UN DÍA SIN LAVAR, de Isabel Azcona
Queda ya lejano el nudo en la garganta que no me dejó contestar con ¡viva! el viva al Santo, justo antes de que comenzara todo. Un año entero esperando me impide dejar de disfrutar cada minuto… pero el cansancio no perdona.
De vuelta a casa me cruzo con familias que van a los gigantes. Me miran. Todavía son visibles las consecuencias del “cumpleaños feliz” que cantamos a la guiri del tendido.
Es tardísimo otra vez, mi madre está enfadada. “Llámame para los toros“, le digo mientras dejo la ropa sucia en el suelo de la cocina, como siempre. No contesta, pero me avisa a las cuatro levantando la persiana. Se le debe de haber pasado el enfado porque la camiseta y el pantalón están lavados y planchados.
Me duele tremendamente la cabeza, será sólo hasta el himno de Eurovisión, así que saco el abono del cajón donde lo guardo como un tesoro desde junio. Hoy es domingo, toca “miuras”. Saludo al portero mientras desdoblo la entrada. Es la de ayer, dice. No, día 11, la de hoy, contesto. Hoy es 12, murmura algo extrañado. Miro a mis amigos que señalan el 12 en sus pases. Ayer no viniste. Tu madre dijo que estabas dormido.