Josemiguelerico


En su justa medida 1

Si nos ponemos analizar los Sanfermines, antes que meternos en libros blancos y demás berenjenales, no estaría mal mirar el continente antes que el contenido. Hay cosas que en nuestras fiestas funcionan bien desde hace más de un siglo, porque alguien en su día dio con la tecla de la medida exacta.

Gigantes de Pamplona, pasando al lado de la plaza de toros. Año ¿?

Mari Ganuza, el de la Comparsa, suele decir que los gigantes de Pamplona se diseñaron con la medida de la calle mayor. Y, efectivamente, esa es su mejor proporción. El casco viejo es el ecosistema de los gigantes y allí es donde siempre serán eso, gigantes. Cuando han tenido que salir fuera, las proporciones son la primera víctima. Don Tadeo Amorena acertó en altura y anchura.

En los años veinte un señor apellidado Jiménez hizo cálculos para una plaza de toros en una ciudad de 30.000 personas. Fijó el aforo en mas de doce mil. Echó las cuentas contando hasta con el ferrocarril del Plazaola. Hasta los años sesenta no hubo que rectificar la medida y fue para aumentarla hasta casi los veinte mil. Para dar contenido al continente, Miguel Criado «El Potra» inventaría años después el concepto «toro de Pamplona», aquel que engallado al salir de toriles parece todavía más grande que en el campo. Como los gigantes de Amorena.

Los fuegos artificiales son el acto más multitudinario no sólo de San Fermín sino de la ciudad de Pamplona, gracias a la Ciudadela y los Glacis de la Vuelta del Castillo. No hay quien supere esa afluencia de público.

Quien quiera inventar nuevos actos y nuevas tendencias en nuestras fiestas, si quiere que sean duraderos, tendrá que clavar antes la medida del recinto. Si no se quedará más blanco que el libro de los Sanfermines.


El rábano y las hojas

Foto y pie de fotos publicados en "Diario de Sevilla" el 12 julio 2015

Foto y pie de fotos publicados en «Diario de Sevilla» el 12 julio 2015

Seis de julio 2015. El día que, a la postre, resultó el más caluroso del verano pamplonés, una noticia lúgubre llegaba a las redacciones de los medios de comunicación. Un pamplonés fallecía ahogado en el Arga minutos después del chupinazo. El suceso parecía fortuito.

La noticia fue publicada de manera amplia a la par que respetuosa respetuosa por los distintos medios locales y resultó una página más de unos Sanfermines muy calurosos.

 

No tuvo ese parecer a la redacción de “Diario de Sevilla”. El rotativo hispalense publicaba días después en su edición impresa esta foto, con un pie de pretendido carácter ejemplarizante.  Bajo el subtítulo  “ejercicio de imaginación” el texto mostraba su extrañeza e incluso una velada censura, porque los oficiales del juzgado, o la propia Policía, trabajasen vestidos «de pamplonica» en el levantamiento del cadáver. A continuación trasladaba la escena a la Feria de Abril.

    Leído desde un punto de vista pamplonés, el texto dejaría perplejo a cualquiera. En primer lugar por la familia del fallecido. Eligieron la foto que otros habían decidido no publicar.

En segundo lugar, porque nada en la indumentaria de los que atienden la operación haría pensar que se encuentran de juerga o haciendo dejación de sus funciones. Y en tercero porque vestirse “de pamplonica” no es una predisposición a ir de juerga; sino la indumentaria más diligente para salir a la calle un seis de julio.

Ya son ganas de buscarle tres pies al gato…


La Casta 6

No, el titular no va sobre la raza o bravura de los toros. Ni sobre una seguidora furibunda de las costumbres locales que si fuese masculino le llamarían «el casta».

2014: aspecto de los burladeros del Ayto. de Pamplona y Delegación del Gobierno.

2014: aspecto de los burladeros del Ayto. de Pamplona y Delegación del Gobierno (Canal Plus).

La acepción con la que debe interpretarse la palabra, en noviembre de 2014, es la que se refiere a la clase dirigente. Aquella a la que las encuestas, hoy en día, pintan un futuro negro.

No estoy por la labor de redactar un manifiesto comunista sanferminero. Además, con «Podemos» en el poder, desaparecería la tauromaquia, encierros incluidos. Pero en la Plaza de Toros de Pamplona, del 6 al 14 de julio,  se aprecia cada tarde un retrato tan esperpéntico del poder, que dan ganas de echarse al monte.

No me refiero al palco, donde tradicionalmente se concentran las autoridades. Ni a los tendidos, donde cada uno en su asiento puede celebrar la fiesta como le venga en gana. Me refiero a cuatro burladeros de servicio del callejón, que la clase política tomó hace mucho tiempo al asalto y a los que se aferran como al barco de Chanquete. Un espacio de trabajo convertido en zona vip, para gente a la que toros y toreros que se la están jugando a un metro, se la suda.

