Ayuno 4


Esa es la palabra que resume mis sanfermines en este 2013, en el sentido más literal del término.

Dicen que el ayuno y la abstinencia contribuyen a templar los apetitos y a forjar el carácter.
Así pues, debo de haberme convertido en un ejemplo de templanza pues empecé las fiestas con ayuno de txupinazo, poteo y comida con la cuadrilla, procesión el día 7, vermut, primera de feria… porque estuve fuera de Pamplona hasta el día 9.
Seguidamente hube de practicar la abstinencia de toros (después de un montón de años sin fallar en el tendido) porque al llegar a casa ya tenía programada para los días 10-11-12 una visita de unos clientes del trabajo que me absorbieron esas tres jornadas y apenas me dejaron tiempo para nada más.

El fin de semana final, apenas quebré este monacal régimen de vida con un par de cortas salidas mañaneras para tomar un par de cañas con unos pinchos por las calles del Casco Viejo. No obstante, estos breves paréntesis, tuvieron un tinte más bien mortificante, pues me dí cuenta de lo que me había estado perdiendo y por otra parte de lo que aún me iba a perder, porque sabía que ni esas dos tardes ni sus correspondientes noches las iba a poder celebrar y disfrutar como Dios manda.

En fin, unas fiestas descafeinadas y mas propias del abuelo cebolleta.

Pero bueno, deciros que en realidad tampoco tengo motivos para quejarme, porque este ayuno de fiestas me lo compensaba cada día con creces una cosica de unos 85 cm de altura y 11 kilos de peso, con algo menos de 2 años, que se me colgaba del cuello nada más llegaba a casa.
Esa misma canija a la que acabo de meter en la cama poco antes de ponerme a escribir estas líneas.


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