IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


NERVIOS DE MI NIÑEZ Y DEL PRESENTE

Jesús Aparicio Almiñana

Año 1987, ocho y veinte de la mañana de aquel miércoles 8 de julio; en la calle Estafeta….

Yo, allí presente con mi tío y periódico en mano, viendo como entraba marcha atrás, el camión que traía las becerras para el encierro txiki….

A unos diez metros del camión, estaba yo con apenas siete años, lleno de nervios, sudores y emoción al mismo tiempo…..

Mi primer día, mi primer encierro txiki, llegaba la hora, pssssssss……..pum !!!!!!

Abrieron las puertas, yo empecé a correr y como una exhalación me pasaron y me dejaron atrás……

» Ya está tío? Ya no hay más?»
» No cariño, ya se ha terminado, mañana más. Ahora vamos a almorzar.»

Y aquí estamos otra vez, veintinueve años después, en vísperas de San Fermín, con los mismos nervios que aquel día…..

Que sensación, adrenalina, miedo…..

Esto no se puede explicar, hay que vivirlo, esto es único: el encierro de Pamplona 

LAS OTRAS…DIOS DIRÁ

Maria Del Carmen Pedrero Robles

Debajo de la falda de Braulia, ya no anidan las pequeñas pajaritas de papel que Caravinagre le regalaba a hurtadillas antes de comenzar cada San Fermín. Ella las atesoraba con mimo, poniéndolas luego en el ventanuco del almacén para que volaran, dándole su particular salva de bienvenida al Santo.
Pero el pobre kiliki ya no puede más. Se ha pasado los años sentado frente a su diosa de ébano deseándola en silencio; un amor imposible que ha acabado agriando en demasía su carácter. Había hecho de ella su mundo, porque sólo cuando la Reina le miraba, se sentía alto y guapo. A veces, incluso soñaba que era correspondido, e imaginaba besándola esos besos de carne, como los que Iraizoz, el vigilante jurado, le da a su novia en la puerta cada mañana al despedirse.
Por eso, hoy Caravinagre ya no quiere que le llamen más Caravinagre. Quiere que le pulan el caballete de su nariz aguileña y le pinten una boca sonriente, para besar y ser besada. Por que como le ha dicho a su amigo Verrugón: “No dudo de que vivamos más vidas, pero lo que sé es que ésta la quiero vivir con alegría. Las otras… Dios dirá”.
 

DE TU MADRE, ANTONIO

Carlos J. Marín Aguilera

Me acuerdo de ella: en vestido de verano y zapatillas de invierno. Mientras vuelo.

Tenía una mirada infinita de tres a cuatro y media. Frente a la vieja tele, atacada por el drama latino: la pasión con acento, de Venezuela a Barañáin. Qué mujer, Antonio. Y qué hijo.

Doy una voltereta, creo que ya estoy cayendo.

Huele a azúcar quemado en la cocina y ella me dice que por qué no vengo más al pueblo. Que estoy muy seco. Que como poco y que cómo eres Antonio, que no me traes a verla. Lleva un vestido de verano porque hace calor en la casa, pero también unas zapatillas de lana porque no tiene chanclas. No tenía pasión pero era una buena persona. Todo lo contrario que tú, Antonio.

Creo que el cuerno me ha perforado el estómago, pero no duele. Vuelo. Dolerá en el suelo.

Ella te trajo al mundo y tú decías que Pamplona era buena idea. Dan igual las copas, los valientes corren delante. El alcohol calienta en invierno, tengo frío en los pies. Caigo al suelo y mientras caigo, sacudido por la fuerza del toro, me acuerdo de la madre que te parió, Antonio.

De tu puta madre.

Gracias por nada.