IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DESDE LA BARRA

Diego Andrés Gonzalez Tovar

Los ecos atronadores de las miradas convertidas ahora en misiles impetuosos y deletéreos, bajan desde las tribunas entusiastas. Los ojos se han vuelto dos discos sedientos de imágenes atávicas, y la sangre galopa al ritmo gallardo de los vencedores. Las sensaciones ahora satisfechas por intuiciones zalameras e inasibles, se van perdiendo tremebundas en el aire; y los cuerpos ahora jadeantes y heréticos se tornan invisibles y todos se mezclan en una argamasa que ya no puede dimitir ante la muerte.

Las imágenes que se han perdido en el rió del tiempo, quedan atrás tapadas por un alud de barro que despoja a la vida de la vida. ¡Ya no importan! se han quedado atrás. Murieron y dejaron de existir; ahora sólo importa este pequeño instante. Ellas se tornan instantáneamente en misterios, pues ya no queremos su resplandor; y su olvido parece nimio ante la efervescente realidad, gritamos ¡que se muera todo el pasado!

Los toros corren a nacer, perseguidos en una tarde decorosa de cuchillos y diamantes, la sangre acelerada penetra en sus ojos de bestia y enrojece sus miradas, ahora no pueden ver bien. Corren atolondrados por los gritos de la caterva iracunda y sedienta que los persigue veloz y sin piedad.

 

¡GIGANTES DE IRUÑA CORREN UN ENCIERRO!

Joan Company Arpa

La Comparsa decidió, para mayor notoriedad en los sanfermines, correr un encierro, el de Miura. Correrían con figuras; gigantes, cabezudos, kilikis, y zaldikos, cada grupo un tramo. Si los de Anodrac lo hicieron, más aún los pamplonicas.
Tras cánticos al santo y cohetes, los bichos cruzaron, apresurados, el portón de los corralillos de la cuesta de Santo Domingo. Pasaron a toda velocidad debajo del santo, donde pegadas a la pared, en fila, estaban las ocho realezas. Al paso de los astados, anduvieron al unísono tan rápido como supieron los porteadores, paralelos a la manada, unos metros escasos.
En el Ayuntamiento, cinco hermosos cabezudos, situados al lado de la plaza, esperaban a la comitiva. Al paso de los animales, se integraron, con muchas dificultades. Apenas pudieron alcanzar Mercaderes, cuando el ganado entraba en Estafeta. La escena se repetiría en Telefónica, donde seis Kilikis seis, con tricornios, siguieron el recorrido.
En la plaza, la inmensa comitiva que guio a los Miuras, topó con seis zaldikos seis, golpeando con vergas a los mozos despistados.
Fue una temeridad, vista por el mundo entero. La casta taurina hizo gala una vez más. No hubo cogida ni herida alguna por asta de toro entre la comparsería. ¡Viva San Fermín, Gora!
 

NAROA YA NO TIENE MIEDO

Felix Senis Diez

Mientras abre armarios y cajones, y elige qué ropa ponerse, no dejo de pensar que ya tiene cuatro años. Horas después, en una plaza abarrotada, Naroa espera, cogida de mi mano, ver bailar a los gigantes. Es mediodía y la luz cenital, que nos rodea, la convierte en diana de todas las miradas. Está nerviosa, habladora, brincando de excitación, y no para de decir que ya es mayor, que ya no tiene miedo.
Instantes después, un inquietante Caravinagre viene hacia nosotros. A un metro de distancia, el agrio personaje, levanta el brazo dispuesto a descargar su ira sobre ella; y entonces…
-¡Qué feo eres Caravinagre¡ -le grita mientras clava sus uñas en mi mano y siento su cuerpo pegarse más y más al mío.
La acción se paraliza y ambos permanecen encarados: ella, desafiante y firme como un castillo; él, desconcertado, confundido…Decido intervenir , entonces, y busco la mirada que se esconde tras la máscara, para pedir, casi suplicar, que no rompa el hechizo de este hipnótico momento. Él me entiende y, ocultando una malévola sonrisa que está a punto de convertir en vino dulce el vinagre de su cara, se aleja acompañado de Napoleón y de Coletas que, milagrosamente, han llegado a rescatarlo.