Capítulo -VII 1


7:00 AM Ocho de Julio, Calle dela Mañueta, en un estado arcano indescifrable:

Nada más bajarse del taxi, sintió nuestro héroe una arcada que casi le obliga a esparcir al azar los restos de su escueto desayuno. El hedor, consecuencia de 24 horas de fiesta ininterrumpida, trepaba por su bigote para alojarse en su  infalible nariz.

La cola era larga y uniforme, como la de nuestro Héroe, P. Así lo había podido atestiguar la mujer de la extraña pareja…La ligera cuesta dela Mañueta,  a esa hora temprana, se asemejaba a un “Hors de Catégorie”. La muchedumbre, desnortada, deambulaba sin rumbo.

Resoplando  a través de su poblado bigote, alcanzó la churrería regentada por Paulina. Señora de pelo cano, desarregladamente arreglada mediante su impoluto delantal y blusa a cuadros blanquiazules, atacaba la rosca de churros con una velocidad y destreza ya legendarias.

Nada más poner un pie en el local, el olor a churros le embriagó. Quizás es que lo estuviera, más no de ese olor inconfundible. Paulina, atenta, le lanzó un churro a la cara que P. diestramente alcanzó gracias a sus vetustos reflejos. Inundándose la boca de ese sabor inconfundible, pronunció la clave:

–Churro, media manga y manga entera llevo yo.

Con gesto despistado, se introdujo felinamente en los fogones. La mezcla de fuego, calor, trabajo y olor formaba un regalo para la afilada nariz, quizás península, de P. Dentro de una plateada bandeja, tres churros formaban una A. Un sobre al lado de un chupito, componían el cuadro.” Si quieres averiguar, en tu nombre las letras añadirás…”

Con la grandeza a la que ya nos tiene acostumbrados, PA., devoró el crujiente trío churrero, a la vez que un estruendoso chupinazo, el segundo en dos días, anunciaba que seis toros seis, recorrían las calles de la vieja Iruña. El séptimo y mas peligroso, dando un alarido, atravesaba la puerta pregonando

¡¡¡¡¡Viva Sannnnnnn Fermín…..!!!!!!!

 

(Continuará…)


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