Bulls, el mítico equipo de la NBA, planteaba un concurso cuyo premio era un viaje para acudir a Pamplona y presenciar en directo el no menos mítico encierro. Se trataba de una colaboración entre la oficina de turismo de Chicago, el equipo de baloncesto de la ciudad y el Ayuntamiento de Pamplona para que 4 personas pudieran disfrutar de las fiestas de San Fermín y presenciar a los bulls-toros, por las calles de Pamplona.
Para los despistados, es bueno recordar que Pau Gasol milita ahora en los Bulls, y también Niko Mirotic, el montenegrino con pasaporte español.
La relación de la franquicia con Pamplona, no es nueva.
Ya de hecho en el vídeo de presentación de la temporada 2014-2015 había una clara referencia al encierro, con morlacos recorriendo las calles de la “ciudad del viento”.
httpv://youtu.be/ZkR5C7cQCQk
Sin embargo, hay que remontarse más de 10 años para recordar la visita de Dennis Rodman a Pamplona, el 7 de julio de 2004, famoso exjugador de la NBA.
Para muchos, más conocido por su sorprendente biografía social que por su extraordinaria carrera en el baloncesto. Su apoyo al gobierno de Corea del Norte, matrimonio con Carmen Electra, tatuajes, piercings y adicciones varias ensombrecieron sus 5 títulos de campeón de la NBA, dos con los Detroit Pistons formando parte de los «Bad Boys» y 3 junto a un tal Michael Jordan y ser uno de los reboteadores más increíbles de la NBA con tan sólo 2 metros de altura.
Para cuando aterrizó en Pamplona, Rodman tenía 43 años y llevaba 4 años fuera de la NBA, pero su carrera en la canasta continuaba por México, Inglaterra y Finlandia.
Al parecer, el motivo de la saltar al encierro fue una causa benéfica. Hay abundantes documentos gráficos. A juzgar por su volumen corporal, seguro que más de uno creyó haber chocado con un toro al tropezarse con el mísmisimo Denis Rodman, con su cuerpo tatuado con 73 dibujos y taladrado con 93 piercings, según su propio testimonio.
Dennis Rodman repitió visita al año siguiente, en 2005.
Todo un personaje.
Un empleado de los Pistons lo encontró en el parking del estadio en el interior de su furgoneta apuntándose con una escopeta cargada. Allí, según él, quería matar al viejo Denis para que naciera el nuevo. Era el año 1992. Sus más que probables problemas de salud mental no le impidieron ser uno de los más grandes jugadores de baloncesto de la historia. Pamplona también fue escenario de otra de sus excentricidades. Pero ya sabemos que correr el encierro no es síntoma de padecer ningún desequilibrio psicopatológico…aunque quizá en una próxima edición del manual diagnóstico de psiquiatría lo pueda incluir.
Aquí os dejo el testimonio en vídeo de aquel día.
Contaba la prensa de la época que en el almuerzo que tomó en la Plaza del Casillo uno de los días tras el encierro se zampó siete huevos fritos. E imagino que con su correspondiente guarnición, Pue eso.
De buena fuente sé que aquí hizo gala de sus habilidades, ya que al no dejarle pasar al balcón del Ayuntamiento pilló un buen rebote.