Josemiguelerico


La Ciudadela de Ramón Areces

Dicen que Ramón Areces fue un mago del comercio. Primero supo ganar la partida a Galerías Preciados, en la propia Calle Preciados y más tarde abrir delegaciones de su negocio en  las ciudades más importantes de España.

En los sesenta abrió el primer “El Corte Inglés” de Barcelona, en la Plaza de Cataluña. Cuentan las crónicas que los viandantes se quedaron con boquiabiertos al presenciar cómo el edificio estaba coronado por una senyera. Areces ganó cientos de clientes sin haber subido la persiana.

En Bilbao, a finales de los años setenta,  “El Corte Inglés” organizó elconcurso de ideas germen de la Aste Nagusia (Marijaia incluida).

La estrategia de Areces era clara: su marca tenía que ser la más catalana en Barcelona, la más bilbaína en el Botxo o la más foral en Pamplona. Por eso no debe extrañar que ECI sea el patrocinador desde hace cinco años de los Premios Ciudadela de toreo a Caballo. Lo que en tiempos de D. Ramón hubiese sido un exotismo, un navarro con sombrero cañero toreando encima de un caballo, hoy en día es una realidad inherente a los Sanfermines: dos de los tres primeros rejoneadores del escalafón de 2013 han resultado ser navarros.

El próximo jueves 21 de noviembre Roberto Armendáriz recogerá en Baluarte a las siete de la tarde, el galardón al mejor toreo a caballo en la Feria del Toro de 2013. Será la primera vez que lo haga en solitario, pues ya en el año 2011 lo consiguió ex aequo junto a Pablo Hermoso de Mendoza. Por ahora son ellos dos los únicos caballeros que se han llevado el trofeo a casa, dado que la hegemonía de Hermoso había sido absoluta hasta este año.

Estáis todos los lectores del blog invitados.

 


Siestas de San Fermín 3

Chapu Apaolaza es uno de esos cronistas de la fiesta que los Sanfermines tienen el lujo de contar entre sus filas. Y aunque Chapu en esos días esté de fiesta y no escriba nada para el periódico, siempre acaba dejando retazos de sus vivencias en la fiesta.

En los pasados Sanfermines Apaolaza se había quitado de correr el encierro y esquivaba el síndrome de abstinencia de la cuesta de Santo Domingo disparando a diestro y siniestro con una cámara de fotos de bolsillo. De manera que empezó a subir fotos a las redes sociales bajo el epígrafe «Siestas de San Fermín», porque bien fuera por el calor o por el cansancio acumulado en los primeros días de fiesta, sus amigos comenzaban a caer fulminados en la sobremesa del ocho de julio y para no dejar de hacerlo a la misma hora hasta el “pobre de mí”.

Siesta y fiesta, feria y fiesta, feria y siesta, tienen una relación directamente proporcional. Si uno pertenece al grupo de los que están levantados a la hora del encierro, disfruta de las tardes de toros y no renuncia a festejar por las mañanas o en las primeras horas de la noche, necesita tanto de una cabezada como de tener algo de dinero en la cartera. Son el pequeño acto de conciliación sanferminera con la fase REM. Para ejecutarlas no hace falta pijama y orinal: una silla, un sofá incluso un banco pueden ser el lugar adecuado.

Porque se le pueden robar horas de sueño a la noche, pero no engañar a la siesta. De hacerlo, las consecuencias pueden resultar catastróficas. Red Bull dará alas, pero no hace milagros. Quién esto firma, ha visto a gente plácidamente dormida entre las almohadillas del tendido de sol, a eso del tercer toro, cuando la zolda empezaba a invadirlo todo. A locutores de radio con los párpados cerrados mientras su hablar se transmutaba en farfullido. Cualquier día, a algún Presidente se le caerá la chistera del palco en plena lidia de los miuras, por no haber hecho los deberes a tiempo.

Así que el siete de julio, sobre las cuatro y media de la tarde, volveremos a entonar un discreto e inaudible ¡felices siestas!.


Hacer la goma 4

La memoria en Sanfermines es como los clclistas tocados en el Tour: hace la goma.

Puede que una tragedia de enormes dimensiones haya podido sacudir la ciudad a las ocho de la mañana que doce horas más tarde, si Padilla monta el taco en la plaza a todos se nos olvida por momentos.  Si el recuerdo es del día siete, durante la procesión, al cuerpo jaranero le parecerá que aquello sucedió en otro siglo el doce de julio. Sin embargo, al atravesar el rubicón de la madrugada del 15 de julio, con su sueño y su resaca, la memoria vuelve a estructurarse en la cabeza con cierto orden, componiendo un collage de recuerdos más o menos coherente.

