El día que me hice mayor 6


Llevaba varios días esperando una llamada. Me lo habían prometido y esperaba ansioso. Al final sonó el teléfono. Estábamos comiendo en familia y mi madre me lo pasó: “Tu primo”. Una voz de ultratumba el otro lado me confirmaba que mañana iba a tomar la alternativa en el Tendido de Sol del coso pamplonés. Una de esas cosas que hacen que uno sienta que ya no es un imberbe que va las barracas con los amigos. Que hacen que uno piense que ha dado un paso al frente y que va a conocer unas nuevas fiestas a partir de ahora. Me iba a codear y a beber con viejetes de veintimuchos o treintaymuchos años.

El día siguiente estaba todo preparado en la silla. Bata, toalla, gorro y aquella mítica camiseta de “Póntelo, pónselo”. Esperaba la hora como un niño con zapatos nuevos. Otra vez el teléfono: “A las 16:15 en la peña”. A esa hora enfilaba con otro primo, también debutante y hermano del primero, la calle Del Carmen para empezar aquella aventura, cuando una voz nos gritó: “Ehh!!! Ayudarme con los cubos!!!! Me acerqué para ayudar al colega de mi primo que por lo que parecía le tocaba ese día encargarse de la priva y la jala. En la peña recogida de entradas y mientras empezaban con los cafeses y los primeros patxacas yo estrenaba la sangría. Estaba emocionado. Era protagonista de un momento que tantas veces había visto, las cuadrillas en la puerta de la peña para salir en procesión. Rumbo a la plaza me sentía en una nube. Pasábamos con la txaranga y la gente nos miraba y hacía fotos. Tenía ganas de entrar ya a la Monumental.

“Pilla este cubo y sígueme” me dijo mi primo. Fue mi primer día y me tocó ser aguador oficial. Al otro debutante, casualmente, también le tocó cubo. Empezó a llegar la gente. Todos contando sus historias de la noche anterior. Otros historias de años anteriores. Otros borrachos desde el almuerzo. Y algunos resacosos más blancos que la cal. Yo mientras escuchaba, cantaba y bebía, servía vasos a diestro. También los recibía. Probé todas las sangrías probables. Mejunjes de todo tipo solo capaces de ser creados por aviesas y malignas mentes en los que se mezclaban licores con elevada graduación alcohólica, sin importar que el resultado fianl no tuviera el mínimo de calidad exigible. Mi primo yo estábamos felices.

A la muerte del tercero todos a fuera. Magras con tomate entre pan y pan. Aunque estaba todo bien, había un problema. Estaba bastante limpio. Yo quería salir hecho un cristo de allí. Pero parecía que eso no iba a pasar. Entre sangría y charleta se dio muerte al quinto toro y nos preparábamos para irnos. Y en estas, nos hicieron un aclarado a mi primo y a mí, y un cubo de sangría aterrizó sobre nuestras cabezas. Tras recuperarnos y soltar improperios, llegó el turno del lanzamiento de pasteles, comprados expresamente con ese fin. Mi deseo que volver a casa como un eccehomo se había cumplido.

Salimos de la plaza agradecidos por la invitación y orgullosos de haber cumplido con creces entre los mayores. Camino de Antonniutti la gente nos señalaba y se reía. Y nosotros tan contentos. Nos habíamos hecho mayores.


6 ideas sobre “El día que me hice mayor

  • estafetakoa

    Yo sufrí una desfloración similar, con el añadido de un buen puñao de ducados, a manos de la impresentable cuadrilla de mi hermano.

    Ahora se han echado a perder, son intelectuales, han montado un blog y no sé qué certamen literario.

  • sanferman

    En primer lugar, quiero desmentir que Pamplonudo haya probado mi sangría, cosa que ya se estaba dando por hecho por ahí tras la lectura del artículo.

    Y en segundo lugar, coño, este artículo me ha hecho recordar cómo en mi primera vez sufrimos más de la cuenta un amigo y yo para manejarnos con la perola y el cubo en la villavesa, de pie. Más de unas risas habrían echado los veteranos…

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