DE CUERNOS Y DE SANTOS
Emilio Almirón
Mientras ella dormía, el hombre rezó y rezó durante toda la noche, de manera ferviente, a todo santo que recordara de las clases de catecismo o de alguna estampita. Al final, su pedido fue escuchado y concedido por uno de ellos, quien sabe cuál.
El proceso fue doloroso, no se podía esperar otra cosa de algo proveniente de un santo, pero valió la pena, al otro día sus expectativas estaban cumplidas y se sentía más fuerte y vigoroso que nunca.
A fuerza de empujones, logro abrirse camino hasta el frente, y desde allí observaba.
La gente en las gradas gritaba y reía, él lo buscaba con la mirada; La gente se asomaba por los balcones, él lo buscaba con la mirada; La gente, preparándose, se acomodaba los pañuelos y se posicionaba en frente, él intento encontrarlo, pero la presión desde el fondo crecía cada vez más y más.
Cuando abrieron las compuertas lo vio. El otro estaba ahí, acomodándose el pañuelo, justo en frente, regalado.
En sus ojos pudo apreciar el horror de reconocerlo detrás de la bestia. Lo encaró sin esconder sus intenciones y solo un pensamiento cruzo por su mente: «Ahora vas a saber lo que sienten un buen par de cuernos».
PODERÍO
Francisco Lorenzo Venancio
Si Mario tiene algo claro es esto: no puede consentir que una pieza de su ganado sea criticado. Los alimenta, cría y cuida como a hijos propios, y en cierta forma así es, son su obra, quiere mostrarlos y presumir de como crecieron. Al contemplar la majestuosidad del animal mientras ellos corren por el campo, cuando los ve respirar con el pecho agitado y se detienen, o al sentir el calor de su negra y áspera piel si la casualidad -o no- los acerca en su descanso, todo en conjunto, como en un logrado cuadro que se enmarca para la muestra, es una imagen imperiosa que lo llena de orgullo.
Hoy hay un balcón que lo separa unos metros del recorrido, los verá pasar entre pañuelos rojos y camisas blancas, puede que alguno de los animales se fije él, y si tal vez sea posible algo parecido, recuerde porque está allí y corra como nunca lo ha hecho….
DE CARTEL EN CARTEL
Fernando Astráin Abadía
El amigo lo entendió rápidamente. Los tiempos habían cambiado hace tiempo también para reflejar el icono del cartel de los «Sanfermines».
Acudió al Mercado del Ensanche. Comenzó en la pescadería y no le moló mucho lo bueno y fresco que allí se exponía, pero se atrevió a pedir un manojo de perejil. Los puestos de carnicería venían a continuación y, aún cuando descubrió ricos productos, finalmente se hizo con una triste txistorra tirando a seca.
El surtido de colores en frutas y verduras culminó su fantasía y fue precisamente allí donde completó su carro de compra.
Llegó a casa ilusionado. Rescató el lienzo armado en bastidor que días antes había adquirido en la calle Mayor y comenzó su obra embadurnándolo con cola de carpintero. A continuación puso el perejil en el ángulo superior izquierdo para que simulara a los árboles cercanos al callejón de la plaza. Medio limón, al otro lado, representaría al sol mañanero. Láminas de cebolla fresca con algo de pimiento rojo morrón harían de valientes corredores. Seis mitades alargadas de berenjenas como toros zaínos y la txistorra cerraría el marco de su cuadro.
Tras concluir dudó si no hubiese sido mejor para el ilustre jurado, haber elegido como protagonista a «Caravinagre».