IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


VIVA SAN FERMIN Y LA PAMPLONIDAD

José Daniel Prada Jácome

Un sonido fuerte en el cielo de un chupinazo indica la llegada de una celebración en la humanidad, el aire deja su silencio para dar paso al grito de un hombre que lleva un mensaje de felicidad, se prende la mecha de bienestar y júbilo en los corazones de las personas de tan respetable ciudad. El ambiente se inunda de átomos de prosperidad que contagian a cada personalidad, la sangre de cada ciudadano palpita al ritmo de la pamplonidad, cultura que se destaca por su progreso y vigorosidad.

Las calles se vistieron de gala para saludar a cada persona por su valentía y coraje en la construcción de tan hermosa capital, donde pamploneses y extranjeros participan con todo respeto en las actividades de integración cultural, cuyo principio es promover la paz, el amor y la igualdad, valores que conforman las bases de toda sociedad. Al mediodía de cada seis de Julio puedo escuchar las voces de las señoritas de mi vecindad, al mirar por la ventana veo la sonrisa de los niños al jugar con libertad y al mismo tiempo observo a un abuelo que dice: ¡ Que Viva San Fermin Y La Pamplonidad !.
 

UN MINUTO ANTES DEL CAOS

Javier Domínguez Martínez

Tras la puerta, escucho la marabunta. Resuenan saltos, y llegan a oírse los empujones. Huele a adrenalina y a nervios. Nosotros, dentro de nuestro cubículo, nos miramos nuestras capas oscuras. Brillan en la penumbra los afilados instrumentos que, en unos instantes, harán bailar a nuestro son a quienes ahora nos esperan.

Nuestro espacio es quietud en medio de ese caos; y reposo previo al caos en el que nosotros mismos vamos a meternos de lleno, abriéndonos camino entre pechos, espaldas y piernas en blanco y rojo.

Suena un cohete. Es el momento. Cuando la puerta se abra, veremos el cordón policial, una masa fosforita que ejercerá sobre nosotros de reclamo. Tendrán complicado los agentes sujetar a las fieras, que no somos nosotros sino ellos, los otros, los que nos aguardan.

Alguien grita: “Ahora, fuera”. Los goznes de la puerta chirrían. El sol entra y nos ciega por un momento. Pero ahí vemos el cordón policial. Salimos.

Quizá cada mañana haya seis toros que sientan algo similar a esto, pienso mientras me calo la txapela roja. Nos toca. Los gaiteros y txistularis tenemos que marcar, un año más, el comienzo musical de las fiestas. 

ENCIERRO

José Antonio Santos Rodríguez

ENCIERRO

Vine a Pamplona desde el Caribe para hacer realidad un viejo sueño. Correr delante de una manada de toros. En la mañana del siete de julio abordé la calle, vestido con camisa roja, pantalón blanco y zapatillas. Era la primera jornada y quería participar en las siguientes. Me sentía cómodo y ágil para recorrer los más de ochocientos metros en tres minutos. Antes de iniciar el encierro, eché otro vistazo a la ruta que terminaba en la plaza. Cerca de allí tuve la mejor lección de mi vida.
En el corralillo había un toro muy negro, distinguido por un lucero blanco en el centro de la cabeza y cuernos retorcidos. Sus ojos brillaban por la furia. Entonces me dije: “lo voy a poner más furioso”. Le lancé unos caramelos golpeándolo en el hocico. Desde que iniciamos la carrera, se me aproximó tanto que podía percibir sus resoplidos en los glúteos.
Caí extenuado antes de llegar a la plaza. El tauro me rozó con las puntas y pensé: “ahí viene la cornada”. El olor de mis heces lo hizo retroceder, pero regresó deprisa, rejurgitò una mascada verdosa y un documento que exigía respetar a los animales.