IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


JUDAS

Isidro Moreno Carrascosa

Tras el estallido, corremos desenfrenadamente entre la multitud, abriéndonos paso y recibiendo codazos y golpes de las gentes que nos rodean. Tanto mis compañeros como yo, ignoramos hacia dónde y por qué ese alboroto.
Un mal presagio me ha hecho dar media vuelta. La multitud ha comenzado a gritar. Algunos me golpean, me sujetan. Para defenderme, amago una embestida contra un pelma que quiere agarrarme del cuello. Más gritos y lluvia de golpes.
Aparece un colega, al que llaman cabestro, indicándome que dé media vuelta y le siga, pues con él todo irá bien. Y continuamos por la calle Estafeta.
 

LO INESPERADO.

Mirentxu Marín Malo

Había leído sobre ésta famosa fiesta experiencias de gente. En cuanto decidió que Europa sería su destino, corrió a la librería para hacerse con un ejemplar del famoso «Fiesta» de Hemingway. Pero nada de lo que había leído le preparó para la realidad. Cuando llegó a Pamplona esperaba encontrarse alcohol, música y toros. Muchos toros. Sin embargo, lo que encontró, ya sea por azar o porque el destino y San Fermín así lo quisieron, fue algo muy distinto a lo que esperaba. Llegó a Pamplona un 2 de julio, con la intención de hacer un poco de turismo antes de la fiesta. Así fue como llegó a la calle Jarauta y conoció a una cuadrilla de jóvenes de Pamplona.
Le explicaron cómo vivían esos días los pamploneses. Gracias a ello, el día 7 a las 10 de la mañana no estaba durmiendo después de una noche de fiesta, sino en la procesión. Le contaron lo emocionante que era para los navarros escuchar la jota, y lo comprobó en directo cuando sus pelos se pusieron de punta al escuchar, por primera vez en su vida «Es la jota de tu navarra…» Los sanfermines no eran solo alcohol, fiesta y toros. Eran sentimiento. 

7 DE JULIO

Natalia Diaz

Nací un 7 de julio de 1977. Nací chica, así que mis padres no me pudieron llamar Fermín. Desde que tengo uso de razón, nos hemos recorrido miles de kilómetros todos los veranos para acudir a los sanfermines. Vivimos en Suiza. Mi padre llenaba el coche de maletas y cada uno cogía su pañuelo rojo mientras cantábamos “ 7 de julio San Fermín”.
Hace tiempo que las cosas son distintas. Mi padre ya no está y este va a ser el primer verano que volvamos a Pamplona. Con la tristeza instalada en el alma y el coche vacío. Pero creemos que debemos volver. Nos vamos a juntar casi todos los primos para recordar a mi padre, pamplonica que saltaba de alegría tras el “chupinazo” y que volvía a Suiza con el corazón a cien por hora, de las emociones vividas.
A mi hermano si le llamaron Fermín, y eso que nació un 31 de diciembre y hubiera sido Silvestre.
Faltan dos meses para las fiestas. Cantemos. Sonriamos. Porque siempre podremos recordar que cada día 7, mi padre volvía a nacer.