Querida hija:
Estamos preparando un nuevo nido que acompañe a este nuestro, no te faltará ninguna cosa que haga más llevada tu singladura, vienes del cosmos a instalarte en otro nuevo, en este compartirás nuestros temores, nuestras angustias y todas nuestras risas, prepararemos toda tu ropa como si una nueva novia fueras, tus zapatillas con cintas rojas, un pañuelo rojo de seda fina para que no destiña tu inmaculada piel.
Serás testigo muda de la mayor explosión anual que tanto modifica la ciudad a la que has llegado, buscaremos para ti la mejor sombra, el lugar más seguro para que cara vinagre no te alcance, ni los malos gestos de tanta gente que acude a nuestra capital a desbravarse, te enseñaremos como se llaman todos los gigantes, y también los cabezudos, los zaldikos, para que nadie quede excluido y le puedan reprochar a tus padres semejante olvido.
También te llevaremos a los fuegos, allí hemos de procurar que tanto ruido no te espante. Serás la nueva reina de esta población tan llena de espíritus insolventes, después, cuando todo acabe, verás como ha quedado de relimpia, habrá que dar las gracias a todas esas personas que hacen que cuando vayamos contigo de la mano, no haya ningún obstáculo que dificulte tu prematuro caminar.
San Fermin no solo es vida nocturna y toros.
Las mañanas con sus almuercicos y la ilusión de los txikis, también vale su peso en oro.