IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


FERMINA

Sagrario Zabaleta Echarte

Acomodada en el sillón, con la mirada ausente, juega con sus dedos, ajena a todo. Apenas faltan cinco minutos para las doce cuando la nieta le coloca el pañuelo rojo. «Abuela, ¿sabes qué día es hoy», le pregunta consciente de la ausencia de respuesta por la maldita demencia. «Abuela, canta conmigo: uno de enero, dos de febrero, tres de marzo…», entona para que la maquinaria de aquel cerebro octogenario se enganche como siempre cuando el escalón llega a abril y para que puedan completar a dúo la letra inmune al olvido. Nada más terminar, el reloj de pared toca la primera de las doce campanadas cuando en televisión se capta cómo el alcalde prende la mecha de la fiesta. La exaltación de júbilo en la plaza Consistorial inquieta a Fermina que se asusta como un recién nacido. La nieta retrocede a la infancia que vivió con su abuela, aquella mujer con personalidad, de melena morena recogida en moño, que le cogía de la mano para saludar al santo, seguir a los gigantes, ver los toros en los corralillos o disfrutar de las barracas. Recuerdos durante años compartidos que la enfermedad ha arrebatado a Fermina, y que su nieta guarda envueltos en blanco y rojo.  

EL MÁGICO 6 DE JULIO

Iker Beroiz Nieto

Desde pequeño, desde la cuna, había vivido San Fermín lejos de la vieja Iruña. Al llegar julio, mis padres huyan a la tranquilidad de la costa gipuzkoana, a Orio, para disfrutar de sus vacaciones.
De pequeño no era consciente de lo que pasaba en mi ciudad durante esos 9 mágicos días hasta que llegó el día en el que todo cambió. La tranquilidad de Orio, se cambió por el bullicio de Pamplona.
Llegó el 6 y al levantarme, la ciudad había cambiado. Todos iban de blanco con faja roja. Me pregunté si esa era la misma ciudad de antes de acostarme. ¿ Cómo una ciudad puede cambiar tanto en 24 horas ?
Según han pasando los años, nada tiene que ver aquel mágico 6 de julio con otros. La tranquilidad de años pasados ha sido sustituida por los nervios, la ilusión, la algarabía, las risas, la cuadrilla, el almuerzo, y sobre todo, la emoción. La emoción de ver mi ciudad llena de alegría.
Y según pasan los años, es peor. Todos los mágicos 6 de julio los espero con los pelos de punta y la misma emoción, o más si cabe, que aquel chaval que veía por primera vez su ciudad cambiada!!
 

11 DE JULIO

Rebeca Alfaro Marcolain

Se casaron un compulso 11 de Julio de 1974. Eran, entonces, unos jóvenes ilusionados qué habían aprendido a vivir en el difícil mundo que les tocaba.
Pasaron su noche de bodas en una Pamplona estrellada, rodeados de alegría y sonidos de charangas, tambores, txistus y gaitas. Allí pasaron parte de su luna de miel y en ese mismo lugar, año tras año, están ellos, con más arrugas, pero la misma alegría de sentir La Fiesta, el jolgorio y la música.
Año tras año, cada 11 de Julio, almuerzan un buen plato de toro estofado bañado con vino de la tierra, pasean por la vieja Iruña cogidos de la mano, disfrutan de los toros y bailan alegres a la salida de las peñas, acompañando a los mozos por las calles de lo viejo. Cada año cenan tranquilos en la Plaza del Castillo, en aquel lugar que un día albergó al gran escritor norteamericano.
Cada año disfrutan de la noche rota por las luces de los fuegos artificiales, que llenan el cielo pamplonés de colores vivos e intensos, y de nuevo sus corazones se llenan de felicidad.
Se casaron un compulso 11 de Julio de 1974 y San Fermín siempre les has echado un capote.