Capítulo II. La fiesta comenzó. (Y yo con estos pelos.) 2


Nada más llegar al piso, se dio cuenta de que Benancio, el casero, era un crack. En hora temprana, el piso situado en un primer piso de la calle San Lorenzo le aguardaba. Un constante trajín de gentes que entraban y salían restallaban sobre el suelo de madera.

-Tu debes ser Lou-Lou, Ongi etorri- Una sonrisa, dos besos y un abrazo fueron su tarjeta de presentación, dejándola impactada al ser la primera vez que se veían.

-Oui, c´est moi- acertó a contestar, no sin dejar patente en sus mejillas un rubor impropia en ella.

De la cocina se deslizaba un aroma a comida y ruidos de pucheros que le hizo recordar que estaba en ayunas. No sabía el porqué pero estaba tensa, quizás timorata, ante tanta gente extraña pasando de impoluto blanco. Era el nerviosismo propio de estar en una situación primeriza y desconocida. La vida ofreciéndose en toda su novedad, con aroma a nuevo, pura vida., sorpresiva. Se parapetó detrás de una tímida sonrisa.

-Acompáñame, tu cuarto está al fondo. Tiene un balcón, así que ya perdonarás la ruidera. Estás en el centro de la fiesta. Acomódate y pasa al salón, que el almuerzo está apunto de comenzar.

Lou-Lou se acomodó en su habitación. Sacó del troler  su conjunto blanco, dejándose media espalda en un perfecto escote trasero, faja, pañuelo.Coronando su estupenda silueta,la txapela roja, regalo de su aitatxi. Realmente que se sentía bella y poderosa, todo lo contrario que por dentro, insegura, rasgada por las tijeras del amor y la desazón. Resonó en su cabeza el consejo al dársela, cual tesoro milenario: cuida de ésta txapela, ella te orientará y protegerá cuando las fuerzas te fallen.

Un run run permanente llegaba con suma facilidad al piso. Pasó a la cocina, donde media docena de personas ya estaban dando cuenta del ante sus ojos un excesivo almuerzo. Ella venía preparada para un café, magdalenas y cigarrette, el desayuno de los campeones. Los comensales le contemplaron con estupor. Alguien se dirigió a ella, no logró adivinar quién. Era Benancio, que con voz dura, le reprochaba:

– ¿No pensarás ir así al chupinazo no? Ponte vestida para la guerra, no para matar. Y ese pañuelo sobra.

Desconcertada, retornó a su cubículo y siguió los consejos al pie de la letra. Cuando volvió al salón, Benancio le esperaba copa de Cava en mano, asintiendo con la cabeza.

-Así mucho mejor. Cuando terminéis el almuerzo, iremos todos juntos al Txupinazo. Una vez allí, que Dios reparta suerte y cada uno que tire por su lado.

Una hora más tarde y con el  contenido concerniente a dos huevos con jamón y  botella y media de excelente vino en el pecho, Lou- Lou se encontraba en territorio desconocido, galoise en una mano y en la otra una botella de champaña barato..Un muro formado por una ingente masa les esperaba. No sin esfuerzo, fueron entrando poco a poco a la plaza Consistorial. A cada paso que lograba dar, una lluvia de champaña, ruido, gente gritando y bailando de manera gutural  iban atiborrando sus sentidos. Hasta que sin saber porqué, se encontró de pronto en medio de la plaza. Un sol resplandecía sobre el amarillento reloj de la plaza, que marcaba casi la vertical.

Sóla entre la multitud, y sin embargo, en perfecta comunión con la masa, era consciente que éste era su momento, exclusivamente para ella, el lugar  y el sitio adecuados. Un escalofrío se le extendió desde el corazón a los brazos. La gente, en estado eufórico, gritaba sin pudor alguno, abrazándose, con toda el alma, San Fermín…..San Fermín…………

Dos oleadas más, como ciertas sustancias que antaño probó, terminaron en un estallido imperante, ensordecedor, abrumador y definitivo que lo sintió vibrar dentro de ella. Alzando su botella, la hizo estallar al aire, mientras empezaba a botar y vertírsela encima suya, a modo de bautizo y ritual iniciativo. Con las gotas que corrían por todo su ser, sentía que todos sus males escapaban al aire quedándose dentro de ella su esencia. Y eso sí que por un día no le importó, su melena empapada de fiesta, calor y vida.

-Y yo con estos pelos, pensó alzando su pañuelo al cielo celeste…La sonrisa que inundaba  su rostro ni era timorata ni pudorosa..Era una sonrisa sanferminera.

 

(Continuará)


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