IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


SU HIJO CORRE

Jose Fernando Cuenca Gómez

Desde que supo que su hijo corre esta mañana no ha podido conciliar el sueño. Los nervios la atenazan y siente un cosquilleo irracional en el estómago. Cada resbalón, cada curva, cada amontonamiento, harán que su corazón se encoja en un puño.
Son casi las ocho de la mañana, y como cada día desde el siete de Julio, toros y corredores se preparan para iniciar una nueva carrera.
Si pudiera llegaría a la cuesta de Santo Domingo, se acercaría hasta situarse frente a la pequeña hornacina en la que se encuentra el Santo patrón, y escucharía con respeto la oración que pide a San Fermín su bendición y una carrera rápida y limpia.
Los periódicos enrollados servirán de improvisado capote.
Miles de pañuelos rojos volarán por las calles empedradas de Pamplona.
Rodeado de sus compañeros correrá con juvenil agilidad hacia la plaza salvadora.
Pero nada comparable a cuando, en la soledad de la plaza, su hijo “Lucero” rete al torero a una desigual lucha a muerte.

 

HOY DESPERTÉ EN SAN FERMÍN

Jesús Antonio Rivera Berumen

Hoy desperté con la enjundia de echarme a la carrera; de correr perseguido por el aplauso y la juerga y el miedo. No sé. Tengo ganas de rodar por una cuesta santa, de pronunciar un cántico en favor celestial. Siento en la sangre ese hervidero por saltar la plaza pública, por girar en el grito de los mercaderes, por oír el chiflido de la multitud. ¿Qué podrá ser? ¿Estaré loco? Incluso tengo el ánimo del peligro; de que me encierren con reses bravas. Quiero sentir el corazón alborotado, las piernas temblorosas, el alma jugando. Oír canciones endulzadas de valor; mirar los cielos hinchados de serpentinas; reír la felicidad como fiesta obligatoria… Carajo. Qué frustración. Hoy desperté con ganas de vivir, y a este pueblo sólo se le ocurre echar al aire un chupinazo al mediodía.  

HASTA SIEMPRE

Judit López Garralda

Pues, la verdad, no le encuentro la gracia a esta situación. No quiero ni verlos y mira que me gustan. Hemos sobrevivido a Papá Noel, a Olentzero, al Niño Jesús, a los Reyes Magos y a un par de visitas del Ratoncito Pérez a la almohada de mi hermana mayor. Pero creo que ya no podemos aguantar más. Ha llegado el momento. Tengo que dejarlo marchar.

Y ¿A quién se lo doy? A Caravinagre desde luego que no, que me da muchos disgustos. Como mucho al Coletas si se acerca, que tampoco voy a ir a buscarlo. Lo mejor será dejarlo al primero que pase. Joshemiguelerico lo cuidará, pero va tan cargado siempre y tiene tantos…

Papá y mamá me miran sonriendo. Están esperando a que me decida. No quiero hacerlo. Ya han pasado todos. Sólo me queda Braulia. Ahí llega.
Tengo muchas ganas de llorar, pero tengo que ser mayor. Ya soy mayor. Después de esto, más vale que me compren helado, globo, croqueta y mosto, todo a la vez.

Se acabó. Nos toca. Te voy a echar tanto de menos. Adiós. Menos mal que mi madre no sabe que me guardo uno en el bolsillo del abrigo de invierno. Bendito septiembre.