IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


HISTORIA EN BLANCO Y ROJO

Inma Echarri Sucunza

Era un seis de Julio y María como todos los años se levantó muy temprano para ordeñar a su vaca Beltza y llevar el cántaro de leche que le habían encargado desde la heladería “ El buen gusto” de Pamplona.
Por San Fermín, el día seis , con esa leche, ellos elaboraran el mejor de los postres del día:
el helado de nata y fresa “ San Fermín”.
Así que María cogió la carreta y con su lechera y vestida de blanco y rojo, se sentó en el asiento de al lado del carretero camino a Pamplona.
Las calles estaban abarrotadas, el ruido de la ciudad se tapaba con el sonido de las gaitas y de los txistus, y cuando estaba llegando al paseo Valencia, un chico muy amable insistió y María cansada del peso de su vasija, desistió y dejó que le ayudara.
Entre tanta gente y tanto bullicio el chico y el cántaro desparecieron y la ilusión sanferminera de María con él.
Desesperada corrió hasta la heladería de Chapitela y al entrar se encontró allí su flamante lechera y un pequeño sobre blanco con su nombre escrito en rojo, sorprendida lo abrió y leyó:
EL CAPOTICO DE SAN FERMIN
 

AMOR DE MADRE

Leticia Jericó Ojer

Recuerdo, Firminus, cuando me contaste que te marchabas a Amiens. Pero qué se le habrá perdido a este hijo en la Galia, le decía yo a tu padre. Él sonreía, ajustándose la túnica como buen romano, intuyendo que tu nombre serviría de encuentro cada mes de julio.
Desde aquí arriba observo que hay cosas que permanecen a pesar del transcurso de los siglos. Me he dado cuenta de que en estas fechas todos los ciudadanos, patricios o plebeyos, visten de blanco como lo hacíamos nosotros. Sin embargo, no logro comprender el sentido de la pequeña capa púrpura que llevan anudada al cuello. Confío, Firminus, en que sabrás explicármelo.
Como antaño, el ambiente se concentra en la Plaza del Foro, donde se inicia la fiesta. Mira, el pretor ya asoma tras la balaustrada. Y si te fijas, esculpidas en la esfera de piedra, son las XII, nuestras XII, no unas doce cualquiera.
De todas maneras, hijo, el anfiteatro ya no es lo que era. No tiene perdón de los dioses cambiar en el foso la piedra por la madera, ni en la calzada el adoquín por la loseta. Entiéndeme, cariño. Es lo que tiene ser de Pompaelo de toda la vida.
 

LOS MILAGROS DE SAN FERMÍN

David Pastor Arenal

Me ha costado al ser un tema muy personal.
Fui al médico ante mi problema agudo de soltería.
— Vengo a hacerme una analítica.
— Podemos ahorrárnosla Salta a la vista—. Me respondió indicando mi rostro.
—Bastantes feos de mi nivel — respondí— incluso de mayor categoría osaría decir, han encontrado pareja. Mire Kiko Rivera…
El doctor ante evidencia tan consistente concedió la analítica cuyo diagnóstico técnico reproduzco avergonzado:
“Afición severa a fiestas de San Fermín y otras con encierros taurinos”
Lo cierto es que en San Fermín ocurren cosas misteriosas. Por esos volvemos. Llegamos con puntualidad al chupinazo y eso era un “piso patera”. Llevábamos por cierto la botella de sidra, que hay que llevarla. Y como a mí me hicieron con estatura estándar (1,65 m. en vertical) y allí había mucho amorfo tirando por lo alto, temiendo por mi vida pegué un salto para poder respirar. Al levantar los pies del suelo fui abducido por el tumulto, y quedé en volandas. Mi primera levitación, y con respiración natural. Primer milagro.
Después en la levitación giré en círculos hasta que la sidra se descorchó sola. Fui después depositado sin un rasguño en el suelo. El gran San Fermín.
La segunda levitación fue en el encierro. Extraordinaria. Mágico. Muy personal.