Haciendo cantera 3


A eso he dedicado buena parte del tiempo en este fin de semana de Fiestas txikis.

Ya veis, en vez de estar por ahí poniendome como un atún (aunque debo reconocer que el sábado a la noche también me dí un garbeo), me tocó hacer de transmisor de las tradiciones.
El caso es que el viernes al mediodía nos cayó el sobrinico en custodia hasta el domingo a la tarde-noche y tuve una agenda bien completa.
Después de examinar atentamente el programa (tanto el alternativo como el oficial) me dispuse a hacer que el txiki recibiera una buena sobredosis de actos festivos que contribuyesen a inculcarle el amor a los Sanfermines.

Así pues, el viernes a la tarde después de salir del tajo, allá estuve como un campeón en el Redín haciendo cola para que el mocé estuviese en unas camas elásticas.
El sábado empezamos en la plaza San Francisco viendo el zanpanzar y esa concentración de gigantes, con los de la Navarrería, los del barrio del Karmen donostiarra y un buen montón de kilikis que al pobre chavalico le dan más que miedo, verdadero pavor.
Como aquello no le convencía demasiado a mi pequeño acólito, tuvimos que cambiar de tercio e irnos al Redín a ver un teatrillo de guiñoles donde me pusé al día de las historías de Pelegrín y el ladrón de sandías (oye, un verdadero artista el pollo de los guiñoles, que el solo se bastaba para dar vida a media docena de personajes diferentes con sus respectivas voces).

Eso sí, el punto fuerte del día llegó a la tarde con el Encierro txiki. Allí estaban una media docena de sacrificados porteadores empujando unas cabezas de toro sobre ruedas y haciendo correr a niños y mayores desde el Redín a la Catedral y vuelta.
¡Que fue aquello! al sobrinico se le abrían los ojos como platos.
Nos teníais que ver a un montón de mayores con los críos de la mano corriendo de arriba para abajo como posesos (por cierto, más de uno se dio alguna buena costalada).
Tal era el fervor que le tuve que poner a la cosa, que acabé molido y con una evidente mancha de sudor en la camisa a la altura de la panza.

El domingo ya fue más tranquilo, con procesión y paseo por las abarrotadas calles de lo Viejo.
Así que me parece que con esta campaña ya tengo al chico aleccionado y convertido en un sanferminero de pro de esos que contamos las horas que faltan para el 6 de Julio.
¡Sandios, que no les pase nada a sus padres que me lo van a tener que aguantar después de este lavado de cerebro al que le he sometido!


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