IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín


David Casado Aguilera (Terrassa, Barcelona)

La meta es seguir corriendo

Miro al cielo, está limpio y claro, rezo, o hago que rezo, no recuerdo ninguna oración. A mi alrededor miradas nerviosas, nadie para quieto, se puede respirar la tensión que flota en el ambiente como el humo de un tren de otra época. Te lo prometí, no es tiempo de arrepentirse, miro al suelo empedrado, mis zapatillas bien anudadas, repaso mentalmente una carrera que he imaginado miles de veces, desde que te prometí que correría por ti. En todas esas carreras imaginarias volaba, corría al lado de los astados, como si fuera una prolongación de ellos. En esas carreras imaginarias no cabía el miedo, no dudaba, no me sudaban las manos. Suena el petardo de rigor, gritos, empujones, codazos, el corazón a mil por hora, no hay lugar para el retorno, para la huida, sólo cabe mirar al frente y correr. Noto la sangre correr por mis venas a borbotones. Sobre todo no mires atrás, no dudes, pero dudo, mis manos intentan palpar todo lo que fluye a mí alrededor, hasta que lo toco, su tacto es suave, musculoso, pura potencia, bravura que hace que me sienta más vivo de lo que me he sentido jamás. ¿La meta? No hay final, sólo seguir corriendo.

 

Manuel Mérida Ordás (Las Rozas, Madrid)

Entre tanta gente

Estaba solo, solo entre cientos de personas. Cada vez algo más nervioso, giraba la cabeza de lado a lado, buscando una cara conocida que no aparecía por ninguna parte. Sabía que era pronto, tenía sueño, tenía hambre y estaba asustado, muy asustado a la par que conmovido por aquel espectáculo: tanta gente vestida de blanco con pañuelos rojos anudados al cuello y las calles llenas de… un ambiente especial, diferente, llenas de algo, no sabría decir exactamente de qué, pero ese algo me distraía lo suficiente como para no llorar. Era maravilloso. Decidí caminar, sin rumbo fijo, pues no sabía bien donde estaba. Aquello era una locura. Pensaba que no volvería a verla, cuando, entre toda esa masa de gente que me desbordaba por los lados, alguien me levantó en brazos, y entonces, cuando iba a echarme a llorar histérico, descubrí que era mi madre que no se había movido de mi lado en ningún momento, que me alzó hasta la altura de su cara y me dijo: – ¿A dónde vas campeón? ¿No quieres ver correr delante de los toros a tus hermanos?

 

Juan Herranz Pérez (logroño, la rioja)

TODOS CORREN

No sé cómo, pero estoy consiguiendo mantener la vertical durante todo el recorrido, sorteando el riesgo en cada esquina, evitando algunos encontronazos y no menos embestidas. De repente, entre el veloz tumulto, un resplandor se va abriendo hueco al frente. Levanto la vista ante la puerta principal de la Monumental de Pamplona y en un instante estoy atravesando su túnel. Tras la intensa luz, siguiendo la mecánica de una tormenta, se escucha el atronador griterío de la gente. Todos celebran la culminación de nuestra noble carrera. Entro en la plaza y piso el albero. Mi respiración agitada no se detiene, acabo literalmente con la lengua afuera. Me siento exhausto, pero aún no he terminado. Por fin diviso la puerta de los corrales y me dirijo hacia allí. En la oscuridad del pasillo descanso finalmente, siento mi corazón apaciguarse. El resto de la manada va llegando.

 

Marta Martín Morales (Miajadas, Cáceres)

Un silencio ensordecedor

Silencio. Dentro de mí tan solo se oye un silencio ensordecedor alterado únicamente por mi respiración agitada. Ni voces ni gritos ni nada. Tan solo el retumbante silencio del peligro. Pero este peligro me sabe a dulce. Sabiendo que toda la emoción concentrada en mis venas está a punto de explotar en un eco de ese silencio. Mis oídos ensordecen mientras siento temblar mi organismo por el miedo, sintiendo a la vez y en ese preciso momento la sangre correr por mis venas, oyéndola fluir a gran velocidad. Solo entonces y no antes, mis ojos ven por una esquina de la córnea un asta blanca, manchada de rojo en su punta. Ya no se si es mía. Solo oigo silencio. Pero la emoción sigue haciendo trepidar la sangre de mis venas. Sin duda, incomparable con todo lo anteriormente vivido. Y un último recuerdo justo antes de desvanecerse mis sentidos… un Santo con casulla roja que hoy ilumina mi aventura.