Encierro txiki 6


Le metió un viaje… Desencajonaban las cabricas, como las llamaban algunos, de un camión aparcado de culo al final de la Estafeta, pero esos a los que les parecían tan inofensivas las vacas del encierro-txiki tenían que haber estado allí, cuando una de ellas salió dando brincos, como un misil norcoreano y se llevó a Natxo por delante, lo tiró al suelo y le partió la clavícula en varios cachos. Cabricas tu puta madre.  Yo solía aprovechar para visitarle en el hospital cuando por las mañanas iba a ver a mi madre, a la que habían operado de un desprendimiento de retina. Mi madre, que tenía un parche en el ojo que daba a la puerta, decía que sabía cuando llegaba yo por el olor a cuadra que me precedía. Eran algunos de aquellos sanfermines fundacionales, en los que por primera vez íbamos sueltos, y la ropa olía a petardos, champán de doscientas pelas la botella, humo de fortunas sueltos, hierbín y acera, zapatillas y calzoncillos de adolescente priápico…

El marido de la compañera de habitación de mi madre tenía el olfato aún más fino: a Arcadio, que así se llamaba, lo oía saludarme cuando todavía yo estaba por  la Avenida Bayona, y aún creo yo que le oirían también en Artajona, de donde era natural.

—¿Qué tal las vacas hoy, muete, se ha descacharrao algún otro? —gritaba, y se reía, los dos se reían, también mi  madre, les hacía mucha gracia eso del encierro txiki.

Los padres de entonces eran unos inconscientes, nos dejaban entrar a correr solos y sin poner demasiadas pegas, hasta un poco orgullosos.  A todo el mundo le parecía tan normal todo aquello, bah, total son cabricas, bah, así van haciendo cantera, cuando la realidad era que había allá unos terneracos de sesenta kilos de peso abriéndose paso a cabezazos entre una multitud de críos cagados de miedo, un sálvese sin pueda sin primero los niños, en fin, varias clavículas y fémures rotos en plena época de estirones (Natxo, de hecho, no creció mucho más, no sé si tuvo que ver algo el viaje que le metió aquel bicho o las  mierdas que empezamos a beber por aquella época: kiwi con vodka, patxarán con naranja, bulumbas… ).

Hoy algo así sería impensable. Todos los niños y niñas llevarían sus cascos reglamentarios, la mayoría de ellos correrían de la mano de sus progenitores y la mitad de estos harían cola después del encierro en vez de para comer churros de la Mañueta para poner una demanda al ayuntamiento. Que me parece todo dabuten, porque aquello era una burrada, muy castica, pero una burrada, claro que ahora los niños también juegan en la nintendo a masacrar gente o tienen que ver pasar vestidos con chistera o traje de roncalesa a delincuentes y tampoco pasa nada.

Eran otros tiempos (gesto melancólico y patéticamente viejuno al leerlo) y yo todavía tardaría muchos años en saber que priápico quería decir que te pasabas la vida empalmado.


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