El que esto firma tiene vocación de hombre orquesta en asuntos del cuerno, de manera que en el año de los cabestros locos, cabestros muertos, montones, matadores corriendo el encierro, toros dando brincos, delegadas a la fuga, morantes pegando petardos y pelotaris saliendo a hombros, este menda puede situar bastante bien el orden cronológico de los días. El problema es que dos horas después de cada evento taurino, almorzara, comiera o cenara con otras gentes o fuese perseguido por «el Coletas» que no perdonaba ni un vergazo.

De manera que estos días post-fiesta la gente me habla sobre sus encuentros sanfermineros conmigo, como si pensaran que recuerdo algo o que mi memoria estaba activa. Tengo unas lagunas tremendas y lo peor es que no están provocadas por el alcohol. Debe ser cosa del estrés o del olor de la resina de los tilos que este año pegaban más que la cola de carpintero.

A tal punto llega la cosa, que ya los hay que quieren aprovecharse de mí. Asegura Gaupaseitor haberme visto llevando por Jarauta los palos de la pancarta de su peña ¡Qué ocurrencias! Todos sabemos que los del Anaita con su pancarta son como los almonteños con la Virgen en el Rocío… no puedes acercarte a ella si eres un extraño. Tampoco reconoceré jamás que me dejé olvidada a mi mujer camino de los Corrales del Gas en la noche del seis de julio. A nadie se le escapa que esa conducta hubiese supuesto mi muerte sanferminera.  Y por supuesto sólo a una mente maledicente se le ocurriría pensar que aquel niño perdido en la puerta del patio de caballos era mi hijo (los chavales le llaman papá a cualquiera).

De manera que la memoria, por muy desarrollada que uno la tenga, sufre en sanfermines una prueba de estrés extrema.

A todo esto, ¿de qué os quería hablar hoy?


Paradojas de hace casi un siglo… 7

Pamplona 7 de julio de 1922. Se inaugura la «nueva» Plaza de toros de Pamplona. Por la mañana han corrido el encierro los toros de Vicente Martínez, ganadería de Colmenar Viejo, produciéndose a la entrada del callejón el primer montón de su pequeña historia.

Pero ya ha llegado la tarde. Los picadores de Saleri, La Rosa y Marcial Lalanda calientan los caballos por la explanada que con los años se llamará el Paseo de Hemingway. Pero ni los árboles han crecido todavía, ni el suelo está adoquinado ni los caballos de picar portan todavía peto, que no será impuesto hasta seis años después por Primo de Rivera.

Al fondo junto a la plaza, una peña se aproxima para estrenar sus localidades, sin conocer todavía que van a tener que dar mas de media vuelta al coso hasta encontrar su puerta de acceso. A la Plaza todavía no le ha crecido la andanada, pues esta será construida en 1967.

Sólo dos imágenes recuerdan a la actualidad: la barandilla enrejada tan característica de la zona de la media luna y la muralla del baluarte de Labrit que se ve al fondo a la izquierda.

Con una paradoja: el lienzo de la muralla más próxima a la plaza de Santa María la Real se encontraba igual de derruido que en la actualidad, tras el derrumbe que sufrió la muralla tras las lluvias de este verano.

O eso parece apreciarse en la foto.

previo_corrida_1922


La Feria de Abril 4

Hasta hace dos años, cuando alguna mente reivindicativa le quería dar caña a “Ella“ solía utilizar como arma arrojadiza que la munícipe quería convertir los Sanfermines en una “Feria de abril”.

La acusación, rimbombante y sonora, dejaba claro que tanto el acusador, como la antigua alcaldesa, nunca habían estado en la feria de abril sevillana.

El que esto firma conoció la feria de abril la semana pasada y llegó allí afectado por los mismos tópicos con los que un sevillano se enfrentaría al cruzar por la Jarauta un 7 de julio.

Tras pasar una noche de calor sahariano, entre caseta y caseta, un servidor terminó por apercibirse de que la Feria de Abril y los Sanfermines no son tan distintos.

1- Ambas fiestas están hechas para ser disfrutadas con los amigos. El resto son aditamentos.

2- En ambas fiestas, digan lo que digan, te orientarás mejor con un cicerone local o integrado en una cuadrilla aborigen.

3- La jarra de rebujito y la jarra de sorbete son elementos socializadores similares.

4- Las casetas no están abiertas al público pero… ¿acaso es fácil encontrar entradas para los toros en Pamplona?  en ambos sitios si no estás… te pierdes la mitad de la fiesta.

5- Y por último. Las chicas vestidas de flamenca, arregladas y coquetas, provocan un efecto erótico festivo similar al de las camisetas blancas y pañuelico rojo. Podrías echarles la capa a su paso, rondarlas y declararles amor eterno pero… ¿quién no garantiza que al día siguiente sean estupendas, punkies o góticas?