SIMPLEMENTE SAN FERMÍN.
Jennifer Sánchez Moros
Hugo está muy nervioso es su cumpleaños y no es cualquier celebración, cumple 18 años. Hugo es mayor de edad por fin y como sus padres le prometieron le dejarán ir a Pamplona para vivir una de las mejores fiestas por primera vez, San Fermín.
Así que, cogió su petate y tomó camino con sus amigos a una gran aventura que nunca olvidaría.
Al llegar a Pamplona se encontraron con una multitud de gente, que bañaban las calles, vestida de blanco y rojo, bailando por la calle al son de la música. Entonces se dieron cuenta que desentonaban con el resto de la gente. Por lo que decidieron ir a la tienda más cercana para ataviarse con la vestimenta propia: compraron unos pantalones y camisetas blancas, combinándolos con un pañuelo y un fajín rojo.
Ahora sí que estaban listos para vivir San Fermín. Eran las 8 de la mañana y nada más bajar por la calle, vieron a la multitud con su vestimenta tradicional, agitando el periódico al son del cántico: “A San Fermín Pedimos por ser nuestro patrón…”, se les pusieron los pelos de punta de la emoción. Fue entonces cuando echaron a correr sin mirar a atrás.
UN SAN FERMÍN ESPACIAL
Alejandro Souto Fernández
Por fin llegó el día en el que acabé mi máquina convocadora de cometas estelares, ya solo me falta instalarla en el coche y estará casi todo dispuesto, abro el maletero de mi nissan skyline y hago la modificación completa del cableado para poder conectar la máquina desde dentro del coche. Una vez acabado me doy una breve ducha y cojo un par de prendas de ropa que guardo en una mochila, me despido de mis compañeros de piso y tomo camino hacia Madrid para seguir después destino Navarra a la fiesta de San Fermín.
Llego a la ciudad dos días antes de la fiesta principal y ya se respira el repugnante aroma del asesinato por diversión que ofrece dicha festifividad; nada puede repugnar tanto como mancharse las manos de sangre inocente solo por el placer y la diversión de la gente.
Así pues visito los lugares turísticos que ofrece Navarra, realmente hermoso y aguanto estos dos días con paciencia.
Llega el día, las multitudes llegan desde toda España y extranjero, pongo la música en mi coche, relajante sonido de la naturaleza y activo el dispositivo, todo explota, llega el fin y jamás habrá un nuevo San Fermín.
A PAMPLONA HEMOS DE IR…
Aída Riancho López
– Mamá, por favor… – suplica la hija.
– ¡He dicho que no! Hasta que no cumplas los 18 no irás.
– Pero… Aunque no vivamos en Pamplona… ¡Hoy todo el mundo es pamplonica! ¡Todos vamos a San Fermines! ¡La Ribera también es Pamplona!
– Ya basta – Le interrumpe su madre. Pero la fuerza de su voz no impide que recuerde cómo fueron sus primeros San Fermines. Aquellos en los que conoció a su primer amor sanferminero, donde aprendió a hablar con guiris y mandarlos a destinos desconocidos al no saber la calle por la que le preguntaban. Aquellos en los que su mejor amiga se pilló una cogorza increíble y tuvieron que cuidar de ella durante toda una noche, aquellos en los que destrozó las alpargatas de tanto bailar en la verbena. Aquellos en los que los churros de la Mañueta aliviaban resacas… – Eres muy joven para ir. De aquí a un par de años hablaremos.
– “Si ella supiera…” piensa para sus adentros. “No se me escapará esta noche… ¿Tal y como yo hice?”