Efectos colaterales de la ley anti-tabaco 7


Lo protocolario por delante, feliz año 2011 a todos, que se cumplan todos los sueños de la gente decente, uno de los míos es, como de costumbre, que en este 2011 seamos entre todos un poco menos cabrones, pero bueno, que me voy saliendo del tema. Si me tengo que fiar de los signos, de las señales, mis sanfermines de este año van a ser espectaculares: los Reyes Magos me han echado el libro de la Comparsa, y en el rosco me tocó el haba y era un zaldiko.

Otro inciso (esto es como los avisos de después de misa, pero a la inversa).  Me toca agradecer las palabras que Di Vagando nos dedica en su co-blog divagandodivagando. Altamente recomendable, es multifrutas, no como el nuestro. Aquí «divagamos» permanentemente sobre nuestra patología festiva, mientras que allí un día te hacen reflexionar sobre la relación causa-efecto de leer a Aleixandre y ser de izquierdas, y al día siguiente te toca llorar la muerte accidental de un molesto pavo de una granja. Estoy a la espera de una entrada suya sobre los sanfermines para fusilarla sin miramientos.

Bueno, y a lo que iba, para poner fin a esta trilogía sobre el tabaco, que no es otra cosa que expresar mi preocupación por las repercusiones que la ley anti-tabaco va a tener en nuestras fiestas. Serán muchas, pero hay una que puede convertir la convivencia en un infierno.

Todo el mundo se está felicitando porque ahora entras en los bares y se respira un ambiente saneado, llegas a casa y no tienes que dejar la ropa macerando en pato wc para que vuelva a ser inodora. Efectivamente, el pestazo a tabacuz lo impregnaba todo, lo envolvía todo…

¡Qué bueno! Ahora entraremos a almorzar al Mochuelo de turno, con nuestra flamante frescura de las 11 de la mañana, y el ambiente irá en consonancia, el pulpo y el jamón asado nos sabrán más ricos.

Pero en la misma virtud estará el vicio: ¿alguien puede siquiera imaginar qué atmósfera nos esperará a las 6 de la mañana en un Viana, Katos o Alegríadeiruña cualesquiera? ¡Sí, hijos míos sí!, lo habéis adivinado, ¡el aroma a sobaquina puede ser mortal de necesidad! Traspasar el umbral de cualquier bar va a convertirse en nuevo deporte de riesgo, habrá que entrar con la musculatura tensada como para recibir un upercut en la boca del estómago, será como viajar plácidamente en un avión y aterrizar en Singapur y que se abra de pronto la portezuela y te invada ese calor húmedo y espeso que te encoje a cada bocanada que das.

Tanto más grave cuanto más cerca estés de las letrinas, claro está. ¿Descubriremos nuevas formas y colores de halitosis personalizadas? ¿Distinguiremos un bar de castas, de pijos, de jevitorros o de punkarras por el alcance de la náusea?

Amigos, amigas, tenemos escasamente 5 meses para pensar cómo vamos a afrontar este reto. Mi primera idea es la de salir de casa con los orificios nasales embadurnados de visvaporús, y preocuparme de alcanzar un estado de semi-inconsciencia precomatoso antes de que se disuelvan sus efluvios. ¿Otras ideas?


7 ideas sobre “Efectos colaterales de la ley anti-tabaco

  • Di

    Querido Sanferman,

    Que nos hayas enlazado con un título tan prosaico no quedará sin respuesta. Yo divago sobre sanfermines un día de estos, y veremos quién se come a quién. 🙂

    Las espadas están en alto.

    di

  • Sanferman

    Mi querida, idolatrada, y nunca bien ponderada Di:
    estaré atento a tu blog, porque ese artículo sobre los sanfermines lo fusilaré inmisericordemente.
    Lo que no veo son aportaciones a qué debemos hacer para sobrevivir en el ambiente barero de la nuit sanferminera. ¿Triplicar la dosis de chanel número 5?

  • Di

    Sois unos pelotas.

    Sobre el Chanel, tu segundo punto negativo hoy sanferman: era Opium. Vas mal.

    EStafetakoa, cuento los minutos (de tu ausencia normalmente, ahora de la publicación).

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