Laura Navas Martin (Aranjuez, Madrid)
La danza eterna
La multitud quedó muda cuando la vio aparecer. Su larga cabellera negra ondeaba al viento y el pañuelo rojo sangrante rodeaba su cuello dándole una solemnidad inigualable. Con paso firme caminó entre los turistas, los beodos, los niños y los ancianos que susurraban en voz baja su nombre. La plaza se había quedado parada en el tiempo y ella hacía su entrada triunfal, palpando con sus manos la emoción que flotaba en el aire, fruto de los años de esfuerzo y dedicación que ella y su familia habían volcado en ese arte. Correr. Nadie mejor que ella sabía que esa palabra tenía mucha más complejidad de la que podía aparentar. Era avanzar, moverse, coordinar la mente y el cuerpo en una danza armónica y salvaje con las bestias cornudas. Su mirada recorrió la plaza, buscó a los suyos, pero solo quedaba ella como única superviviente de su linaje. No solo debía demostrarles a todos su capacidad, debía perpetuar la tradición de su familia. El sol se reflejó en sus ropas blancas. En su pañuelo. En su piel dorada. Cerró los ojos y tomó aire, preparándose para la gran carrera. Los otros la miraban, esperando la señal para seguirla. Y entonces ella comenzó a correr.
Iván Parro Fernández (Madrid, Madrid)
7 de julio… San Fermín
“Mamá, por fin llega el gran día. Todo un año esperando para esto. Todo un año de preparación física y mental para esta batalla. Pero, ¿sabes? Me siento fuerte, seguro y preparado para esos días de gloria. Ya sabes lo que dicen: “Si a los toros gustas de ir, tienes que correr en San Fermín. Si vives la fiesta, si amas los toros, ir a San Fermín es obligatorio”. Te escribo desde esta Pamplona querida que ya viste de blanco y rojo para estos días de fiesta”. Esta es la carta que escribió mi hijo y que cada día leo con emoción y angustia al recordar aquel incidente- decía todos sus amigos. Se resbaló, cayó al suelo y un toro le embistió. Gracias a cuatro héroes que le protegieron hoy podemos contarlo. Mi madre saca un pañuelo de uno de sus bolsillos y se seca las lágrimas, pero todo está bien porque yo sigo allí. A pesar de todo y de todos no falto ni un solo año a la cita, ya detrás de las barreras porque con mi silla de ruedas no puedo correr bien, y sobre todo porque me gusta la fiesta, me gustan los toros y me gusta San Fermín.
BEATRIZ ROS NIETO (RUBIELOS DE MORA, TERUEL)
EL JUGLAR
En Pamplona hubo, en tiempos, una especie de juglar. Cada año, sin falta, aparecía el día seis de julio en el Pocico de Cernin y allí se quedaba hasta el mismo día catorce. Tan acostumbrados estaban sus gentes a verle cantar y recitar, a hacer juegos malabares y a saludar con su eterna sonrisa que, el año que no apareció, la gente empezó a preguntarse quién era realmente ese personaje, de dónde había venido o desde cuándo estaba allí. Lo que al principio fue sólo curiosidad por parte de los habitantes de Pamplona se convirtió, en pocos días, en auténtica desazón y la gente empezaba a sentir que necesitaba que aquel juglar anónimo volviera. Al segundo año de la “repentina y fatídica desaparición” (como algunos ya la habían catalogado) la situación era tan insostenible que el propio alcalde tuvo que tomar cartas en el asunto y convocar un Pleno Extraordinario para decidir cómo actuar. Ciertamente, aunque lo intentaron todo y se utilizaron todos los medios posibles para encontrar y traer de vuelta al misterioso juglar, nada volvió a saberse de él y, con el tiempo, la gente empezó a ignorar su ausencia como, en su día, también habían ignorado su presencia…
BEGOÑA SASTRE (Madrid, MADRID)
SAN FERMINES
San Fermín patrón de Pamplona,, tierra fundada por Pompeyo, San Fermín Santo que da nombre a las fiestas de esa tierra bella , esas fiestas llenas de alegría, de gozo, de unión entre culturas, razas, y mil lenguas diferentes que durante una semana, se convierten en un mismo sentir, , en el placer de compartir, de reír, de competir. Miro al calendario y veo l, los días pasar, tal y como dice la canción, uno de enero, dos de Febrero, tres de Marzo, cuatro de Abril , uno tras otro esperando impaciente que llegue el gran día, ese día en que cuando exclamas siete de Julio todo el mundo grita al unísono, ¡San Fermín! Y vuelvo a revivir el chupinazo, el balcón del ayuntamiento y tanta alegría compartida en esa plaza. Que vivan los san fermines, fiesta llenas de luz, de vida, fiestas en las que jóvenes y no tan jóvenes le echan un pulso al toro ¿Quién puede mas el hombre o el toro? ¿La mente o la fuerza? De igual a igual, una carrera entre amigos por llegar hasta el final. Una carrera que solo quiere aspirar al placer de celebrar que una vez más ha llegado San Fermín a este lugar.