Intimidad 6

En días tan masificados como los sanfermineros, en los que una ciudad pequeña se ve tan desbordada por la presencia de visitantes, es difícil encontrar rincones íntimos, en los que juntarte tranquilamente con tu gente a disfrutar de su compañía.

Es imposible por tanto toparte esos momentos exclusivos para ti y los tuyos en San Nicolás después del Txupinazo, ni en Santo Domingo a las 8 de la mañana, ni en la Jarauta nocturna, ni en la Vuelta del Castillo durante los fuegos artificiales ni siquiera en los baños de la plaza de toros entre las 18.30 y las 20.30 de cada tarde.

Qué decir de la Estafeta a la hora del vermú, de la Plaza del Castillo y su botellón repelente o de la calle Mayor durante la procesión o cuando salen los gigantes.

Hasta el encierrillo, hasta hace unos años acto clandestino y de espaldas a la ciudad, se ve acosado por las cámaras de televisión y la asistencia masiva de espectadores.

Así pues, hoy por hoy, el único remanso de intimidad se produce en las peñas a eso de las 5 de la tarde, cuando las cuadrillas se reúnen para terminar de preparar sus meriendas o su bebida antes de la corrida. Y, eso sí, compartiendo un patxaran lejos de las masificaciones mientras los músicos afinan sus instrumentos. Es ése, a mi juicio, el último espacio que nos queda a los de casa y que cada día y cada año disfruto más.

Si no estoy con un mal cuerpo de cagarse, claro.