IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL VINO

Juan Carlos Somoza García

Allí donde el encierro coge la ciaboga, al entrar en Estafeta, allí se erige el “Mesón Pintxo”. En sus contraventanas está reflejada la embestida de “Cansino”, el toro por el que San Fermín intercedió y fue indultado. El suceso está reproducido en una placa conmemorativa. La hija de Iñaki, dueño de “Pintxo” y viudo, se llama Arantza, y su admirador, yo mismo, Erik. Cada mañana, después del baño champanero en el txupinazo, de los 875 metros de maratón pamplonica, de reyes, zaldikos y kilikis, aterrizo kalimotxo en mano para almorzar donde la Arantza. Sus atuendos rojos son fuego en movimiento, y sus manos zarzas que ardientes rompen el aire. Mordido por la espera envío a su encuentro mi invitación para el baile de la Era, en la plaza del Castillo. No contesta. Arde mi pregunta al viento:
—Susúrrame y rompe madrugadas, regálame unos instantes de ilusión…
No dedica mirada a mi locura y solo veo unos ojos que engañan y otros engañados. Suspiro. Anticipo una vez más el “Pobre de mí” y regreso la vista a la inscripción de la placa: «Donde rompió el cuerno “Cansino”, de Pamplona el mejor vino»… Y, desdeñado, me refugio en mi amigo fiel, mi mejor amigo… ¡El vino!
 

EL MOZO

Julián F. Pérez Cobo

Sentado en la acera veia pasar la vida como en un sueño, pero sabía que no estaba dormido. Se sentía cansado, y aunque no recordaba bien la útlima gota de cerveza que había bajado por su garganta, tenía que haberla sudado ya hacía bastante rato, entre el calor de los bares, la música y el no parar de deambular de un lado a otro. Andar, y andar, eso si que lo recordaba perfectamente de un año para otro.
Sentado en la acera también recordaba el olor a sudor, a nerviosismo y a miedo contenido. Y miraba a los mozos, igual que un niño mira a la Comparsa de Gigantes, que periódico en mano bajaban por la calle; y para su sorpresa, él también llevaba uno, enrrollado, como tantas otras veces.
Sentado en la acera despertó a la realidad, era 7 de julio, y, como de costumbre, estaba en la calle Santo Domingo, esperando que fueran las 8.
Se levantó, colocó el periódico debajo del brazo y, tambaleándose, emprendió el camino a casa mientras escuchaba el primer cántico a San Fermín, recordando cuando, muchos años atrás, el también fué mozo. 

¡VIVA SAN FERMÍN!

Silvia Lacasa Montalvo

Cada vez queda menos para el 6 de julio, día en que todos los años se lanza el chupinazo con el que comienzan las fiestas de San Fermín.
No hay fiesta más importante en el año para los pamplonicas, que esperan con gran ilusión esos días.
Desde que el escritor Ernest Hemingway visitase Pamplona hace ya unos cuantos años los San Fermines se han internacionalizado y personas de diferentes lugares del mundo disfrutan de la fiesta con los locales. En total son 8 días y 204 horas de fiesta ininterrumpida.
El acto más conocido y multitudinario es sin duda alguna el encierro. Produce una gran emoción escuchar todas las mañanas a los corredores, antes de enfrentarse a los toros, el cántico mediante el cuál piden la protección de San Fermín. Dice así:
«A San Fermín pedimos,
por ser nuestro patrón,
nos guíe en el encierro
dándonos su bendición»
Además del encierro, si nos acercamos a Pamplona no podemos perdernos la procesión en honor a San Fermín que se celebra el 7 de julio, la comparsa de gigantes y cabezudos, el jolgorio de las peñas o los fuegos artificiales.
Tic-tac tic-tac la cuenta atrás ha comenzado. ¡Viva San Fermín!