Carta a un amigo 1


Querido amigo:
Gratos y tristes recuerdos estos que ahora recupera mi memoria, de aquél lejano año de 1978. Venías con tu familia a pasar los primeros sanfermines, conocías poco la ciudad, tu mujer, nada.
Tu hijo, tan pequeño, poco recordará desde la edad que ahora lleva. Él ha vuelto alguna vez, vosotros, ninguna. Ahora que todo está más sosegado, que nosotros estamos más sosegados, hora es de regresar para comprobar que lo único que no ha cambiado es el color de la indumentaria, quizá, ahora, más rojo y blanco, si cabe.
Debo decirte que no podremos almorzar en casa Marceliano, ni tampoco aquellos huevos con jamón en los jardines de casa Plácido, la una se ha convertido en oficina municipal, la otra, en un paseo ajardinado a la orilla del Arga donde la gente con tiempo y menos sueños sale a consumir su colesterol.
Seguimos con las entradas de los toros en la misma ubicación, hemos aburguesado las viandas y la bebida. Ahora menos cantidad. Hay que cuidar la salud, no es cuestión de que por un descuido de 204 horas echemos por tierra el sacrificio de todo un año. El tiempo nos ha hecho más experimentados.
La que más joven se conserva es la capital y sus aledaños. La han remozado mucho. Cada día está más bella. Comprobarás que no exagero. Y no te preocupes, nos retiraremos pronto, veremos el encierro en la televisión, con el desayuno la primera partida de pastillas. Nada nuevo. La tensión, la gota, el estómago, y más cosas que huelga detallar. No faltará el vermut en la Plaza del Castillo, la última vez nos obligaron a dejarlo a medias y marcharnos sin pagar.


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