UNA MISMA ALMA
Pablo Garcia
Moro veteado si es que los hay. El hombre, prolijo en su humilde camisa blanca; impecable en su humildad; dispuesto, valiente. Cascos pegando sobre los adoquines en retumbos nobles, como ecos de otras corridas mil veces más sangrientas y terribles, las corridas del hombre que corre al hombre.
Van el uno y el otro; aquel desorientado entre empalizadas y empedrados, azuzado por los gritos y las manos en alto, pitones al viento, cabeceando a diestra y siniestra como buscando la salida a su pesar; ¡es tan distinto todo en los prados, tan serenas las tardes, tan rebosantes de sosiego!
Entre boinas enjutas y pintonas, como quien se sabe vencedor, el hombre se lanza a la carrera delante de la tropilla, intentando bendecir en la crisma al mismo diablo. Buscan sus yemas apoyarse entre los estiletes curvos de los cuernos algo bizcos. Buscan sus ojos los de la bestia para amalgamar sus miedos; para confesar su temor sólo ante la desesperada mirada del toro.
Y corren en ese amasijo de minotauros que escapan y tropiezan desordenadamente, se atolondran en el remolino de gritos y mugidos desafinados que es el encierro.
Toro y hombre perdidos en el callejón, como si los atravesara una misma alma.
HUELE A SAN FERMÍN
Raquel Corrales Ucar
Pum!.Otro año más, con las mismas ganas y alegría contenida, comienzan las fiestas. Miro a mi derecha, y topo con sonrisas, a mi izquierda con ojos chispeantes, enfrente, con torsos blancos y rojos. Detrás, detrás no consigo ver. Mire a donde mire veo lo mismo. Adrenalina, risas, música,¡ay esa música!. El sonido de los tambores me insinúa que ya es Julio. Su sonido me hace vibrar de emoción. Una enorme satisfacción y felicidad se apodera de mi.
Huelo el ambiente, saboreo la aceitosa chistorrada. Marco mi ruta.
Comenzaré poco a poco, no vaya a ser que el cuerpo no consiga seguirme. Pero inevitablemente todos mis deseos hacen que me involucre del todo. No veo límites y los tambores siguen marcando mis pasos.
Gente en masa, caras nuevas, rostros varios. Todo se mezcla. Todo fluye. Es hora de salir. Las calles se nos hacen pequeñas y llueve brutalmente desde los balcones de Pamplona.
Danzaris en las iglesias. Gigantes y cabezudos abriéndose paso y tú junto a mí.
El pañuelo me ahoga, mis zapatillas me gritan y la faja ondea el aire al caminar.
Tu mano me roza, el pelo se te revuelve y agradezco que estés aquí.
San Fermín.
Otro año más, único y especial.
7 DE AGOSTO
Alejandro Rodríguez Ovalle
Hace ya varios años ,un 6 de Julio hice un viaje a la aventura con mochila, saliendo desde Barcelona y
entrando por Portbou en Francia, hacia Argeles, después Montpellier, Marsella etc…
Recorrí en Interrail varias ciudades con estancia incluso en Paris. Ya al regresar pasé 2 noches en
Biarritz y en San Sebastián, paré en Pamplona el 7 de agosto.
Si quizá hubiera empezado con el chupinazo en Iruña, no hubiera pasado 3 días de tanta tranquilidad
como pasé en agosto a la vuelta de mi viaje, pero nunca me agradó mezclarme entre tanto alboroto.
Recuerdo que llevaba una camiseta roja y salí a correr una tarde. Haciendo deporte por las calles históricas
sin el tumulto de gente que se aglomera en los San Fermines, me sentí como en las fiestas.
Disfruté de la gastronomía en la plaza del Castillo, de mis ratos para escribir y poder descansar sin ruido.
Libre como un cabestro antes de su encierro.
Esta celebración tradicional llena de anécdotas, vital para el desarrollo económico de la ciudad,
jamás podrá albergar la calma que arropa a su gente cuando acaba la ceremonia de clausura.
Pasé la primera puerta, a Pamplona se ha de ir sea o no sea San Fermín.