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Desastre

Como agricultores tras pedregada, algunos hosteleros  ya han saltado quejándose de la baja ocupación hotelera y de la caída del número de visitantes durante las pasadas fiestas de San Fermín. No es nada nuevo, ya que se trata de un gremio dado al lamento.

Lo curioso es que, una vez más, piden apoyo público, planes estratégicos y no sé qué cosas más que tendremos que pagar entre todos para que ellos se beneficien. Que reflexionen, primero, sobre sí mismos, sobre los precios que disparatan, sobre la calidad del servicio que ofrecen (acojonante lo que que hay que pagar por una caña en vaso de plástico y un pintxo en plato de cartón) y, sobre todo, sobre la proliferación de aperturas (al menos 40 bares nuevos y 4 hoteles inaugurados en los últimos años solo en el Casco Viejo de Pamplona).

Se quejaba el representante de una asociación de hosteleros de la competencia desleal de comercios que obtienen licencias exprés para venta de bebidas alcohólicas. ¿Y no es competencia desleal que todos los nuevos establecimientos abiertos en lo Viejo en estos años, disfrazados de cafeterías y restaurantes, actúen con horarios, luces, licores y decibelios de discoteca? ¿Eso no es un fraude? Con los locales bien abiertos a la calle y aprovechándose del espacio público, cosa que, por cierto, también hacen el resto del año.

En fin, que más de lo mismo, que en vez de preocuparse por la constante huida del nativo, del vecino, algunos se preocupan más por intentar embaucar a los de fuera.

Que venga menos gente es, para mí, una noticia excelente.

Lo que me apena es que se vayan los de aquí.

Pero bueno, para desastre-desastre, mi pañuelo, que quiso huir de mí el 16 de julio al tender la colada.

Menos mal que Gurgur, comercio sano y preocupado por su vecindario, acudió en mi rescate.


Sanfertrificación

A un mes del txupinazo, los medios de comunicación locales son un aluvión de noticias sanfermineras. Elección de carteles, avances del programa festivo, actuaciones contratadas, toreros confirmados… Nada nuevo, pues siempre hemos sido proclives al entusiasmo cuando los hermanos Aldaz empiezan a arrearle al martillo o montamos en mayo las primeras colas en la Tómbola.

Lo que sí me ha resultado un tanto novedoso ha sido ver, ¡en el telediario de TVE!, la noticia del comienzo de la colocación del vallado. Y no lo hacen por lo espectacular del acontecimiento, no, sino por meros intereses comerciales, los intereses de ir calentando a la audiencia de cara a las próximas retransmisiones del encierro por parte de la cadena pública. En este mundo de hiperdifusión e hiperinformación, los medios de comunicación (los tradicionales y los modernillos) han hecho de nuestras fiestas objetivo fácil en esos tiempos veraniegos de sequía informativa.

Y a más difusión, más gente que viene a Pamplona, para regocijo del lobby hostelero y jodienda del vecindario, particularmente el del Casco Viejo, que ya viene sufriendo la contaminación y la reducción de espacios públicos que los empresarios que han cambiado el ladrillo por el pintxo provocan con el botellón que generan en las puertas de sus locales. De este modo, el vecindario de la Iruña más vieja abandona su barrio, primero en Sanfermines, más tarde con carácter definitivo, siendo nuestro Casco Viejo el único barrio de Pamplona que año tras año pierde población.

Y así, a lo tonto, casi sin enterarnos, estamos entregando nuestras fiestas y nuestras calles más queridas al turismo y a los intereses privados.

Y tan alegres, oigan.

Que mañana es escalera.

 

 


Cinco de mayo, certamen, escalera y más

Ascendemos esta noche un nuevo peldaño (o lo descendemos, nunca lo he tenido claro), conocemos ya los carteles de la Feria del Toro y el que anunciará las fiestas de San Fermín 2017. Pronto sabremos qué persona o colectivo lanzará el txupinazo el próximo 6 de julio y un buen grupo de margolaris anda ya pensando en cómo reflejar la actualidad en las pancartas de nuestras peñas.

Y, desde esta semana, fiel a su cita de los últimos 9 años, está en marcha una nueva edición del Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín.

En este enlace encontraréis las bases del concurso (con sus cuantiosos premios), el formulario que os permite inscribiros y enviar vuestro microrrelato. También disponéis de enlaces permanentes en el cartel que podéis ver a la derecha de vuestra pantalla y en el link de la parte superior.

Como siempre, se puede participar en inglés, euskara o castellano, con plazo hasta el 31 de mayo.

¡Suerte e inspiración!


El Duque de los Abruzzos 1

Como ya hemos comentado en otras ocasiones en este blog, los Sanfermines de los años 20 se convirtieron en destino turístico para personalidades procedentes de todo el mundo. Así, aristócratas, artistas y otras celebridades frecuentaron Pamplona durante los felices años 20.

Y, de entre todas estas figuras, destaca la visita de Luis Amadeo de Saboya, Duque de los Abruzzos, en 1929.

Este noble italiano, hijo de Amadeo I de Saboya, efímero rey de España, nació en Madrid en 1873 y siendo adolescente se enroló en la Reggia Marina italiana, lo que le llevó a recorrer medio mundo en busca de aventuras. Participó en expediciones a Alaska y el Polo Norte, conquistó las cumbres de la cordillera Rwenzori en África y atacó incluso el K2, aventura que acabó en fracaso.

