IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín


Ana María Lezcano Fuente (SANTA CRUZ DE BEZANA, CANTABRIA)

ROMÁNTICO SAN FERMÍN

La pareja, encantadoramente joven, encontró la habitación de la casa particular, en la calle Estafeta, muy de su agrado. Iban a ver en primera fila, sin peligro, y por primera vez, un encierro. Estaban documentados, varios meses preparando lo que consideraban una romántica y divertida aventura. Eran extranjeros y acomodados. Ejecutivos que habían decidido tomarse unos días de vacaciones para emular a los miles de turistas que se dejaban caer por Pamplona durante, algunas veces, siete días seguidos. Incluso sabían cantar, con acento, el pobre de mí aunque no llegaran a entender del todo de qué iba el asunto. ¡Fiesta ¡ eso les habían prometido en la agencia de viajes neoyorquina. Se prepararon: vestidos de gala, tirantes y sandalias de marca ella, traje Armani de lino él. Champán y caviar. Bebieron. Sus paladares no degustaban todavía un buen chorizo regado con tintorro. En la calle empezó la algarabía. Gritos y fanfarria atronaban el ambiente. Él se apretó a ella, la atrajo hacia sí y se excitó mientras veía llegar el primer toro. Ella se dejó hacer, excitadísima también, una copa en la mano izquierda, la otra buscando lo prohibido. Visto y no visto, el encierro pasó. Siete días de amor…

 

Eva Barandalla Aristu (Zizur Mayor, Navarra)

El Protagonista

Días pasaron sin entender el por qué, no sabía que me podría suceder, yo, al igual que mis hermanos, padecía estático en aquella estantería sin ni siquiera imaginarme mi destino final. Días antes, unas manos me manipulaban y creaban con un único fin, el de generar un ruido ensordecedor, ya que a mí no me habían puesto iluminación, solo ruido. Este es para Pamplona!!!, oía yo en el almacén, mientras unas manos me empaquetaban, y junto a mi larga cola, era envuelto con delicadeza y señalado con la pegatina de “peligroso”, como si de un miura se tratara. Pasaron los días, mi viaje fue fugaz, increíblemente rápido creo, pero aún no podía ser capaz de correr solo. Una vez llegado al destino, en otro lugar me acomodaron, junto a mis hermanos, que parecía que ya querían salir. Con nuestra bata de cola, allí esperábamos el momento de nuestra actuación. Hasta el día 6 ni los toquéis, por favor!!!, oíamos de lejos. Llego el gran día, y tras sorpresa de todos, fui el primero en ser colocado en una especie de soporte metálico. Una muchedumbre no me quitaba ojo, y tras unas manos con pulso tembloroso……, di el comienzo a la fiesta. GORA SAN FERMÍN!!!

 

Eva Estaun Sanz (Zaragoza, Zaragoza)

El último encierro

Otro año más el chupinazo llegaba a recordarme la tragedia. Lo oía desde mi piso de estafeta como si no hubieran pasado diez años. Desde entonces no había podido levantarme de la cama. Silvia rompió conmigo el 6 de julio y yo aprovechando el ambiente, el calor y las fiestas me había escondido detrás de muchos vasos de whiskey, baile, fiesta y sinsentido. Lo que no perdonaba era el encierro. Paquito me arrastró hacia el portal de mi casa empeñado en impedirme saltar, pero cuando el bullicio llegó a mis oídos, salté la barrera, sin equilibrio, sin reflejos. Solo recuerdo sabor a sangre en la boca, gritos a mi alrededor, gente e inconsciencia. Cuando abrí los ojos estaba en la clínica rodeado de caras muy serias que venían a darme la noticia, no volvería a caminar jamás. Durante toda la semana oí la música y el jolgorio de mi fiesta grande. Encendí la tele, 38 heridos y dos muertes es el recuento final de víctimas tras el último encierro de San Fermín, ¿eso era yo? ¿un numero más de esos 38? Me di la vuelta en la habitación de hospital mientras, a lo lejos hoy entonar el pobre de mí.

 

ALBERTO SORIANO FERRI (PETRER, ALICANTE)

DEL OTRO LADO

Un estruendoso y acompasado cántico, seguido de un trueno ensordecedor. Entonces, una puerta se abre. ¿Libre al fin? Salgo corriendo, excitado, los compañeros a mi lado… pero no es más que un largo corredor. No hay escapatoria. Delante de nosotros una enorme mancha blanca y roja se agita y tiembla. Hacia ella vamos. El suelo es duro y resbaladizo; el camino estrecho. La gran mancha se disipa y se abre ante nuestro paso, pero siempre hay más detrás, nunca termina. De repente, una curva muy cerrada, inesperada. Resbalo y caigo. Aunque rápidamente me incorporo. Demasiado tarde, mis compañeros no están. Me encuentro solo, inquieto en medio de la gran masa, que ahora reconozco: son esos animales de dos patas, están por todos lados. Gritan y me provocan. ¿Qué pretenden? Allí veo a uno solo. «Embístelo». Pero ahora huye, y se aparta el muy cobarde. «Ignóralo pues, y sigue corriendo». Siento que mis amigos se alejan y el paso es cada vez más estrecho. Pero, ¿qué es esto ahora? ¡Qué grande y luminoso! ¡Y siento la tierra al fin bajo mis pezuñas! Aunque no veo a los demás. Al fondo, sí, en esa puerta, creo que los huelo. Voy allá a ver si los encuentro…

 

Antonio Luna García-Mina (Madrid, Madrid)

La última de ayer

Suena el despertador. No me lo creo, me sobró la última. Me lavo y visto de blanco limpio y planchado, como si nada ocurriera en mi cuerpo. Salgo a la calle y camino probando mis piernas. Están pesadas, quizás los nervios o la última de hace unas horas. Llego con tiempo y un caldico me sienta a gloria. Pasa la Pamplonesa y su música calienta mi estado de ánimo. Falta poco y bajo a ver al Santo. ¡Todo el año y me acuerdo de rezarle a falta de unos minutos! Pido disculpas y hago propósito de enmienda, pero no hay tiempo. Tengo miedo y le pido valor más que protección. Me coloco donde siempre y me vuelvo a atar las zapatillas. Comienzo a botar sin saber por qué. Suena el cohete y un escalofrío de emoción recorre mi cuerpo. Pasa gente corriendo. Aguanto en mi sitio pero las piernas comienzan a irse solas. Me empujan. Corro. Miro hacia atrás. Oigo gritos en los balcones. No veo…¡no veo nada! Corro más. Viene uno negro. Me retiro precipitadamente y choco contra la pared. Estoy sudando, quizás la última de ayer. Hoy más y mañana otra vez. ¡Viva San Fermín!