El veedor, el bebedor y el vividor.


9 de Julio, 17:00

Arga Taberna.

28º Atmósfera cargada.

 

 

Y tanto. Eso de beber de manera ancestral, cómo si faltara el mañana, no lo logran entender los presentes. Han dejado sus sombreros encima de la mesa, y fuman callando, ajenos al jaleo. Ahí tenemos a todos los mayorales en la terraza del bar. Extraterrestres necesarios. Rumiando sus adentros y miedos. Serios. Todos menos uno, que tiene una media sonrisa que le delata. Es Don Eduardo, quién iba a decirlo, que sigue la música al compás, con los dedos, canturreando la la ra ra la la. Lo que no marque un beso ni el mejor de los hierros candetes. Eso le delata entre los lugareños, perfidia.

 

-¿Eduardo, estás tonto o qué?-Le dirige Fernando, de los Dolores, ante las risas quedas de los presentes.

 

De fondo se escuchaba el bailando de Iglesias Jr, Una loca guiri, desmelenada y apechugada, lo hace notar. A su lado, un oriundo de cualquier parte de Iruña, efectúa no sin dificultad el baile del pato mareado con Bourbon. Un clásico. Es el bebedor.

 

-A tus asuntos, Pizarro- responde Eduardo- las palabras se cuentan.

 

Justo en ese instante, se aproxima con aire descarado unas gafas de sol que tapan a un hombre delgado apoyado en dos mulatas. Por arte de magia, empieza a sonar la lambada. Y esas dos muletas mulatas se convierten en peonzas humanas que vuelan y reptan alrededor de…

 

-Buenas tardes Don Eduardo, soy Sammy. Mis sobrinitas, Lucilda y Verónica.- aseveró el vividor.

 

Tremendísimo el baile. Una poca de gracia…se necesita,..El combinado era mortal de necesidad. Loca guiri haciendo la culebra ante el pato local. Dos mulatas venidas del otro lado del charco, moviendo la cadera de una manera que aún se recuerda al oeste del Arga. Sammy, con sonrisa bajo bigote canalla, mirando al consejo de mayorales que, estupefactos, no pierden detalle.

 

-Si esto es todo lo que hay, bailemos.-Sammy dicta el presente.

 

Sammy empieza a deslizarse. Improvisando con pies y manos, pitillo en boca, es una máquina de hacer bailar. De repente, sin pedir permiso, aparece un zagal sudoroso de movimientos raudos y veloces. Ante el cuadro, frena en seco. Esto no se ve cualquier día Resoplando, se dirige a la mesa. Nadie dijo que fuera fácil. Verónica le coge al vuelo y le muestra las esencias de la vida condensadas en lambada. Quién pudiera.

 

Y las copas estallan, la guiri se destapa, pato abourbonado se desliza al suelo. El ritmo de Sammy es infernal, Verónica y el Zagal comenzando la vida, Lucilda posa sus ojos color avellana a D.Eduardo, deslizando su generoso escote .Entre ellas, un sobre grana,

D.Eduardo, con incertidumbre, alcanza el sobre. Está aún templado. Lo abre:

 

 

“No importa lo que toque, tú bailas con él”

 

Como un resorte, Don Eduardo salta de la mesa, sombrero en mano, encaminándose hacia los corrales del Gas, temiendo lo peor.

 

Sofocado, llega hasta el corral donde se cobija su perla, Minutón. Éste, situado en lo mas fondo del corral, descansa sobre sus cuartos. Sus ojos se cruzan, azabaches ambos, preguntándose entre ellos por sus cosas. Asintiendo con la testa, avisa. En medio, tendido en el suelo, un cuerpo inerte, agujereado por sus siete lados, tumbado de una manera estrambótica, en medio del corral. Es el veedor perseguidor de escotes. Nunca más lo hará.

 

 (Continuará…)