EL NARRADOR
Mª Carmen Oliver Abadías
El que escribe,
San Fermín cuarteado como un cordero, todos los años, el siete de julio, hace el titánico esfuerzo de recomponerse en un todo, para festejar como Santo patrón, la procesión que le preparan sus poderosos fieles. El pueblo mira, guarda silencio, aplaude y pocos rezan alguna oración. Se aburre, se mortifica con la duda: ¿No hay más en San Fermín?
Así que, con el poder que le confiere la santidad se aleja de su cuerpo en un viaje astral. Tiene la intención de observar, desde un ángulo diferente, la fiesta que lleva su nombre. Titiriteros, feriantes y gentes de todo tipo y condición caminan hacia alguna parte, hacia algún lugar.
Allí en la estación, “Hijo de la gran puta, deja esa puta bicicleta que todos quieren tocar a esa puta bicicleta”. Un gran canuto en las manos de uno de los seis borrachos adolescentes. “Vamos a fumar, que es lo que hay que hacer”.
Allá en el parque una mujer joven solloza mientras llama a la policía: “Me acaban de robar la bicicleta y la virginidad…”
Nada hay, nada queda. Volvería a la Edad Media, brutos y creyentes por ignorancia.
Y tú, “¿Acaso estuviste alguna vez en San Fermín?”
“Nunca”.
PREVIA DE UNAS FIESTAS SIN IGUAL
Iñigo Marrodán García
Seis de Julio, 9:00 a.m, suena el despertador, en tu cabeza ilusión, mucha ilusión, en tu cuerpo nervios, muchos NERVIOS, un cohete de vibraciones positivas… la mecha de la alegría está a punto de prender.
La silla sostiene la ropa, blanca impoluta y bien doblada, la faja roja, que realza tu figura y en la muñeca, una fugaz pulsera roja, que en tres horas se forjará a tu cuello para no quitártelo durante nueve intensos días de FIESTA.
Como si fueras el/la novi@ antes de ir hacia el altar, te engalanas con los menesteres propios de la ocasión, tus amigos y familiares hacen lo mismo, es un ritual tradicional realizado por miles de personas, con el mismo objetivo, DISFRUTAR.
Antes de salir de casa, te miras en el espejo, reluciente como si oro blanco te bañase, compruebas que todo esté en orden, respiras hondo y besas esa medalla, bien de oro o plata, típica en Navarra, SAN FERMIN.
El ritual ha terminado, la misma sensación previa a un encierro inunda tu cuerpo, calma tensa, serenidad inquieta, familia, amigos, huevos con chistorra, botella de vino tinto y chupito de pacharán, todo listo…
Las 11 y 59… Pamploneses… pamplonesas… VIVA SANFERMIN IRUINDARRAK… GORA SANFERMIN!!!
CHISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS PUM!!
AGUA BAJO LOS PUENTES
Ana María Lezcano Fuente
Mucha agua bajo los puentes desde que, por primera vez en mi vida, tomé conciencia de lo que eran los Sanfermines para la gente.
Ya tipos geniales como don Ernesto los habían vivido y publicitado en unos círculos muy especiales y exclusivos en los que tanto como la rebeldía y el arrojo se manejaban los dólares y la bohemia.
Era yo una muchacha, joven madre. Vivíamos los tres en un fin del mundo maravilloso y ese año tocaban vacaciones en casa.
El avión salio lleno de Johannesburgo.
Fue un viaje inenarrable con un grupo numeroso de sudafricanos ocupando, con algarabía, la parte trasera del Boeing.
Cantaban el pobre de mí en un español chapucero y no había modo de explicarles que eso era el final de la fiesta. Esa palabra les ponía alas en la expresión y contaban cómo iban a correr cada encierro con sus musculosos cuerpos y sus rubias cabelleras. Y las chicas españolas que les iban a amar, morenas y flamencas, tópicas.
En la escala de Brazaville, por fin habían caído rendidos.
Adormecimos todos hasta Madrid.
Desembarcaron diciendo chupinazo y then fiesta, toros, nada igual en todo el planeta…
Cada San Fermín recuerdo a aquellos muchachos y rejuvenezco…
¡ Viva Pamplona!