La nieve cubre de resistencia la ciudad, la pulcritud de los residuos se amontona en las aceras cubierta por el manto impertérrito de la nada que todo lo desfigura, bajo la límpida superficie de lo inútil se conjetura, como una sombra, la segunda afrenta por adosar al anaquel de la materia ineludible, hasta llegar al objetivo, el deseo de que nada pierda su sentido, de que concuerde con la necesidad de lo tangible, sentimos el viento frío en nuestra espalda, es el incipiente pasado mientras acechamos al leve presente, como una máscara que va adquiriendo consistencia bajo el agua de las fuentes y me pregunto por qué debemos esperar.