¿No es consciente aún la Delegada del Gobierno, del ridículo que hizo en 2013? ¿no son conscientes los consejeros zampabollos, de que aquello es un espacio de trabajo y no un palco de la Diputación? ¿no se dan cuenta que para divertirse con los amigos o la familia hay sitios mucho más discretos?¿no se mueren de vergüenza cuando aparece un ordenanza para llevarles la merienda y se queda con la copla toda la plaza? ¿tan de cemento tienen el rostro, para verse de esta guisa en la tele?

¿No tiene otro lugar el jefe de la Policía Municipal donde echarse la siesta? ¿un burladero de servicio es el lugar más adecuado para que el jefe de la Policía Foral, el comisario y sus señoras, tomen champán en copa de cristal?

Lo del baranda de la boina roja tiene agravante: según cuentan los periódicos, en 2015, pretenden pasar la factura a las empresas taurinas por cada servicio: a 600 euros la tarde. Van de gorra, beben champán, presumen con la parienta, curran sus subordinados… y encima pretenden cobrar.

Lo dicho, la casta. Una panda de roldanes. Adivinad quién fue uno de los primeros en asaltar a «mano armada» aquellos burladeros:

uis Roldán (foto Antonio Gabriel, "El Pais")

Luis Roldán con una pistola de agua en la plaza de Pamplona (foto Antonio Gabriel, «El Pais»)


El «hater» de la feria del toro 4

El hater  En el mundo de las redes sociales  se les llama «haters» (del inglés «odiadores») a aquellos personajes que pululan por las redes sociales ciscando a diestro y siniestro con mala leche y amargura. Son personas en estado de cabreo perpetuo a las que el anonimato o la impersonalidad del medio les hace soltar sapos y culebras en ciento cuarenta caracteres. La gente famosa, su rival futbolístico o sus antagonistas políticos suelen ser blanco de sus iras.

Como uno no se mete mucho a Twiter durante los sanfermines, no sabe si habrá muchos «hater» de nuestras fiestas, imagino que surgirán de manera proporcional a la fama o difusión de estas. Se lleva mucho lo de escribir, aquí te pillo, aquí te mato, desde un teclado táctil.

Pero hoy no toca hablar de un «hater» anónimo o de redes sociales.  Sino de un nota que odia la «Feria del Toro» y larga los exabruptos con su firma o iniciales en negro sobre blanco. Es profesional de la información taurina. Para respetar su identidad, desde una entrada que se firma con seudónimo, no mencionaremos su nombre.

El odiador ha largado contra la Meca, el encierro,  el Ayuntamiento, los ganaderos, los veintemil espectadores de la plaza y contra el resto de los pamploneses. Le faltan amigos y le sobran gatos. Pero sus escritos, bien porque los lectores no van más allá del primer párrafo o porque directamente cambian de página, pasan absolutamente desapercibidos.

Ha especulado sobre planes para eliminar la lidia en beneficio del encierro, ha invocado a los matadores a trincar más dinero de una institución benéfica, ha insultado literalmente a los espectadores. Pero lo mejor ha sido, para jodienda de este Iznogud,  que casi nadie se ha enterado de los espumarajos que espurre.

En la imagen se adjunta el párrafo de un artículo suyo firmado en julio de 2013. En un semanrio taurino. Hablaba de una corrida en Pamplona. No lo firma un animalista. No lo firma Eugenio Noel ni «Pármeno». Lo firma alguien que vive por y para la difusión de la tauromaquia y por cierto, a costa del erario público.

Qué putada le resultará tragarse por obligación la feria. Tiene que volver a casa cargadico de bilis todos los años.


Unos muletazos en el Redín 4

Hace pocos días se conmemoraba el 30º aniversario de la muerte de Francisco Rivera «Paquirri» en Pozoblanco. No muchos José Cubero, "Yiyo"recuerdan que el matador de Barbate pasó varios meses de su juventud en Pamplona toreando novilladas sin picadores junto a su hermano «Riverita» y Paco Ceballos.

Pero de quien vamos a hablar hoy es de otro de los componentes de aquel cartel maldito de Pozoblanco: José Cubero «Yiyo«. Pues resulta que a «Yiyo», que era un matador triunfador en Pamplona, le gustaba salir a entrenar por las mañanas aunque estuviese en San Fermin. Y lo hacía vestido con chandal, pero con muleta y capotes.

Además «Yiyo», en unos de los Sanfermines de los ochenta, vino  acompañado de un matador colombiano desconocido en España. Por la mañana se fueron a la zona de «El Caballo Blanco» a torear un rato de salón. Si uno lee las hemerotecas de la época sabrá que cada año algún incauto caía murallas abajo por esa zona, ya que era lugar de gente durmiendo la curda o haciendo todo tipo de actividades en «lo oscuro».

Pues Yiyo y el colombiano sacaron las muletas y comenzaron a torear en el cesped, cerca de toda aquella peña en estado catatónico. La escena tuvo que ser digna de Cristina García Rodero, pero no había nadie ahí en estado de poderlo recordar. Horas después de la singular faena, Cubero saldría a hombros en la Plaza de Toros de Pamplona. Y años después, en los noventa, lo haría también el colombiano que hacía de toro. Su nombre también os sonará: se llama César Rincón.