Eran tiempos en los que saltar al otro lado del vallado era saltar de niño a joven, qué sé yo, como el joven maasai que debe probar su valor cazando un león. Con 16 años, correr el encierro txiki era poco menos que una humillación y, tras ese entrenamiento de años anteriores con becerras inofensivas, era el momento de ver de cerca al morlaco de Torrestrella. Era el momento de poder mostrar orgulloso un rasguño en el brazo tras lanzarse en plancha en la acera de Santo Domingo y señalar en el Diario de Navarra o el Navarra Hoy una mancha blanca irreconocible que asegurabas ser tú. Mejor así, que tus padres no pudieran reconocerte en alguna foto, pues de lo contrario, seguramente habría consecuencias.
En la cuadrilla había dos fenotipos. Unos, tras acompañar a las Dianas, se metían en la Plaza de Toros a dormitar en un tendido ojeando el periódico, mientras la banda tocaba y el sordomudo con su perro hacía el pino en la arena para que le echaran unas monedas. Bueno, todos no, alguno seguía amorrado a una botella de kalimotxo que el resto hacía tiempo que aborrecía su presencia. Pero había otros que descendían Santo Domingo para cumplir con el rito iniciático y darse ese chute de adrenalina al ver ¿de cerca? resoplar los bureles. Nunca hubo consecuencias graves, salvo un día. En mitad de la cuesta, un toraco arremetió con el vallado y uno de mis amigos a duras penas pudo, de espaldas, levantar las piernas y terminó subido en la testuz salvando por poco la cornada. Susto sin consecuencias. ¿Sin consecuencias? Al día siguiente era portada en el Diario y la madre del protagonista por poco se muere de infarto. La prueba irrefutable allí estaba. No hay más preguntas señoría. “Cada día, en casa a las 7’00 en punto y el encierro los ves por la tele”. Y ahí terminó la carrera incipiente de un corredor que tuvo que esperar a la mayoría de edad para volver al rito. Seguramente él guarda esa foto acusadora que le impidió ese año volver a Santo Domingo, pero que le hizo el más popular de la cuadrilla.
Je, entonces no se quería salir en el periódico y ahora hay hostias para que te saquen. Evolución.
¿Evolución o involución?