A Pacio, como a muchos otros, le molaban las mujeres. El aspecto cándido que gastaba no dejaba de ser el de un lobo con piel de cordero. Aunque bien es cierto que pocas mujeres vieron nunca en él más allá de la piel del cordero.
A Pacio también le gustaban los Sanfermines, aunque lo llevaba con gran disimulo. Todos los años anunciaba que se marcharía pocas horas después del chupinazo para recorrer los Picos de Europa, el Camino de Santiago o la Ruta de la Plata, pero lo cierto es que nadie conseguía sacarlo de Pamplona antes del quince de julio, ni con aceite.
Aquel año el peor minuto del catorce de julio, el de las 23:59, le asaltó de juerga en el antiguo “Cosechero”, bar de San Nicolás conocido por todos desde tiempos inmemoriales como “El Marrano”. Quienes lo recuerden se harán pronto a la idea de cómo era el garito.
No se sabe muy bien cómo, pero dos chicas de muy buen ver empezaron a hablar cariñosamente con él. Le enseñaban algo que parecían unas pegatinas sin abrir. Visto de cerca aquello eran tatuajes de pega, esos que en el fondo son una calcomanía. Mientras tanto sus amigos, que se habían orientado, comenzaron a seguir la jugada y alguno se atragantó al ver el siguiente movimiento ¡Pacio se había encerrado en el baño con las dos sílfides!
Cinco o seis interminables minutos dicen que duró la encerrona. Las chavalas salieron del excusado con los “tatus” colocados en zonas inconfesables, para marchar luego a la calle. Pacio, por su parte, fue a la barra y pidió el enésimo cubata. Su cuadrilla no terminaba de explicarse qué había sucedido.
Días después todo se supo gracias a distintos testimonios: las muetas habían estado esperando a Pacio un cuarto de hora en la calle hasta aburrirse. Él, pese al calentón, pensó que era imposible que semejantes tías quisieran algo más y sin saber que lo esperaban las dejó marchar.
Todo mozo sanferminero necesita un Guardiola que le haga creer en sí mismo. Porque si no… la jodienda no tiene enmienda.
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El Marrano siempre lo he asociado a los porrones, aunque creo que ya no se estilan.
El mítico Marrano. Efectivamente decir marrano es decir porrones.
De todas formas como son las mujeres. El chaval fue des-Pacio, les dio su es-Pacio, y cogen y se piran.Me imagino que sería un hombre Pacio-nte para aguantar tal feo.Aun con eso, muy listo no parecía el mocé. Así se las ponían a Felipe II. Quizás no se entendieron por el idioma, ya que doy por hecho con ellas no eran autóctonas.
Guardiola está muy solicitado.
Recomiendo a Pacio que se pase por Tajonar y pregunte por nuestro coach de andar por casa, Martín Monreal, que no creo que tenga mucho problema en hacerle un hueco en su apretadísima agenda.
El marrano, en tiempos de maricastaña eran famosas las sardinas…
Esas historias deben ser leyendas urbanas, ya que todos hemos oído alguna parecida, pero nadie las ha experimentado en su propia carne.
¡Pobre Pacio!