Ya tengo la boca totalmente seca, acartonada. Un frío destemplado me sacude el espinazo. La misma sensación de cada mañana a las ocho menos cinco. Si alguien me preguntase algo ahora mismo no sé ni si conseguiría farfullar algo inteligible.
El corazón comienza su frenética carrera contra no sé quién, y los músculos quieren encogerse. Si fuera por ellos terminaría encorvado como un gusano escondiendo la cabeza para no ver ni oir.
Y de pronto, sacándome del ensimismamiento, el cohete. Ahí está. Los toros acaban de salir. Hay quien dice que en ese momento se pasa todo el nerviosismo y todos los sentidos se centran ya en el objetivo, despreciando cualquier otra sensación. A mí me pasa lo contrario. En ese preciso momento la tensión me sube de tal manera que soy capaz de escuchar el latido desenfrenado del corazón.
Ya habrán subido Santo Domingo, esperemos que agrupados, venga va, tranquilidad, que siempre suele ser así…
Mercaderes, uf, la curva, maldita curva, seguro que ahí se rompe la manada. Y seguro que alguno se alegra, habrá más posibilidades de pillar astas… en este momento no lo entiendo, no lo puedo entender, el miedo me atenaza, ¿cómo puede haber gente que prefiera que los toros pasen de uno en uno? Se multiplica por seis las veces que hay que salvar el pellejo…
La tensión crece y crece y crece. Estafeta. Pierdo la noción y por mi mente pasan cientos, miles de imágenes superpuestas, interrumpidas sólo por el sonido del cohete que anuncia que los toros han entrado a la plaza. Presa del aturdimiento, experimento una relajación que no debe ser buena para la salud. No puede ser bueno pasar de mil a cero en segundos.
Además, sigo sin comprender a qué viene esta relajación, es una relajación totalmente injustificada, porque hasta el momento en que escuche el ruido de las llaves abriendo la puerta no saldré de dudas, y no tendré la seguridad de que todo ha ido bien. Mientras no suene el teléfono… Me doy media vuelta en la cama y, como cada día, simularé que me despierto cuando aparezca con los churros recién comprados y el café.
Plas, plas, plas. Prefiero textos en lenguaje binario.
Buena manera de ver el encierro desde el otro lado.
Por cierto se te ha olvidado el detalle de echar de la cama a tu pareja, antes de que llegue el contario/a
Irunsheme, eres un insensible.
Y quizás también un insaciable, no lo sé.