IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


BENDITA LOCURA

Sergio De La Marta Cienfuegos

En su día a día era un tipo tranquilo, de los que se pasan la vida mirándola desde un rincón, pero cuando se abrió la puerta sintió cómo los nervios, que le habían recorrido el cuerpo durante toda la noche, se le abrazaron al corazón que en ese instante empezó a bombear como si no hubiera un mañana. Echó a correr y notó que sus piernas iban más rápido que su propia mente. Tenía a los seis detrás de él, notaba su respiración a apenas unos centímetros y cuanto más cerca estaban las voces de su cabeza la repetían con más insistencia: “Más rápido, más rápido, ahora no puedes parar”. Braceaba en cada curva con unas manos que eran remos apartando el aire que le rodeaba. Notó el tirón de la camisa, pero logró zafarse de la embestida. Ya tenía frente a él la luz cegadora al final del recorrido. Mientras, el resto de compañeros, desde los ventanales del Sanatorio, lo vieron llegar al jardín con los brazos en alto y aplaudieron orgullosos la hazaña que su amigo repetía cada 7 de julio. Bendita locura. 

VUELVE POR SANFERMÍN

Nerea Eneriz Sánchez

Estoy en el avión. ¡Qué despegue ya! Hace tres meses que compré el billete y se me está haciendo eterno. Me he vestido de blanco y rojo para no perder ni un minuto. Llegaré a Pamplona a las 10 y directo al almuerzo. Veré a mis amigos y a mi familia. Comeré magras con tomate. Hablaré en mil idiomas y bailaré al son del txistu en la plaza del Castillo. Seguro que me emociono viendo el encierro y a jóvenes y mayores, extranjeros o locales, unidos en estas fiestas.
Mis compañeros de trabajo y los guiris con los que vivo no lo entienden. Se me hace imposible describir lo que siento en Sanfermines. A pesar de la tabarra que les he dado con vídeos, imágenes y mini-celebraciones en cada peldaño de la «escalera», no lo comprenden.
Ay, se me partirá el corazón en el pobre de mí. Dejar el pañuelo que me ha acompañado al cuello durante 204 horas y que vuelva el tiempo de descuento a empezar hasta 2018.
Ellos no lo cogen, pero cuando les dije a los de mi cuadrilla que igual no podía ir, todos me cantaron aquello de: ¡Vuelve, a casa vuelve… por Sanfermín! 

EL ÚLTIMO SAN FERMÍN

Gonzalo Olías Gómez-millán

Asier, bajó temprano por el diario y el correo. Ojeaba el titular cuando se percató de su presencia, entre la publicidad y las facturas. Sentado en la cocina, abrió la esperada carta y leyó sin inmutarse. Pasados unos minutos, la colocó con cuidado sobre el periódico y lo enrolló meticulosamente. Se levantó sin hacer ruido, entró en su habitación y las miró con los ojos vidriosos durante un instante. Las besó tierna y prolongadamente y, cuando aún quedaban quince minutos para las ocho, salió de casa y comenzó a bajar Santo Domingo…

Merino está desconcertado. Hace días que nada es como siempre. Muchos han venido a verle desde que llegó, pero ninguna cara, ninguna voz, ningún sonido le resultan conocidos.

Esta noche ha soñado con su hermosa Andalucía, con luminosos amaneceres y agradables paseos al frescor de la tarde, entre árboles que susurran al viento de poniente.

Unos cánticos despiertan a Merino de su ensoñación y lo devuelven a su desconcertante realidad. Sus compañeros de cautiverio parecen aún más nerviosos que él, de alguna manera saben que algo está a punto de suceder.

Hay un súbito estruendo allá arriba; se abre la puerta y Merino sale, junto a los demás, corriendo Santo Domingo arriba…