Ayer se publicó la noticia de que un corredor del encierro está recogiendo firmas para que se vuelvan a realizar los encierros txikis.
La recogida de firmas le lleva a la necesidad de recoger 7.000 de ellas para que el Parlamento de Navarra deba revisar la legislación correspondiente a espectáculos taurinos en los que se prohibe la participación de menores de 16 años en dichos espectáculos.
Está bien la visión de futuro, de seguridad y de respeto en el planteamiento que hace. De futuro como cantera de futuros corredores. Este punto quizás es el básico en el planteamiento pero aporta el concepto de seguridad, ya que es un encierro controlado y que permite que los chavales puedan conocer lo que significa el correr el encierro, comenzar la carrera, ver el hueco, correr, defender la posición y retirarse.
Esta formación puede dar lugar a que los chavales tengan un mayor conocimiento de lo que es el mundo «taurino» de forma que ya tengan práctica cuando se enfrenten a las vaquillas en las fiestas de los pueblos. Si llegan a los 18 y se ponen a correr, siempre será mejor y más seguro si han podido disfrutar 2 años de correr frente a un becerro, con el peligro controlado.
El ser un encierro controlado debe ayudar a que se logre respetar al animal. Con lo grandes que son los de la generación NiNi que viene, no me extrañaría que más de uno se dedicara no a correr sino a agarrarse al cuello del becerro o a darle patadas. A estos palo, como a los mayores.
También creo que tendría tanto éxito como el encierro. Quiero decir que seguro que presentará problemas de aglomeración de gente, y por tanto una gestión eficiente que merece la pena prevenir para evitar situaciones de riesgo con los txikis.
Sólo me queda dar la enhorabuena a esta iniciativa que se hace realidad promovida por Juanjo Martínez Gilabert.
Yo no sé si es mejor que se vuelvan a hacer encierros txikis.
En su día no sé si sirvieron para que la chavalería aprendiese algo o solo para hacer el cafre.
No es tema fácil, pero lo que este hombre pone con valentía sobre la mesa es cómo se está ‘desiruñizando’ esta tradición tan nuestra en favor de las camisetas de colores y chupacámaras en general.
Hoy en día, que hay que cogérsela con papel de fumar hasta para pensar las cosas, a nada que un crío se fracturase una clavícula Naciones Hundidas metería los cascos azules para abolir los sanfermines.
No es como hace 25 años.
Y por otra parte, si alguien recuerda los encierros txikis, te aseguro que no aprendes a situarte, mantener el tranco y luego retirarte.
Las becerricas iban a toda pastilla, y a los críos por las justas les daba para verlas pasar desde los laterales mientras trataban de avanzar en el caos de niños y padres que no querían soltar las manos de sus hijos.
La desiruñización es un hecho, y no sé si tiene vuelta atrás, ya que cada vez viene más gente de fuera. No basta con meter nuevas hornadas de jóvenes. Para reiruñizar habría que limitar la gente de fuera. ¿Estamos dispuestos?
En muchos lugares, las tradiciones son abiertas al público, pero las protagonizan los jóvenes de la localidad (romería del Rocío, danzantes de Anguiano, etc.). San Fermín destaca por su «participabilidad» total. ¿Cortamos eso? Pregunto.