Finalizada la Primera Guerra Mundial, volvió a alejarse de esta Europa marcada por el odio y emigró a Somalia, colonia italiana por aquel entonces, donde fundó un asentamiento, Villaggio Duca degli Abruzzi, en el que trató de aplicar técnicas agrícolas modernas.

Con la visión propia del colonialismo paternalista, el Duque intentó mejorar el rendimiento de las tierras y promover la educación y el desarrollo tanto de la población nativa como de los cientos de colonos llegados desde Italia a Villabruzzi, topónimo con el que se acabó conociendo popularmente la población. El algodón y la caña de azúcar fueron los productos estrella de la explotaciones agroindustriales de este asentamiento colonial, que llegó a aglutinar a dieciséis aldeas y que hoy recibe el nombre de Giohar.

Residencia del Duque en Somalia. Imagen: http://www.150storiaditalia.it/it/approfondimento/viaggi-ed-esplorazioni/

 

A su muerte en 1933, Luis Amadeo de Saboya fue enterrado cerca de su colonia, a orillas del río Uebi. Su esposa somalí, Faduma Ali, fue una de las muchas personas que le lloraron.

De este espíritu libre y de su merecida fama de playboy se hizo eco cierto diario navarro, muy tradicionalista, en su edición del 8 de julio de 1929:

Visita estos días nuestra ciudad SAR Luis Amadeo de Saboya, hijo del usurpador Amadeo, y reconocido explorador y aventurero. Se le ha podido ver por las terrazas de distintos establecimientos de nuestra capital, alternando con otros forasteros, como es el caso de los reporters estadounidenses Ernest Hemingway y John Dos Passos. Les acompañan en todo momento bellas señoritas, extranjeras en su mayoría, cuya conducta licenciosa nada tiene que ver con el comportamiento virtuoso de la mujer navarra, que jamás se dejará dominar por la influencia de los vapores etílicos y las danzas pecaminosas que estos supuestos intelectuales quieren imponer en nuestra gallarda tierra.


Apocalipsis SF 1

Decía mi colega sanferman la semana pasada en este mismo blog que no quería ser apocalíptico.

Qué va, ni un poquico…

Como quiera que aún faltan unos días para dilucidar estas discrepancias donde hay que hacerlo, alrededor de mesa y mantel, aprovecho estas líneas para echar leña al fuego y seguir con el debate.

Afirmaba sanferman que cinco son los pilares de nuestra fiesta, a saber, la religión, el comercio, el toro, el folklore y la indumentaria. Sin negar la importancia de estos elementos, creo que mi querido colega olvida el auténtico pilar, el único, diría yo, que no es otro que el alcohol. Sin este, nada de lo demás tiene sentido.

Aún así, sanfer exponía con su habitual rotundidad que esos cinco pilares están en peligro.

Afirmaba sin rubor que hay ateos que creen en la existencia de San Fermín (sic) y yo le rebato que son más los católicos que no van a misa y más aún los que no entienden a aquellas personas que se empeñan en exigir a un alcalde que vaya a misa. Conviene recordar que nos encontramos ya en un siglo XXI bastante avanzadito.

Respecto a lo comercial, tal vez no se vendan ya demasiados caballos (de todos modos esta ha sido siempre una actividad celebrada en el extrarradio) pero no hay duda de la importancia que tiene la vertiente comercial; así, Pamplona ha desarrollado y potenciado una industria hostelera, sacrificando a un barrio y a su población en beneficio de un lobby poco preocupado por los efectos perniciosos que crean en el ser humano, no solo durante San Fermín, sino sobre todo el resto del año. Si en vez de ocupar y contaminar calles y oídos contaminaran ríos, ya habrían sido desterrados al extrarradio hace años, haciendo compañía a los caballos, curiosamente.

Que lo taurino atrae menos a la juventud es discutible. Hay que ver si la ha atraído en el pasado. Lo que sí salta a la vista es que resulta menos habitual el veinteañero que se saca el abono completo para la Feria del Toro. Con dos o tres días les basta. Y es esta actitud del con dos o tres días suficiente la que sí que está minando el espíritu pamplonés de la fiesta. El nativo está abdicando de los sanfermines. Disfruta de dos o tres días y luego huye, abandonando la ciudad a lo peorcito del hooliganismo peninsular y continental. Pero este es otro tema…

Tampoco creo que el folklore ande en peligro. San Fermín es una fiesta eminentemente floklórica y si ha alcanzado cierta fama internacional ha sido gracias a su pintoresquismo. Y la gente sigue viniendo y a los aborígenes nos siguen gustando jotas, txistus, dantzas, gigantes o encierros.

Y respecto a la indumentaria, es evidente que ese blanco tan bonito sigue triunfando. Hasta los adalides del mal gusto y los colorines horteras se visten de nuevo de blanco en cuanto el último periodista y la última cámara abandonan la Estafeta a las 8:45.

Así pues, pocos motivos veo yo para el alarmismo, y menos para ver oscuras conspiraciones que quieran acabar con nuestras esencias, si es que puede calificarse de esencia cocerse durante nueve días seguidos.

Sobre lo que no me cabe duda es sobre un hecho natural. Vamos envejeciendo, cada vez nos quedan menos sanfermines por disfrutar y nuestra perspectiva cambia. Tal vez no sea la fiesta la que esté cambiando, tal vez sean nuestros cuerpos y nuestras mentes las que varían con el tiempo.

Pero qué queréis que os diga.

Yo cada vez me lo paso mejor.

Sobre todo si tengo a sanferman cerca.

 

 

PD.- Ya que se menciona un libro blanco de los sanfermines, por favor, que sea blanco y rojo.