IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín


Florencia Luisa Silveyra (San Isidro – Buenos Aires, Argentina)

Chispazo de libertad

Y todas las preocupaciones, los dolores de cabeza, las planificaciones, todas quedaron afuera. Afuera, atrás, en otro lado. Detrás de la barrera. El tumulto, expectante y excitado, diluía entre sudor de adrenalina, de miedo y euforia todo lo que podría conducir a una reflexión. Quedaban sólo segundos de espera hasta vivir los breves minutos en que se jugaría la salvación propia, salvación dada por la velocidad de las piernas, rapidez de la mente y la no obstrucción de los inexpertos. Salvación quimérica o real, no importaba. El corazón se aceleraba como si así fuera y uno así lo percibía. Todos eran iguales en el corredor, todos eran iguales a los ojos daltónicos de los bovinos. En un ruidoso silencio, tomó aire mientras las personas que estaban a su lado le pedían la bendición al santo. Se escucha un cohete. Y luego otro. Sintió cómo la masa, cada uno para su lado, emprendió la trepidante huida. El blanco de su mente lo hacía sordo a los gritos, sordo a sus pensamientos almidonados entre estantes del neblinoso pasado, ciego a todo que no fuera el imperativo de salir con vida, de no ser ensartado por los cuernos de un toro. Corría, esperando el tercer cohete.

 

Raquel Bonilla (Tarazona, Tarazona)

EL SENTIR DE UNA TRADICIÓN

Pi, pi, suena el despertador, mis ojos todavía siguen pegados pero la emoción hace ue mi cuerpo salte de la cama antes que mi cabeza desperece. Delante del espejo sensaciones encontradas: adrenalina, miedo, alegría… el traje blanco acompañado de un pañuelo que por su color chilla en el ambiente me esperan junto a mi cama. Miro alrededor pensando que quizá no vuelva, miro alrededor pensando que aquellas paredes se quedan pequeñas, mi cuerpo necesita aventura. Postrado delante de San Fermín coreando a pulmón nuestro himno, periódico en mano como si esta fuera la primera vez, sudando como si fuese la última vez. Rogando a nuestro patrón que vele por nosotros y que lleve la fiesta a lo más alto. Minutos, segundos … ponn, mi cabeza gira y gira notando el aliento de los astados en mi nuca, cientos de piernas, brazos y cabezas que seguro tienen alma pero en esos momentos son eso “piernas”, piernas rápidas como el haz de luz con el único propósito de entrar a la plaza como héroes de esas almas. Caidos por el camino, gritos de fervor, gritos de ánimo,…todo cae aplomo sobre nuestra mente, mente capturada por la emoción. ¡ Esto es el sentir de una tradición ¡

 

JAVIER FERNANDEZ CORTES (Santa Cruz de Tenerife, santa cruz de tenerife)

La última mirada

Recuerdo el sabor frío y áspero de la piedra al chocar con mis dientes tras el impacto del estuche córneo en mi muslo.Fue un salto al vacío pero al revés, de abajo hacia arriba, una interminable escena que aún permanece en mi memoria como un hierro ardiendo.Desde ese punto visual tan bajo pude ver aquellos impresionantes bóvidos negros como el azabache pasando a pocos centímetros corriendo y resbalando entre el irregular empedrado de la calle.Una marea blanca y roja corría delante de mí perseguida por auténticas bestias ansiosas de plaza mientras intentaba descubrir qué hacía en el suelo apretando con más miedo que fuerza un trozo de papel de periódico.Juro que intenté levantarme y escuchaba gritos a mi alrededor que provenían de ventanas y vallas de madera pero no era capaz de frenar el tembleque de mis piernas y apenas podía incorporarme de rodillas.Fue justo en ese momento, cuando el ruido, la adrenalina,el miedo,el sonido de la Udaltzaingoa a lo lejos y la desorientación de la caída evitaban que me levantara,cuando vi aquellos ojos; los de un astado marrón y rezagado que se paró delante de mi, corpulento y majestuoso, e interpretando mi mirada, resopló,se giró y tal vez sonriendo perdonó mi vida.

 

Pedro José Gómez Navas (Málaga, Málaga)

El último

Ya esta. Decidido. Este año es el último. Pero lo viviré aún más especial y así podré recordarlo siempre, como el primero, sin echarme nunca en cara que dejé de ir. Porque será perfecto. La cuadrilla, el almuerzo, café y patxarán. Los toros, paralizando tu corazón cada encierro al conquistar Estafeta. La Peña. Y a la tarde, la monumental. Sol y explosión de alegría. Cervezas, potes, Malatxo, bailar, saltar, destrozar canciones, piropear a las chicas, qué guapas todas… ¡Cuánto las echaré de menos! Y el santico, con esa jota que se te clava dentro y ya no se va jamás. Resaca, fritos para desayunar, acidez, los espárragos, que siempre ayudan. Y vuelta a empezar hasta las lágrimas de la despedida. Este año, el último, llorare como todos, pero por una vez llorar estará totalmente justificado. – Abuelo, ¿metiste el pañuelico y la faja en la maleta? Mira que no damos la vuelta… – Que sí, Eneko. – Ya estoy listo para mis últimos sanfermines – Hala abu, que pesao, todos los años igual y todavía no hemos salido…