Capítulo -IV 2


9:00 AM Nueve de Julio, alrededores de la Plaza de La Cruz.

La falta de sueño y los excesos empezaban a dejar huella en el rostro y alma de nuestro inexpugnable héroe, PA., a manera de un  castillo de arena frente a las olas en la playa. La verdad es que no había rastro de toallas ni sombrillas, pero sí de aquel niño. Sólo que ahora, medía uno noventa. No sabía porque, pero intuía que algo se acercaba.

Lo que se arrimó de verdad fue la foto de portada del periódico. Esas patillas pelirrojas e inconfundibles de su amigo Jonás habían plasmado a todo color con nitidez un brazo pinchado por un astifino burel. Quizás fuera al revés…. Un toro con unas patillas,…cansancio no atendido… Hambre voraz…

Afortunadamente, La servicial Vinícola estaba cerca. El olor a huevos fritos con Jamón embriagaba la inmensa nariz de PA. Con certeza y rapidez inaudita alcanzó la puerta. Detrás de ella, almorzaban los pastores del encierro, todos ellos conjuntados con pantalón blanco y polo verde. Comentaban la escabechina qué Beleto, jabonero, 550 kilogramos de furia, había pertrechado en un ignorante extranjero. Presidiendo la mesa, el más veterano, sin dejar de saborear, comentaba:

–Ese güiri ha tenido suerte, el toro no ha hecho por él…no se fijó….

Después de darle un trago al vino con gaseosa helado, Rastrojo depositó su certera mirada en nuestro protagonista. Éste, bigote torcido, se acomodaba en el taburete de madera. Escuchaba, a la vez que, arqueando las cejas, pedía su almuerzo a la espléndida camarera. Quizás hubiera postre si la suerte se presentara…

–La culpa la tuvo el divino de tres al cuarto con camiseta del Real Mandril….se puso en medio a través de codazos, nada que no conozcáis. Me lo dejó a los pies del toro…más vale que…

El bullicio, a pesar de la temprana hora, era considerable y no  le dejó acabar la frase. Una y otra vez repetían el encierro y el rápido derrote de Beleto…

-Bonito toro, sin duda– terció PA.– simpático cuando menos.– Así que hoy os habéis ganado el sueldo….–.¿Le has visto?– Sabes que llevo tres días detrás, sin dar más que con su sombra.

–Sí, lo he visto. Sabe que estás aquí buscándole. Está detrás de todo lo extraño que puedas ver estos días. Me ha dado esto para ti. Un sobre blanco con divisa verde y grana rezaba:

Cerca de los bureles me verás

Más no demasiado

P de Pamplona añadirás

A tu nombre ya desgastado.

PAP, atusándose ése su lustroso bigote, se juramento para intentar localizarle. Aunque fuera lo último que hiciera. Antes, tenía que dar cuenta del flamante escocés que le citaba y porqué no, del lascivo escote de la camarera que le invitaba a seguir investigando. La  tormenta se acercaba…

(CONTINUARÁ…)


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