IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín 1


Daniel Matul Romero (Costa Rica – San José, Costa Rica)

SEIS DE JULIO

Algo personal Ludovico Aguiluz Montalvo ganó. Ganó a pesar de sus principios y juramentos, susurró su hermana durante la cena que organizó el partido dos días después del conteo electoral. Esto es un movimiento social, dijo el secretario general, mientras Ludovico terminaba de escribir sus notas en una hoja, que arrancó del libro de ciencias de su hija mayor. La sociología no explica estos números, sentenció, mientras miraba el pasillo que conduce hasta el balcón del ayuntamiento. Venga, me dijo y me condujo por la escalinata hasta la ventana principal, cuyas cortinas impedían el paso de la luz. Afeura se escuchaba a la gente gritar que «se hiciera la luz». La escalinata era más bien corta y desde adentro las cuatro banderas que cuelgan parecían cuatro vaquillas chocando entre sí, mientras el viento las movía. Desde hace más de veinte años he querido ganar sólo por esto. Hasta un encendedor de lujo me han regalado para lanzar el chupinazo, me dijo en voz baja. Se acercó a la escalinata y salió a la ventana. Yo, no logré ver a los toros; pero recuerdo como la luz del cohetillo volaba entre los ojos de la gente que gritaba y celebraba el inicio de los encierros.

 

Juan Iribas (Tafalla, Navarra)

Medianoche en Pamplona

Mi mujer se empeñó en que viese Medianoche en París. “¿Quieres que vaya al cine la noche del Pobre de Mí?”. Como no quería discutir, tomé una dosis de aguantaformo, compré una entrada y ocupé mi butaca en una sala llena de huecos. Me gustó Allen; su guión; el reparto; París; me maravilló la idea de trasladar al protagonista, un escritor californiano lleno de sueños, cada medianoche a los años 20, donde coincide con Picasso, Fitzgerald, Dalí, Buñuel o Hemingway. Abandoné la sala justo a medianoche…, en Pamplona y me apresuré a la Plaza del Ayuntamiento para entonar el Pobre de Mí; en ese momento se me acercó un tipo con bigote, barba de dos o tres días, flequillo y una botella de vino en la mano, quien me preguntó con acento estadounidense: “Buenas noches. Me llamo Ernest. ¿Por dónde se va a la fiesta?”. Lo llevé al Café Iruña y al bar Txoko, charlamos hasta que se marchó a dormir al Hotel La Perla. Llegué a casa con dolor de cabeza la mañana del 15 de julio, y le expliqué a mi mujer lo fabuloso que me había sucedido. No me creyó una palabra. Desde entonces, duermo en el sofá.

 

Beatriz Torrecilla Fernández (Pamplona, Navarra)

100 San Fermines

Probablemente sean los últimos San Fermines, los últimos de este año. Cierro los ojos y me vienen imágenes perdiendo la voz cantando el Riau Riau. Corriendo el único encierro que viví en primera persona y ese si que fue el último, los cuernos de aquel toro a metros de mí cargaron mi cuerpo de tanta adrenalina que fui incapaz de disfrutarlo, pero cómo corrí: tenía en mi cuerpo más miedo que sangre. Y cayeron sobre mi cientos de litros de alcohol en cada uno de los chupinazos. Y me engatusé de cada una de las chicas que acompañaban su cintura con la faja roja, roja pasión. Y aquí estoy hoy, temblando de nervios, con el traje de blanco y rojo y sin pañuelo, por mis cien San Fermines vividos, me regalarán mi último pañuelo, el último de este año. Y no se pueden imaginar, las ganas que tengo sin haber disfrutado todavía de estos San Fermines de que lleguen ya los siguientes.

 

María Amparo Callejón Leblic (Huelva, Huelva)

TRANSFORMACIÓN

-¡Un viaje! – dijo a su hermana… Ya con sesenta y cinco años lo tenían todo hecho, la hipoteca pagada, los hijos crecidos. – ¡ Vamonos a Pamplona¡ Bajaron del autobús, encontrando el paisaje navarro y con él una avalancha de personas vestidos de blanco, con pañuelo rojo en sus cuellos. En el último escalón del autobús notaron que estaban más delgadas, más altas, en definitiva más jóvenes, sus arrugas se habían tersado y sus ojos tomado un brillo distinto. Un Santo llamado Fermín les guiñó un ojo y le mostró su pueblo. Los mozos corrían delante y detrás de unos toros de cuernos recios. La algarabía pamplonica llegó a sus corazones extasiándolas. Nueve días que rejuvenecieron con sus fiestas. – Pobre de nosotras, hermana. Esto se ha acabado. Marcharon desanimadas, cabizbajas y con miedo a afrentarse de nuevo a lo mismo: A la pastilla de la tensión, a la compra en el super, a la pechuga de pollo a la plancha… Una de ellas miró a su hermana y pudo ver en sus ojos el atardecer de Pamplona. Con una sonrisa le dijo : -Hermana, para el año que viene rejuveneceremos de nuevo, tomando un caldico.


Una idea sobre “IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín

  • anjanuca

    Amparo, me ha hecho mucha gracia. No sé si tiene algo que ver con lo identificada que me he sentido 🙂 Me alegro de que haya estado entre los 23 mejores.

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