RITUAL
Jon Aramendía Huarte
Ritual
Apenas faltan unos pocos minutos. Un puñado de segundos que el cuerpo me pide convertir en décimas para caminar más rápido en el tiempo. La boca seca y las manos húmedas. Si mi cara no resplandeciese por las mil alegrías venideras, se diría que estoy enfermo. No puede ser sano el ritmo desenfrenado al que salta mi corazón y retumban mis sienes. Compruebo el pañuelo. Lo saco de mi bolsillo y lo doblo con el mismo ritual delicado de hace un minuto. El nudo perfecto de mi faja, la medida justa de colgante y sus flecos paralelos y relajados sobre el blanco inmaculado, dibujan en mis comisuras un orgullo que es solo para mí. Intento dar un sorbo que esté a la altura de mis emociones, pero mi estómago se encoge como si me dijera, todavía no. Regreso al reloj con la angustia más dichosa que son capaces de gestionar mis hemisferios y alguien grita; ¡un minuto! Ahora respiro profundo y sereno la mirada en un intento estéril de no ser yo. Saco el pañuelo de nuevo y formo un triangulo invertido perfecto, que sujeto con los dedos crispados sobre mí frente. Suenan las vivas del pueblo y sisea vertical.
CONSEJO DE UN CORREDOR DE ENCIERROS
José Ignacio Echevarría Ortiz De Zárate
Querido hijo:
Mañana participarás, por primera vez en tu vida, en un encierro de San Fermín. Piensa, antes de anudarte el pañuelo rojo alrededor del cuello, que no correrás solo. Y no me refiero a que serás uno más entre los miles de corredores que se jugarán la vida en algún lugar del recorrido por varias calles del casco viejo de Pamplona. También te acompañarán tus miedos. Espero que puedas superar el pavor que te producirán los toros, cuyo peso sobrepasa los quinientos kilogramos de peso, las posibles cornadas y los pisotones. Yo, por experiencia, te sugiero que escojas un buen lugar de partida en la calle Estafeta porque los morlacos empiezan a estar cansados y van más lentos. Aunque no te fíes, porque en este tramo muchas veces aparece algún toro suelto porque se ha quedado rezagado. Un último consejo: no aguantarás corriendo toda la calle Estafeta, en algún momento el toro te rebasará y, entonces, deberás echarte a un lado. Esta maniobra es muy importante porque, de ese modo, no perjudicarás al resto de corredores.
Tu padre
NO SIN MI HIJO, O VICEVERSA
Francisco Javier Torres Gómez
La semana había sido dura, muy dura. A pesar de haberme comprometido con mi hijo a presenciar el chupinazo desde la plaza del ayuntamiento, mi cuerpo no supo estar a la altura y un reproche en forma de mirada triste me recordó durante toda la tarde que no había sido justo con él. jamás olvidaré aquel amargo licor que tuve que saborear con lágrimas asomando a unos ojos, los míos, poco acostumbrados a la derrota. Por suerte, me quedaba otra baza que no pensaba desaprovechar. Por la noche me acerqué a un niño triste, derrotado por el sueño y le susurré al oído que descansara, que juntos acudiríamos al primer encierro. El sueño se esfumó y el abrazo casi quiebra mi cuerpo roto. Tan solo transcurrieron unas horas y volví a hacer el mismo trayecto a hasta su cama en la que sus ojos, abiertos de par en par, me miraban y me invitaban a salir a la calle. Aún faltaban unas horas para el encierro y la brisa de la mañana amenazaba con sacudir nuestras ilusiones, pero el calor de su mano y el orgullo con que caminaba hasta la urna del santo me demostraron que había sido perdonado gracias a San Fermín.