante. Sobrecogedor. Estremecedor. Aterrador. Reíros,….reíros….. ! qué fácil es ver los toros desde la barrera !. Menudo trapío ha demostrado la señora en la acometida. La Doña, ha resultado ser un híbrido entre un Miura y un Cebada Gago con la clase de un Vitorino. Debo sobreponerme. Embraguetarme. Decido entrar al trapo. Ponerme el mundo por montera. Demostrar lo que soy. Un figura. Un primer espada. En la vida, en la política y en el amor. Me mentalizo. Tengo que sacar más valor que El Guerra para salir airoso de esta batalla. La miro. Le hago un desplante. Le hago un pase de desprecio.Pero ella se lo toma a mal, se crece ante el castigo y me hace un nuevo relance, del que nuevamente no consigo salir bien parado. Voy de mal en peor. Estoy contra las tablas. Ahogado. Sin respiración. Soy consciente que nadie va a salir al quite en mi ayuda. Debo estoquearla cuanto antes. Sin pinchar en hueso. Horror. Están a punto de dar las doce. No quiero que me coja el toro. En esas estamos, cuando se separa un poco y me dice: – Alcalde, cariño, creía que te manejabas mejor en el arte de la espada. Estoy esperando que entres a matar y recibir de una vez por todas una buena sacudida con semejante estoque. Ya sabes que tengo querencia por estas cosas-. A tomar por saco, me digo. Ni la puntilla voy a necesitar. Se va a enterar. Me lanzo a por ella, pero es entonces cuando me hace un quiebro propio del famoso Martincho y caigo de bruces contra las baldosas del baño, de sorprendente color arena cuan coso taurino cualquiera . Menudo trompazo me he dado. Recalco, trompazo. Adivinar con qué parte me he golpeado primero. Juramentos varios. Brutos exabruptos. Estrellitas girando. Pajarillos aleteando.

Aprovechando mi aturdimiento, en un rápido y certero movimiento, la colega recoge mis ropas y las lanza por la ventana, se pone su vestido en un plis-plás y abandona precipitadamente el baño cerrando con llave la puerta de chiqueros al tiempo que la escucho decir en alto: – Lo siento alcalde, antes es la obligación que la devoción y no sé a ti, pero a mí me están esperando en un balcón -.

Me quedo jodido. Bien jodido. Pero sin haber jodido. Ya me entendéis. La situación se las trae. Espeluznante. Sobrecogedora. Estremecedora. Aterradora. Repasemos. Soy el Alcalde, el Alkatea. Se supone que tengo que lanzar el Txupinazo en breves momentos. Sin embargo, me encuentro encerrado en el baño de señoras de la casa Consistorial. A treinta metros del balcón donde preparado está el cohete anunciador de las fiestas. Sin ropa. En pelotas. Más solo que la una, pero esto último no me chirria tanto, ya que es lo habitual en política, en los curros y en muchas ocasiones de la vida cuando a uno le vienen mal dadas. Procedente de la ventana, escucho el griterío de la gente acumulada en torno al Ayuntamiento. Los decibelios aumentan por momentos. Silbidos. Chillos. Gritos. Jolgorio. Redobles de tambores. Clarines. Enorme contraste con la sensación de vacío que existe en el baño. De repente, comienzan a sonar las campanadas que dan las doce. Me invade entonces tal acojono que ni a la Cenicienta cuando las escuchó estando en Palacio. Y me pregunto a mí mismo……….¿ de dónde cojones saco yo ahora unos ratones, un perro, un gato, una calabaza, un traje y unos zapatos raídos y un hada madrina que me ayuden a salir de este desaguisado ?.

( Continuará )………