Entre las excusas que los habitantes varones de esta ciudad esgrimimos para justificar nuestra torpeza a la hora de trabar contacto con el sexo opuesto, una de las más manidas es aquella de »es que para pillar en San Fermín hay que ser guiri, porque de lo contrario no te jalas una rosca».
Yo como siempre he sido un zafio en estas artes, creo que más de una vez habré salido con esa cantinela.
Esto me recuerda un chascarrillo que nos pasó a la cuadrilla hace ya unos cuantos años.
Estábamos en la verbena de la Plaza del Castillo y no sé ni como (cosas del mol) entablamos conversación con un pollo foráneo (su pelo rubio y fornida estructura óseo-muscular así lo indicaban).
El caso es que el hombre nos estuvo contando su vida, nos dijo que era sueco pero que se llamaba Ramón, porque su madre era una guipuzcoana de apellido Zubillaga que había emigrado por tierras escandinavas y se había casado con un lugareño.
El amigo Ramón hacía gala de su ascendencia guiputxi e incluso practicó con nosotros algunas frases en un euskera rudimentario con acento nórdico.
Por lo visto el hombre debía ser bien parecido (el paso de los años sumado a lo que había bebido aquella noche me impiden recordarlo nítidamente). Lo digo, más que nada, porque alrededor había revoloteando varios grupos de mozas que le miraban arreboladas (unas miradas que se tornaban en hostiles cuando sus ojos se volvían hacia nosotros).
Las más osadas pasaron a la acción intentando hablar con él y arrancarlo de nuestras sucias garras, pero el hombre, impertérrito, no les hacía el menor caso, prefiriendo, por no sé que extraña razón, nuestra compañía a los placeres que aquellas ninfas le podrían brindar.
Así que aquella noche les salió mal la jugada a las malvadas neskas y se tuvieron que ir »a la cama sin cenar».
Y ahora que lo pienso, me pregunto ¿no será que Ramón nos estaba echando los tejos?
¿No seríais vosotros los que perseguíais al bello Ramónsson?
Un hombre solo, bien parecido, en medio de una verbena, es presa fácil para las aguilillas. Hacerme caso…
El año pasado, por la estafeta, vi a un hombre rubio, que hablaba con acento raro, pero pese a la peluca lo reconocí. Era Pamplonudo!!! El viejo truco de hacerse pasar por guiri…..
Vamos, que Ramón se hacía el sueco
Correcto Gaupa… Pero sólo una peluca no es suficiente para hacerse pasar por guiri. También son necesarios 185 centímetros de hercúleo cuerpo.
No ha mucho me enteré por qué llevamos el pañuelico colorao al cuello durante las fiestas. Según me dijeron es que al ser decapitado San Fermín, el pañuelo rojo viene a simular la sangre que derramó en el martirio nuestro Santo Patrono.
Precisamente la viñeta del Diario de Noticias es gráfica pero muestra San Fermín, se paraliza Pamplona y alrededores, no existe nada más. Al mismo tiempo la fiesta es en la calle, de donde sale la noticia, y debe acabar ahí. Los que estamos en casa en San Fermín estamos bastante bien surtidos de información y rapidez de las mismas. Partiendo que elementos básicos han fallado como la instalación de sonido de la pantalla de Antoniuti durante el chupinazo pensar en innovar durante las fiestas es como mínimo ambicioso. Lo que quizá falta es la interacción de la información en la calle y tiene que integrarse con la fiesta en sí, un ejemplo sencillo es el reloj de cuenta atrás de Kukuxumusu, en la calle Estafeta en pleno meollo. Ese tipo de información sobre lo que está sucediendo en la fiesta en otros lugares de Pamplona puede ser muy útil. Seguro que los padres agradecen conocer por donde se encuentra la Comparsa de Gigantes cuando salen a buscarla y una cuenta de Twitter con mensajes puntuales indicando las calles seguro que es agradecido ya que los móviles de última generación ya están aquí o un mapa proyectado en un lugar céntrico mostrando en momento real lo que hay en cada calle puede otorgar un gran beneficio a la fiesta. Al final toca pensar el resto del año porque en San Fermín estamos para otra cosa.