IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín


Miodrag Kojadinovic (46 Yanda Dadao, Henan\’an -Huizhou City,Guangdong, 516007)

Bennett the cop visits the victim’s neighbours, the Broughtons

George, would you like some tea? Instant coffee? Alright. Yes, I know: three spoons of sugar and no cream. You’ve been having it the same for forty-eight years. Oh yes, Mr. Bennett, sugar replacement. He’s not a real diabetic but he is a borderline case. He won’t notice. I’ve been serving coffee to him like this for the last 10 years. Just put a spoon in so he can stir and he doesn’t notice there is no sludge of melting sugar. I cannot afford to lose him. You’ll see one day. No matter how much you fight with each other — and perhaps you won’t fight with your wife… You are not married? Gay? You mean…? Ah, I see… But some of you… people… stay together for life, don’t you? So… when you have lived with your… errr… friend… for many decades, you’ll see how you cannot afford to lose that safety. You do, eh? For how long? Yes, that is a fine… marriage… length. I hope you stay together… I mean if that is what you want, because I’ve… seen a show on TV… and they said some of… you… gay people like to switch spou… partners. Excuse me for a sec, please.

 

GINÉS MULERO CAPARRÓS (Viladecans. – Barcelona., España.)

LA CORNADA.

He notado un único picotazo curvo en el esternón izquierdo. Cómo entra despacioso, primero empujando, presionando, luego desgarrando, quebrando, rompiendo la piel; agujereando se abre paso entre costillas, músculos y arterias. Cómo se desliza jalonándose, siendo una lanza comba clavada en el lunático territorio del corazón… La cimitarra huesuda remite desenhebrándose dolorosamente…, desenvainándose. Es entonces cuando aflora al exterior como un géiser la escandalosa epopeya de la sangre. Un silencio impropio volcándose caliente en mi oído ante los rostros desencajados. El morlaco intenta una nueva embestida. Falla. Demos las gracias al Diario de Navarra que, hecho un gurruño de cuchillas, hiere su ojo enfebrecido desviando la trayectoria de un asta desconchada por un derrapado roce anterior contra unos ladrillos de Estafeta. Algún mozo tapona mi hemorragia con su pañuelico rojo sin impedir que la sangre más viva rebose desparramándose por el empedrado; mientras, la hermosa bestia huye zascandileando sus cuartos traseros. Es mi primera carrera. Novato, sí. Pago…, siendo la última. Pero prometí a San Fermín que si dejaba a su amante… correría delante de los toros. Y dramática, recibo hoy 7 de julio la auténtica cornada al escucharla refunfuñar con estilo shakesperiano: «¡Antes que yacer contigo, que la muerte me posea!»

 

Salvador Robles Miras (Bilbao, Vizcaya)

Cambio de guión

En el casco antiguo de Pamplona, se rueda una escena del ‘thriller’ “Perseguidos”. Un atractivo hombre maduro, quien guarda un comprometedor secreto, y su joven esposa, participan en el jolgorio colectivo provocado por el txupinazo de San Fermín, ajenos a la tragedia que se cierne sobre ellos, ya que el asesino a sueldo que los persigue, aprovechando el bullicio reinante, se propone tirotearlos. Sin embargo, un segundo antes de apretar el gatillo, la marea humana arrastra a los actores. Transcurren los minutos, y el director de “Perseguidos” se sume en la desesperación. Los personajes se han evaporado. A medianoche, los actores irrumpen, dando tumbos, en el hotel. -¿Qué sucedió? –les pregunta el director, visiblemente enojado. -Algo maravilloso. La alegría nos venció –proclama el hombre maduro-. Además, éste –señala al asesino-, se niega a matarnos. Aquí, no. -¿Por qué? -Porque San Fermín se lo impide. -Hemos perdido los papeles –masculla el cineasta. -¿Por qué no viramos la película hacia la comedia? –sugiere el guionista. -¿Te has vuelto loco? -Quizá. El director se rasca la barbilla. De madrugada, la pareja y el ex asesino salen del hotel bailando una jota navarra. El cineasta, cámara al hombro, el guionista y una tropa de operarios secundan sus pasos.

 

Montserrat Acevedo Jiménez de Castro (Aguadulce, Almería)

Pensando en mañana

El encierro duró apenas dos minutos y medio, uno de los más rápidos de la historia. Esto lo dijeron en las noticias, que yo no estaba como para medir tiempos. Era mi primera carrera y, pese al griterío de la gente y la multitud que me rodeaba, sólo escuchaba los latidos de mi acelerado corazón, y no veía nada salvo al toro acercándose más y más. Por unos minutos el tiempo se detuvo, el mundo paró, me encaramé como pude al vallado y cerré los ojos. Detrás del primer toro, un jabonero claro, como apuntaba algún experto entre el público mientras comentaban el festejo, corría rápido el resto de la manada. Miedo, emoción y alegría es todo lo que sentí al volver a mirar a mi alrededor. Me he prometido a mí mismo que en el encierro de mañana no cerraré los ojos.