En su justa medida 1
Si nos ponemos analizar los Sanfermines, antes que meternos en libros blancos y demás berenjenales, no estaría mal mirar el continente antes que el contenido. Hay cosas que en nuestras fiestas funcionan bien desde hace más de un siglo, porque alguien en su día dio con la tecla de la medida exacta.
Mari Ganuza, el de la Comparsa, suele decir que los gigantes de Pamplona se diseñaron con la medida de la calle mayor. Y, efectivamente, esa es su mejor proporción. El casco viejo es el ecosistema de los gigantes y allí es donde siempre serán eso, gigantes. Cuando han tenido que salir fuera, las proporciones son la primera víctima. Don Tadeo Amorena acertó en altura y anchura.
En los años veinte un señor apellidado Jiménez hizo cálculos para una plaza de toros en una ciudad de 30.000 personas. Fijó el aforo en mas de doce mil. Echó las cuentas contando hasta con el ferrocarril del Plazaola. Hasta los años sesenta no hubo que rectificar la medida y fue para aumentarla hasta casi los veinte mil. Para dar contenido al continente, Miguel Criado «El Potra» inventaría años después el concepto «toro de Pamplona», aquel que engallado al salir de toriles parece todavía más grande que en el campo. Como los gigantes de Amorena.
Los fuegos artificiales son el acto más multitudinario no sólo de San Fermín sino de la ciudad de Pamplona, gracias a la Ciudadela y los Glacis de la Vuelta del Castillo. No hay quien supere esa afluencia de público.
Quien quiera inventar nuevos actos y nuevas tendencias en nuestras fiestas, si quiere que sean duraderos, tendrá que clavar antes la medida del recinto. Si no se quedará más blanco que el libro de los Sanfermines.